domingo, 31 de mayo de 2009

Maite, el desquite

Maite, vaya hembra.

Pelirroja, de unos 35 años, con unos labios carnosos dignos de una gran mamada, físicamente muy normalita, delgada, pechos pequeños y una mirada profunda de esos ojos color miel. Es la dependienta de mi gasolinera habitual, con la cual intercambio algunas palabras al repostar, siempre que salgo en moto desde hace un par de años, acabo allí, dejándola nuevamente con el depósito lleno.

Ayer reposté nuevamente, sobre las 14h, después de toda la mañana de curvas, a la hora de pagar, me dijo algo de mi cara, de que me veía raro, comenzamos a hablar y le expliqué que había tenido una experincia un tanto extraña, me dijo, que si quería charlar, que plegaba en minutos. La esperé.

Ven, ¿nos tomamos algo? Eso hicimos, en un bar al lado de la gasolinera, allí le expliqué por encima lo sucedido en sitges, ella le quitó importancia, me dijo que eso era sólo una experiencia, como cualquier encuentro furtivo con una mujer, se llega hasta donde uno quiere. Me dio pie a una insinuación, rozando su mano con la mía. No la apartó y mantuvo su mirada fija en la mía.

- ¿Porqué no me acompañas?
- ¿a Dónde?
- A mi casa, vivo a una manzana de aquí.
- Me encantaría.

Pagué, y salí del local tras ella.

Entramos en el portal, picó al ascensor, mi mirada se iba de vez en cuando a su trasero, bien formado, marcado por la costura de sus bragas.

Abrió la puerta, entré yo, luego ella cerró, y nos miramos en el espejo, sonreimos, me giré y me acerqué a ella.

Apoyé mi mano contra la pared, le dije:
-¿Así que un encuentro furtivo no tiene importancia?
- La que tu quieras darle.

Me besó justo en el instante en que llegamos a su planta.

Cerré la puerta tras de mi, entonces Maite se giró con su blusa desabrochada ya hasta la cintura, me eché sobre ella, contra la pared, la besé mientras bajaba mis manos arrancándole los pantalones, para después dejar caer sus bragas, echó atrás la chaqueta de mi mono, subiendome la camiseta, para mordisquear mi pecho con sus preciosos labios.
Me quité yo también mis pantalones, dejándole ver mi cipote empalmado, se agachó, agarró mi tranca y sentí como sus carnosos y deseados labios envolvían mi sexo, sentí como su lengua jugueteaba con mi glande, con el agujerito de mi nabo, sentí como movía ferozmente mi carne dentor y fuera suyo, llegandome hasta los huevos, me estaba poniendo a cien esa mamada.

Se incorporó, se acercó a mi, y susurrándome al oído me dijo:
- No tiene importancia, y tu no eres gay, fóllame.

Subió una pierna sobre mi, cogí la otra, y le ensarté contra la pared de su recibidor, sus gemidos eran suaves, sus uñas, colgada de mi cuello, se clavaban en mi nuca a cada embestida, sus pequeños pechos delataban la excitación en sus enormes pezones.

Sujeta a mi, la llevé piso adentro. En el salón la eché sobre el sofá, estuvimos un rato follando suavecito, ella bajo mío, sintiendo la entrada y salida de mi sexo, concentrado en el sonido de nuestros fluidos mezclados, besándonos, sonriéndonos, como si aquella no fuera la primera vez.

Subí sus blancas piernas, juntándolas, estiradas apoyadas en mi pecho, aprisionando mi polla en su coño cerrado, sintiendo esa presión la follé profundamente, sus ojos se cerraban al notar como llegaba al fondo de su ser, la puse de lado y la penetré más profundamente todavía, le di la vuelta, la puse a cuatro patas con sus manos apoyadas en el respaldo y sus rodillas en el asiento, yo de pié la sujetaba desde atrás, llegando hasta sus entrañas, cogiendola de su pelo rizado, sometiéndola a mi placer, escuchando sus gemidos al penetrarla.

Mis movimientos la hicieron sentir que mi corrida era inminente, entonces me apartó, se sentó en el sofá cogiendomela y metiéndosela completamente en la boca, hasta tocar mis huevos en su barbilla, sin dejar de mirarme me la meneaba a la vez que succionaba, sentía como mi semen llenaba mis huevos, sentía como mi corrida estaba a punto de llenarle la garganta, ella también lo notó, aceleró el ritmo hasta sentir el calor de mi esencia llenar cada rincón de su boca, sonreía a la vez que tragaba, sacaba mi polla pasando su lengua por cada rincón, relamiendo hasta la última gota de mi abundante esperma.

Acabó pasándose el dedo por sus labios recogiendo mis restos en ellos, y chupándoselo con una mirada de niña mala, su piel blanca y sus pecas en la cara me hicieron besarla sintiendo en ella mi sabor.

Me encantó ese polvazo, marché a casa, pues mi mujer me esperaba a comer, pero os aseguro que seguiré llenando el depósito en esa gasolinera…

6 comentarios:

  1. Gasolina que entra en la moto y que sale del motorista. Qué bueno Jordi!!

    ResponderEliminar
  2. mmmm...quien fuera la gasolinera.

    ResponderEliminar
  3. Endevé. ¿como no has pasado por la repsol?, donde yo trabajo y pasas por la cepsa, pero se nota que maite solo ha sido un desquite, yo te lo hubiera echo mejor y me llamrias EL POLVO PERFECTO.

    ResponderEliminar
  4. no me has contestado desde esta tarde, jordi aun espero que me llames.

    ResponderEliminar
  5. He estado fuera Natalia, mañana, sin falta, te llamo, ok? ahora ya puedo planificar la semana.

    besos

    ResponderEliminar
  6. Mmmm, tiene algo que ver con lo que te dije de mi trabajo? tienes una voz encantadora, besos bombón.

    ResponderEliminar