miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una treintañera de cuarenta y tantos....

Ya me lo imaginé, que su inspiración eran nuestros encuentros, pero hacía ya tanto tiempo que no nos veíamos, habían pasado tantas cosas desde aquellos días en los que dimos rienda suelta a nuestra pasión…

Pero por teléfono me lo dijo, insistió tanto que no fui capaz de decirle que no, hice unas llamadas y organicé un viaje de trabajo a Castellón, ella reservó mi hotel, simplemente me mandó la dirección y el número de habitación por sms.

En el coche dudaba, de nuevo un encuentro con ella, una de las pocas mujeres que me han puesto nervioso, que me han cortado en la cama, que ha sacado de mi más de lo que yo imaginaba, y si no me sentía a gusto con el reencuentro, casi accedí por que no lo pidiera más…

Abrí la puerta, la luz tenue de las velas era lo único que iluminaba el ambiente, el aroma a ese perfume de Bulgari Rose que tanto me gusta, que me recuerda a ella cada vez que se lo pone mi mujer, la temperatura alta para que desnudo me sintiera cómodo.

Entré y estaba de pie, ante mi, se acercó sin decir nada, cogió mi maletín y lo dejó en el suelo, me quitó la americana, desabrochó la corbata, y me besó, me aparté para mirar sus ojos de nuevo, verdes, profundos, hipnotizantes, me abalancé sobre ella, sujetándola, besándola sin cesar, desnudándola, mientras dejaba caer mis pantalones al suelo y aparecía mi polla dura entre nosotros.


Llevaba puesto el conjunto negro que le regalé para su cumpleaños, se desabrochó el sujetador y le quité el tanga agachándome ante ella, besando sus caderas, su pubis, su ingle, su cintura, subiendo hasta alcanzar sus enormes pechos, lamiendo sus pezones, y volviendo a través de su cuello hasta sus labios de nuevo.

Se colgó a mi cuello y dejó caerse atrás, entre cojines me puse sobre ella:

- Jordi, no hay prisa, no corras, esta noche soy tuya.
- No tengo ninguna prisa, te quiero disfrutar.

Rocé mi nabo con su clítoris, apretándolo entre mi barriga y su sexo, mirándonos a los ojos, sin decirnos nada más, expresando el deseo con la mirada, bajé mi polla y apreté en su entrepierna, su coño estaba cerrado, me costaba abrir sus labios.

- Estás seca A.
- No, es sólo que hace mucho tiempo que no lo hago, pero ábrelo y verás.

Presioné un poco más, y su sexo se fue abriendo ante el mío, de repente resbalé por su interior hasta alcanzar sus entrañas, estaba mojadísima, su interior estaba inundado de sus jugos ardientes.

Sus piernas se cruzaron tras mi cintura, apretándome a ella y llevando el ritmo de mis embestidas. Su boca no era capaz de separarse de la mía, de vez en cuando me sujetaba la cabeza mientras bajaba hasta sus pechos, lamiéndolos, chupándolos, manoseando esos montes preciosos.

La escuchaba gemir, mi lengua en círculos por sus pezones provocaba el erizamiento de su piel, y de vez en cuando, al sentir el fondo de su coño con mi polla, dejaba escapar un gritito mezclando dolor y placer.

Sus manos sujetaban mi espalda, sus ojos no miraban a un punto fijo, simplemente se abrían con mis embestidas, y se cerraban al apartarme. De repente gritó, y una ola de calor mojó mi sexo, me paró y me apartó de ella…

-Todavía no amor.

Cogió mi cabeza y la dirigió a su coño, abrió las piernas y me puse sobre su clítoris, abriéndolo con mis dedos, mientras pasaba una pierna al otro lado de su cabeza, para completar el 69 que deseaba hacerle.

Engulló mi cipote, mientras acariciaba su campanilla suavemente, luego metía mi lengua lamiendo sus fluidos, bajando hasta su ano, volviendo a lamer el dulce sabor de su pasión, mientras me follaba su boca, con la intención de correrme en ella.

Entonces me dio su florecita, esa con la que se masturbaba, que le regalé el año pasado y que guardaba como oro en paño. Le di al ON, la acerqué a su vagina, y la penetré con ella, la vibración quedó apagada en su interior, y cuando me aseguré de que se había mojado bien, la saqué y combiné el roce de la puntita de silicona en su clítoris con las lamidas de mi lengua a sus labios vaginales, coincidiendo en esa campanilla inflamada por la excitación.

Los huevos se me apretaban, mi leche quería emanar, y yo no deseaba resistirme, aceleré mis movimientos de cadera follándome su boca, hasta la garganta, entonces apretó los dientes, rascándome en cada penetración:

- A. me haces daño con los dientes.
- No te correrás en mi boca, lo harás en mi coño.

Me puse aún más caliente, e intenté correrme, pese a las rascadas, pero era imposible. Mientras pensaba eso gimió, se dejó caer, la sacó de su boca y agarró con fuerza, cerró sus piernas aprisionando mi cabeza entre ellas, y de su raja cayeron gotitas de líquido blanco, mi cunnilingus había dado su fruto, hice que se corriera rápidamente.

- Cariño, quiero correrme.
- Por detrás.

Se apartó, se puso a 4 patas y con una mano abrió sus nalgas, agarré mi polla, y lo introduje con fuerza en su coño abierto y goteante, mis embestidas fueron fuertes, rápidas, rítmicas, porque sentía como mi corrida no iba a hacerse esperar, puse un cojín bajo su cintura, para tener su culo aprisionado para mi, y seguí con mis enculadas hasta que de la clavé a fondo para hacerle sentir mis gotas de semen ardiendo en sus entrañas.

- Sigue amor, sigue, que me corro otra vez.
Le hice caso, seguí, me corrí, la inundé de mi semen, y no la saqué, continué con mi follada, apretándola por los hombros, golpeando con mis huevos en su clítoris, hasta que apretó su musculatura, y unos espasmos delataron que, de nuevo, había llegado al orgasmo.

Fue uno de los polvos más intensos y más largos que he tenido últimamente, pero a los que ella me tenía acostumbrado en el pasado.

La noche transcurrió con una cena, abrazos, besos, bombones, Coronitas y sexo, mucho sexo…

Os aseguro que pocas treintañeras son capaces de llevar el ritmo de esta jovencita de cuarenta y tantos… y el que tiene agujetas hoy soy yo...

Ahora espero que cuando lo leas, te masturbes recordándolo, porque se que te provoco eso, porque se que disfrutas imaginándome entre tus piernas, se que te gusta tener dulces agujetas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Dulces agujetas...

Una confesión y petición de una amiga…

Una vez comenté que tuve una relación con una mujer de castellón, madura, con preciosas curvas… hablo a menudo con ella por chat, y este fin de semana me pidió un favor, relatar algo que ella hace a menudo, para que vosotros opineis al respecto, así que he cumplido su deseo, ponerme en su piel, y escribir lo que hizo a solas en le baño…

Hoy no podía más, pensaba en él, en aquél hombre que me quita el sueño, con el que fantaseo a menudo sola, en mi cama, pese a dormir al lado de mi marido. Esta mañana, en cuanto él marchó a trabajar, me metí en el baño, cerré la puerta con pestillo, mi hijo estaba en su habitación jugando con la PlayStation, y no deseaba que me molestara.

Abrí el grifo de la ducha, me desnudé, entré, subí la temperatura, me apoyé en la pared, y cerré los ojos, entonces apareciste tu, el hombre con el que tanto he gozado, con el que tantos orgasmos he disfrutado, el hombre que ha sido capaz de hacer temblar mi madurez, para convertirme en una adolescente cuando estoy a su lado.

Miré por el baño, en mi neceser, que no alcanzaba desde la ducha, escondo mi secreto, mi consolador, mi flor del placer individual, mi arma sexual para cuando mi pareja no alcanza a seguirme en la cama.

Cogí la toalla, me sequé un poco, fui hasta la puerta y cogí el vibrador, sin querer apagué la luz, y un tenue rayo de luz entraba por la ventana, me gustó ese nivel de luz, así me quedé, en penumbras, me apoyé en la puerta, dejé caer la toalla al suelo, y cerré mis ojos, sentí tus labios acariciar los míos, tus manos rozar mis pechos, te sentí bajar hasta mi olimpo, pero abrí los ojos y no estabas allí, preferí volver a cerrarlos, y de nuevo te sentí.





Hace semanas que no te tengo, pero sigo oliendo tu aroma natural, entonces me estremecí, mis dedos alcanzaron mi clitoris inflamado, mientras una mano los mojaba de mis propios fluidos, la otra ponía en marcha mi juguete, te imaginaba allí, de rodillas ante mi, con tu cabeza entre mis piernas, con tu lengua lamiendo mi sexo, con tus manos apretando mis nalgas a ti, mi dedo se turnaba con el consolador, la vibración me hacía abrir aún más las piernas, apretando mi culo, sintiendo el frescor de la madera en mi espalda, y abriendo mi coño a ti, hasta que recordé como se te ponia la polla mientras me comías… exploté, mi corrida llegí en segundos, el calor y la humedad del baño me excitan, como la de aquellos polvos que echamos entre el baho de la ducha del hotel al que solíamos ir.

Me senté el el water, sobre una toalla, me temblaban las piernas de la fuerza de mi paja, me masajeé las pantorrillas, subiendo por las rodillas, hasta mis caderas, luego mi barriga, y volviste a mi mente, sentía tus manos sobre mi piel, deseaba poseerte, pero estás a tantos kilómetros de aquí, que no llegarías a tiempo, pese a que te esperara toda mi vida… ahora cogí mi florecilla, me la metí en el coño, empapándola de mi esencia, su vibración me hacía cosquillas, pero no me daba gusto, la saqué paseándola por mi culo, subiendo por mis labios, mi cintura, hasta mis pezones, pasando mi lengua saboreando mis fluidos, para volver a bajar, abrir mis labios inferiores, y frotar esa pollita de silicona en círculos por mi clítoris, luego arriba y abajo, presionando, como si tus labios lo chuparan, acariciándome el ano, metiendo suavemente un dedo buscando mi punto de locura, subiendo después hasta mis tetass sin dejar de frotarme la campanilla, pellizcándome los endurecidos pezones, resbalando entre mis dedos mojados de mis líquidos, mientras mis piernas se abrían entre el bidet y la bañera.
Metía mi dedo mojado en mi boca, recordando el sabor de tu polla, los pliegues del glande, la sensación de tenerte tu carne para mi deleite.

Sentía como los músculos de mi coño se estremecían, para imaginarte, de nuevo, haciéndome llegar al orgasmo allí sentada, apoyada en la cisterna, con mis ojos cerrados, escuchando mi respiración, hasta gemir de gusto…

Me dolía el coño, esa corrida sobre le wáter había sido diferente, como dejándome a medias, me recordaba a alguna vez que tu me habías hecho suplicarte que siguieras, que no me dejaras así, que necesitaba volver a correrme y sastisfacer mis instintos, mi vicio secreto, mi adicción al sexo.

Me escurrí hasta quedarme sentada en el suelo, sobre la alfombra del baño, me puse a cuatro patas, recordandote sentado, mirándome mientras me preparaba para ti, en esa posición que te encantaba para dominarme, para clavármela hasta el fondo, para tirarme de mi melena, para clavar tus uñas en mis hombros hasta que me llenabas de tu semen, y de nuevo pasé mi mano ente mis piernas, no se qué es lo que me sucedía, pero la sequía sexual que tenía en mi casa, con el impotente de mi marido, me hacía desfogarme a menudo en los momentos de soledad. Mojé de nuevo mi flor rojiza, comenzó a vibrar, la apreté a mi clítoris, me dolía, pero ese orgsmo debía llegar, a tu salud, por ti, porque deseaba volver a tenerte, aunque fuera allí, en mi fantasía, en mi baño, en mi amor callado por ti.

Me temblaban las piernas, me estemecía curvando mi espalda, sintiendo tu aliento sobre mi nuca, abriendo mi culo para sentirte, gimiendo acelerada, mirando fijamente a mi mano que apretaba la alfombra, imaginaba tu gran y dura polla, venada, llenando mis espacios, queriendo partirme en dos con fuertes envestidas, simulaba tus sacudidas, mientras se me hinchaban los labios del coño, mientras volvía sentirte, mientras el calor inundaba mi vagina, mientras las gotas de esencia caían por mis piernas. Grité de gusto, me tapé la boca, me mordí la mano, pero aquél orgasmo era parecido a los que tu me provocabas, sin ser igual, te tenía allí, me dejé caer, me acurruqué y te soñé, a mi lado abrazándome.

Así suelo rememorar nuestros encuentros… los echo de menos amigo mío.

Hoy, tres días después, siento las dulces agujetas de haberte tenido de nuevo conmigo...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Repostaje especial

No se como me dejé convencer, pero su forma de hablarme por teléfono, y su promesa de ser buena me hizo confiar en ella….

Llegué en moto a la Repsol donde ella trabaja, procuré hacerlo temprano, para que no tuviera la excusa de que la esperara al salir de trabajar y me liara con ir a tomar algo.

Reposté y fui a pagar, Natalia no estaba, pregunté por ella y me indicaron que estaba en la oficina,, me dirigí allí, a través de un pequeño almacén.

Al abrir la puerta, su cara se iluminó al verme, se acercó a mi, y me besó, yo quise rehuir su acto, pero insistió ahogándome con sus besos:

- Natalia, esto no es a lo que yo he venido.
- Pero yo lo quiero, y tu no tienes compromiso con nadie.
- No sigas…

Cerró la puerta con llave, la sacó del paño, y se la metió dentro del pantalón. Me vi encerrado con una gata en celo, también tenía razón, no he de dar explicaciones a nadie, ni tengo ningún compromiso serio…

Me acerqué a ella, puse mi mano sobre su mejilla sacándole una sonrisa, cogí su nuca y la acerqué a mi. Nos besamos nuevamente, pero ahora era yo el que deseaba hacerlo y ponía empeño.

Le desabroché la camisa, dejando al aire sus pequeños pero preciosos pechos, me apoyé en una silla, la puse sobre mi regazo y le quité los pantalones, luego las braguitas dejando caer al suelo las llaves de la puerta.

La sujeté de la cintura, ante mi, mordisqueé sus pezones, su ombligo, metiendo mis dedos entre sus piernas, bruscamente introduciéndolos en su vagina, mientras sacudía su cuerpo hacia mi. En unos segundos se mojó, se agachó desabrochó mi pantalón y sacó mi polla venada y dura, la engulló como una puta, lamiendo mis testículos, subiendo hasta el glande, metiéndosela hasta la garganta, y nuevamente pasando la lengua por el tronco, a la vez que me pajeaba suavemente.

La verdad que había mejorado mucho, antes no la comía de ese modo, y me estaba haciendo llegar al orgasmo, agarré su cabeza echándola atrás, cogiéndomela con mi mano, y masturbándome ante su boca conseguí correrme en segundos, salpicándole la cara por completo, acabando mi eyaculación dentro de su boca, mientras su lengua recogía cada gota de semen que todavía expulsaba.

- Quiero que me folles, me dijo.

La tenía muy dura, una erección de campeonato, cogí la mano de Natalia, la levanté del suelo y la puse contra la pared, la miré fijamente a los ojos, mientras dejaba caer mi pantalón al suelo, le di la vuelta y acerqué mi boca a su nuca, clavándole los dientes, metiendo mis manos bajo sus pechos, acercando mi polla a su culo.

Puse mi mano en su pubis introduciendo un dedo mientras que mi cipote se abría paso entre sus nalgas, ella puso su culo en pompa, la penetré unos instantes, dejando que sus fluidos vaginales empapasen bien mi sexo, entonces la saqué, la apreté fuertemente a mi tapándole la boca con mi mano y de una sola estacada la enculé hasta el fondo, no era la primera vez que hacíamos sexo anal, ya conocía sus límites, y ella los míos.

La apreté contra la pared, agarrandome fuerte a su cintura, abriendo su culo, elevandola del suelo en cada embestida, sin dejar de morder su cuello, haciendo fuerza cogido al marco de la ventana y a un armario, hasta que mis piernas pidieron descanso, entonces ella se dio la vuelta, me empujó a una silla, abrió sus piernas y se montó sobre mi.

Cogida al respaldo, hacendo fuerza para que mi lanza se clavara lo más profundo en sus entrañas, yo me limitaba a concentrarme en mi sexo, en mi dureza, en su cueva abierta para mi, en su forma de brincar sobre mi, en sus pezones durísimos rozando mis labios.

Noté como quemaba mi sexo, como su vagina se inundaba de líquido candente, como sus piernas se apretaban a mis caderas, sus brazos se estiraban para volver a apretarme y acabar de correrse con un beso profundo e intenso, con un sabor especial, algo diferente a lo que me tenía habituado, todo ello sin dejar su vaivén, haciendome sentir las contracciones de sus músculos vaginales, haciéndome llegar a mi orgasmo, entonces mi polla se hinchó, intenté aguantarme, pero en unos segundos exploté llenándola de mi esperma, haciendo que mis fluidos invadieran su coño expulsando los suyos fuera, mojando mis testículos hasta empapar la silla.

Se quedó sobre mi unos minutos, sin sacarla, simplemente apoyada en mi hombro, apretada a mi cuerpo, mientras yo me limitaba a acariciar su espalda y besar su cuello.

Natalia, como ya te dije, este ha sido el mejor encuentro que hemos tenido tu y yo… ya hablaremos proncesita.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Sucedió de madrugada


Después de la cena hicimos el amor varias veces, en la alfombra del comedor, en la cocina, sobre el mármol, ante el espejo del baño… luego, yo iba a marchar a un hotel de Berga, a dormir, como suelo hacer cuando nos vemos de noche, pero me invitó a quedarme con ella, en su cama, ya que sus padres estaban fuera, de crucero toda la semana.

Por la noche, sobre las cinco de la mañana, me desperté sudando, pues en su casa hace mucho calor pese a las ventanas abiertas, así que me fui al baño, a darme una ducha.

Me giré, la miré, iluminada por la luz de la luna llena que entraba por la ventana, desnuda, boca abajo, la besé en la nuca, y fui bajando mis labios por su espalda hasta sus nalgas, allí introduje mi lengua rozando su ano, y dejé caer mi saliva entre ellas, me levanté y fui a la ducha.

La casa es muy grande, una masía, la ducha está al final de un pasillo en “L”, encendí la luz, cerré la puerta y me di una ducha rápida.

Al acabar salí silenciosamente, me acerqué a la puerta de la habitación y miré en la penumbra.

Estaba ella, boca abajo, gimiendo, acariciándose, contorneando su cuerpo, levantando su culo apoyada sobre las rodillas, se levantó a cuatro patas dejando su mano entre ellas, tocándose, moviéndose, con una mano apoyada en el colchón, y la cabeza sobre ella.

La toalla que yo llevaba en la cintura comenzaba a marcar la tienda de campaña, deseaba entrar y hacerla mía de nuevo, pero prefería no molestarla, dejar que hiciera… y espiarla.

Por si acaso, para que no sospechara volví al baño y abrí el grifo de la ducha, luego me puse nuevamente apoyado en el marco de la puerta y disfruté mirándola. Podía ver perfectamente lo que hacía, como había cogido un vibrador y lo acariciaba por sus labios vaginales inflamados, como lo introducía un poquito en su vagina, y gemía, como rozaba la punta por su clítoris, y gemía más fuerte.

Mientras mi mano ya había agarrado mi polla, dejé caer la toalla, y suavemente me iba masturbando, la piel de mi sexo se estiraba y arrugaba sin cesar, mojada por las gotas de semen que aún quedaba dentro de mi después de la última corrida. Procuraba no hacer ruido, aunque tal vez ella se imaginara mi presencia.

Cogió mi almohada, apoyó su cabeza en ella, la abrazó, cerró un poco las piernas, y se introdujo completamente su juguete, de repente escuché el apagado ruido de la vibración del manolito, ahora sus gemidos eran rítmicos.

Se levantó, sentándose sobe sus nalgas, con la polla de silicona entre ellas, metida bien adentro, y comenzó a dar pequeños saltos sobre ella, poco a poco más acelerados, a la vez que contorneaba su cintura, adelante y atrás, como si estuviera sobre mi haciendo el misionero que horas antes habíamos realizado.

Subía una mano por sus pechos hasta llevarla a su boca, lamiendo sus dedos, mamándolos, mientras la otra aguantaba el juguete en su interior. Se levantó, se puso de pie al lado de la cama, apoyó el vibrador en la esquina de ésta, y se sentó sobre ella, apoyando sus manos sobre las rodillas, moviéndose adelante y atrás. Yo ya estaba tan excitado, viéndola así, follándose a ella misma, que notaba como el orgasmo venía, dudaba si entrar o no, pensaba si ella lo preferiría o no. Entonces escuché un gemido largo, volví a mirar y la vi boca arriba en la cama, con las piernas dobladas sobre su estómago, y el vibrador metido hasta el fondo de su coño, sujetado por su mano.


No se escuchaba ya la vibración del consolador, entonces supe que su orgasmo había llegado, justo cuando el mío comenzaba, no quise para, tampoco podía, así que sin dejar de mirarla seguí masturbándome hasta que salpiqué con mi esperma la pared del pasillo (lo siento).

Cogí la toalla, limpié el semen, y fui al baño, a ducharme de nuevo, luego volví a la habitación, y me estiré a su lado. No nos dijimos nada, pues ella parecía dormida, y yo tardé minutos en quedarme igual.

El desayuno, que lo explique ella… porque la noche fue de las mejores que yo he pasado en mi vida… miento, la mejor.


Adoro tu piel.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

ALGO ESPECIAL

Si, eso pensé cuando llegué a su casa, las luces apagadas, velas en el suelo marcando un camino hacia la terraza de la piscina, allí me esperaba ella, sentada con las piernas cruzadas, apenas iluminada por unas velas de diferente tamaño en la mesa.

Me acerqué a Bella, la cogí de la mano, la levanté, y poco a poco.
Sin decirnos nada juntamos nuestros labios, mientras deslizaba mis manos por su cintura apretándola a mi, subiendo una de ellas, pasándola bajo su melena, cogiendo su nuca, y demostrándole mi añoranza con un beso largo y apasionado.

La deseaba tanto, llevábamos tanto tiempo sin vernos, las semanas se me habían hecho años, y el contacto telefónico me sabía a poco.

Bella llevaba un vestido de tirantes oscuro, el pelo suelto, y un escote generoso, zapatos de tacón, y una mirada….que me enamoraba.

No podía resistirlo, la cogí y la llevé a la tumbona de la piscina:

- ¿Ya? ¿no quieres cenar antes?

La callé con mi mano, la estiré boca arriba y subí su falda hasta la cintura, desabroché mi pantalón, y saqué mi polla dura, la penetré y le hice el amor como si fuera nuestra primera vez, mirándonos a los ojos y besándonos hasta que llegó el orgasmo. Te quiero.

Nos sentamos a la mesa, ya medio despeinados mi acto había hecho perder un tanto el glamour de la velada, pero no importaba, estábamos los dos, y eso era lo importante.

Me preparó una ensalada con piñones tostados, foie, tostadas, Coronitas, y una pizza casera, después de cenar, me cogió ella a mi de la mano, me puso de pie, y al lado de la piscina iluminada me desnudó por completo, ella dejó caer su vestido al suelo, y saltamos al agua. Se subió sobre mi cintura, nos besamos, nadamos, nos acariciamos bajo el agua, se apoyó en la pared, abrió sus piernas, y me puse entre ellas, la penetré, y me dejé llevar por su ritmo, su cadera subía y bajaba, me hacía sentir como los músculos de sus paredes vaginales presionaban mi nabo y lo soltaba llevándome al placer.

La cogí, y la senté en el borde de la piscina sin sacar mi polla de su vagina, mientras besaba sus labios, mis manos acariciaban sus pechos, siguiéndoles mi boca, mi lengua, mi deseo.

Me apartó, se dio la vuelta, y apoyando su pecho en el suelo abrió sus nalgas con las manos, ofreciéndome su raja.

La volví a penetrar, esta vez con rabia, con fuerza, esta vez no quería hacerle el amor, esta vez quería follármela bruscamente, y notaba como ella lo deseaba, le gustaba, sus gemidos se convirtieron en gritos de gusto, apoyé una pierna en el borde de la piscina, y cogí su melena mojada con mi mano, la cabalgué hasta que de su coño comenzó a emanar el semen de mi orgasmo, sin cesar de moverme en su interior me abracé a ella incorporándola, y besando su cuello.

Le di la vuelta, la estiré en el césped, y me puse entre su piernas, le dediqué una de las comidas de coño mejores y más intensas que jamás he hecho, entreteniéndome al sentir sus gemidos en su clítoris, lamiendo sus labios mientras la penetraba con mis dedos, abriéndola para pasear libremente mi lengua sobre su campanilla, hasta que comenzó a levantar su pelvis, sujetando mi cabeza contra su coño, y yo clavando mis uñas en sus nalgas.

Lamí, mordisqueé, chupé, absorbí, hasta que unas gotas de líquido caliente salieron de su vagina, derramándose por sus labios hasta mis dedos, acerqué mi lengua y rebañé cada una de las gotas del exterior, y posteriormente en su interior, chapándome los dedos mientras me incorporaba para acostarme a su lado y quedarme medio adormecido susurrándole deseos al oído….


Sinceramente, fue algo especial, muy especial, que espero repetir.