Después de cederle mi asiento amablemente a aquella chica embarazada, me quedé de pie junto a ella, ella quiso “agradecerme” la acción con algo de conversación, la cual agradecí, pues no me gustaba viajar sólo en autobús, pero el golpe que tuve con el coche me obligaba a hacerlo durante una semana.
Me interesé por su embarazo, me explicó que estaba de casi 8 meses, que su pareja se había marchado por miedo a los compromisos, y que su familia la ayudaba, y que volvía a su casa, después de la visita con el ginecólogo.
Los movimientos del autobús hacían me su brazo rozara en mi cintura, a veces incluso notaba como rozaba mi sexo sin querer, el cual se endurecía, pese a que yo no deseaba que eso sucediera. Yo observaba ese bombo, esa barriga enorme que tapaba bajo un vestido ancho, observaba sus pechos bien venados, apretados entre si, llenos de leche materna, sus pezones endurecidos, su melena rubia y sus ojos verdosos, sus labios carnosos, podía ver sus rodillas y pantorrillas fuertes, tendría unos 35 años, como yo, pero mejor llevados.
Entonces la señora que estaba a su lado quiso levantarse, ella giró sus piernas hacia mi, y pude observar como su mirada se clavaba en mi paquete que delataba algo endurecido debajo, se le escapó una sonrisa, me invitó a sentarme a su lado.
En cuanto estuve sentado, acercó una mano y agarró la mía, la puso sobre su pierna, arremangando ligeramente la falda para que sintiera su piel suave, ella hizo lo propio con la suya, pero dejando su chaquetita sobre mi regazo para que no se la viera, acariciando mi paquete que deseaba salir de mi pantalón.
Le dije que estaba divorciado, que hacía tiempo que no me acostaba con una mujer, y que ella me estaba provocando sensaciones que creía olvidadas (nunca suelo mentir, pero ese día deseé hacerlo, pues deseaba que no me fallara ese encuentro). Ella me susurró al oído que desde que la dejaron preñada, no había probado a un hombre, y que quería que la hiciera recordar lo que es el sexo.
Apreté el botón de STOP, la cogí de la mano y nos apeamos del bus, conocía un hotel apenas a dos manzanas de allí:
- ¿me llevas a tu casa?
- No, he estado de viaje y está todo patas arriba, vamos a un hotel.
- Perfecto.
Entramos a la habitación, en el ascensor no me atreví a besarla pues su barriga me daba respeto, me limité a acariciar su mejilla, su cintura, mirarla a los ojos.
Entré en el baño y cuando salí ella estaba en el borde de la cama, sentada piernas entreabiertas, con el pelo recogido en una coleta, con un tirante caído del hombro, el escote sujeto por el pezón, y su mirada clavada en la mía, me acerqué a ella, me puse de rodillas sobre la cama, justo detrás de su espalda, acaricié su nuca, sus hombros apartando el otro tirante, despojándola suavemente de su vestido por encima de su cabeza.
- Me da vergüenza.
- El que….
Entonces lo vi, llevaba una faja-braga que sujetaba parte de su barriga, bastante fea, de color carne: - No me importa.
Sus pechos eran perfectos, grandes, con unos pezones muy duros, deseaba comérmelos, pero primero pasé mis brazos bajo los suyos, agarrando sus tetas en mis manos, excitando sus pezones humedecidos con mis dedos, acariciando su bombo suavemente, sabiendo entre sus pechos hasta rozar sus labios, girando su cara, besándola, sintiendo como poco a poco se iba acelerando nuestra respiración, la dejé caer atrás, sin dejar de besarla, mientras sus manos me despojaban de mi camisa, desabrochaban mi pantalón, mordí sus pezones, me entretuve entre sus tetas, ella gemía sólo con mi lengua, volvía a su cuello, a sus labios, entonces me incorporé, me quedé desnudo, y apoyé mi sexo en su cara, lamía mis testículos, mordisqueaba mi polla embravecida, masajeaba mi sexo.
Bajé, le quité la faja, metí mi cabeza entre sus piernas abiertas, las apoyé sobre mi espalda como si estuviera de parto, pasando mi lengua entre sus labios vaginales, chupando su clítoris mientras ella lo abría con sus manos, lamiendo su humedad, mordisqueando su ingle, acariciando su culo, su cintura, su barriga, y ella, seguía gimiendo. Se incorporó, se puso a cuatro patas ofreciéndome su culo, el cual acaricié, mientras cogía mi polla, y la penetraba suavemente. Su coño estaba apretado, mucho, más de lo normal, me costaba entrar, pero al estar tan mojado en seguida cedió, comencé a embestirla, y en unos segundos mi amiga se corrió, mojando mi sexo.
- Te he mentido, estoy casado.
- No importa, yo también, mi marido me espera en casa, pero no sabe follarme, dura segundos, dice que debo ser ninfómana.
- Pues a mi me encanta.
Saqué mi polla, la puse de lado, y abrazándola la penetré desde atrás, acariciando sus pechos, la giré y puse encima mío, mirando al techo los dos, sus piernas abierta, ahora ella movía sus caderas con mi polla entre sus piernas, mi mano masajeaba acelerada su clítoris, y su mano clavaba las uñas en mi cintura, mordía su cuello, y cada vez su culo se aceleraba más, levanté mi cadera y la penetré más, mucho más, gimió, un grito se le escapó, y exploté, me corrí en su interior, inundé su precioso coñito sin dejar de moverme, ella llevó su mano sobre sus coño y acompañó la mía en al paja que le estaba haciendo, aceleró sus vibraciones y de repente descargó sintiendo su calor en mi carne.
Así nos quedamos un rato, simplemente caídos uno al lado del otro, disfrutando de esta, mi fantasía hecha realidad.
Me interesé por su embarazo, me explicó que estaba de casi 8 meses, que su pareja se había marchado por miedo a los compromisos, y que su familia la ayudaba, y que volvía a su casa, después de la visita con el ginecólogo.
Los movimientos del autobús hacían me su brazo rozara en mi cintura, a veces incluso notaba como rozaba mi sexo sin querer, el cual se endurecía, pese a que yo no deseaba que eso sucediera. Yo observaba ese bombo, esa barriga enorme que tapaba bajo un vestido ancho, observaba sus pechos bien venados, apretados entre si, llenos de leche materna, sus pezones endurecidos, su melena rubia y sus ojos verdosos, sus labios carnosos, podía ver sus rodillas y pantorrillas fuertes, tendría unos 35 años, como yo, pero mejor llevados.
Entonces la señora que estaba a su lado quiso levantarse, ella giró sus piernas hacia mi, y pude observar como su mirada se clavaba en mi paquete que delataba algo endurecido debajo, se le escapó una sonrisa, me invitó a sentarme a su lado.
En cuanto estuve sentado, acercó una mano y agarró la mía, la puso sobre su pierna, arremangando ligeramente la falda para que sintiera su piel suave, ella hizo lo propio con la suya, pero dejando su chaquetita sobre mi regazo para que no se la viera, acariciando mi paquete que deseaba salir de mi pantalón.
Le dije que estaba divorciado, que hacía tiempo que no me acostaba con una mujer, y que ella me estaba provocando sensaciones que creía olvidadas (nunca suelo mentir, pero ese día deseé hacerlo, pues deseaba que no me fallara ese encuentro). Ella me susurró al oído que desde que la dejaron preñada, no había probado a un hombre, y que quería que la hiciera recordar lo que es el sexo.
Apreté el botón de STOP, la cogí de la mano y nos apeamos del bus, conocía un hotel apenas a dos manzanas de allí:
- ¿me llevas a tu casa?
- No, he estado de viaje y está todo patas arriba, vamos a un hotel.
- Perfecto.
Entramos a la habitación, en el ascensor no me atreví a besarla pues su barriga me daba respeto, me limité a acariciar su mejilla, su cintura, mirarla a los ojos.
Entré en el baño y cuando salí ella estaba en el borde de la cama, sentada piernas entreabiertas, con el pelo recogido en una coleta, con un tirante caído del hombro, el escote sujeto por el pezón, y su mirada clavada en la mía, me acerqué a ella, me puse de rodillas sobre la cama, justo detrás de su espalda, acaricié su nuca, sus hombros apartando el otro tirante, despojándola suavemente de su vestido por encima de su cabeza.
- Me da vergüenza.
- El que….
Entonces lo vi, llevaba una faja-braga que sujetaba parte de su barriga, bastante fea, de color carne: - No me importa.
Sus pechos eran perfectos, grandes, con unos pezones muy duros, deseaba comérmelos, pero primero pasé mis brazos bajo los suyos, agarrando sus tetas en mis manos, excitando sus pezones humedecidos con mis dedos, acariciando su bombo suavemente, sabiendo entre sus pechos hasta rozar sus labios, girando su cara, besándola, sintiendo como poco a poco se iba acelerando nuestra respiración, la dejé caer atrás, sin dejar de besarla, mientras sus manos me despojaban de mi camisa, desabrochaban mi pantalón, mordí sus pezones, me entretuve entre sus tetas, ella gemía sólo con mi lengua, volvía a su cuello, a sus labios, entonces me incorporé, me quedé desnudo, y apoyé mi sexo en su cara, lamía mis testículos, mordisqueaba mi polla embravecida, masajeaba mi sexo.
Bajé, le quité la faja, metí mi cabeza entre sus piernas abiertas, las apoyé sobre mi espalda como si estuviera de parto, pasando mi lengua entre sus labios vaginales, chupando su clítoris mientras ella lo abría con sus manos, lamiendo su humedad, mordisqueando su ingle, acariciando su culo, su cintura, su barriga, y ella, seguía gimiendo. Se incorporó, se puso a cuatro patas ofreciéndome su culo, el cual acaricié, mientras cogía mi polla, y la penetraba suavemente. Su coño estaba apretado, mucho, más de lo normal, me costaba entrar, pero al estar tan mojado en seguida cedió, comencé a embestirla, y en unos segundos mi amiga se corrió, mojando mi sexo.
- Te he mentido, estoy casado.
- No importa, yo también, mi marido me espera en casa, pero no sabe follarme, dura segundos, dice que debo ser ninfómana.
- Pues a mi me encanta.
Saqué mi polla, la puse de lado, y abrazándola la penetré desde atrás, acariciando sus pechos, la giré y puse encima mío, mirando al techo los dos, sus piernas abierta, ahora ella movía sus caderas con mi polla entre sus piernas, mi mano masajeaba acelerada su clítoris, y su mano clavaba las uñas en mi cintura, mordía su cuello, y cada vez su culo se aceleraba más, levanté mi cadera y la penetré más, mucho más, gimió, un grito se le escapó, y exploté, me corrí en su interior, inundé su precioso coñito sin dejar de moverme, ella llevó su mano sobre sus coño y acompañó la mía en al paja que le estaba haciendo, aceleró sus vibraciones y de repente descargó sintiendo su calor en mi carne.
Así nos quedamos un rato, simplemente caídos uno al lado del otro, disfrutando de esta, mi fantasía hecha realidad.
Amo la madurez de la persona, me hace disfrutar en el sexo mucho más que un cuerpo "perfecto", y tu, que me lees, me hiciste y me haces disfrutar como jamás nadie lo consiguió, sigue ilusionando mi alma, para seguir perdiendo el norte por ti.