viernes, 25 de diciembre de 2009

Un dulce despertar, Feliz Navidad




- Te mereces esto y más

Me pareció entener eso, pero no estaba seguro, mi estado era todavía de semiinconsciencia, no estaba todacía despierto.

Sentía su calor, el roce de su piel sobre mi brazo, su melena en mi pecho, su mano acariciando mi sexo.







La noche buena había sido cansada, la familia, el cava, el vino, los turrones, los chupitos… y en cuanto todos marcharon, y los niños quedaron dormidos… sexo en la cocina, luego sobre la mesa del comedor, y una comida de coño que le hice que me hizo correrme sólo con verla gozar. Mis manos la sujetaron desde atrás, sus manos agarraban mi cabeza entre sus piernas, y de tanta excitación, un orgasmo me salió a la vez que se derritió en mi boca.

Sus manos hacían magia sobre mi, del estado de relax que me encontraba consiguió una erección matinera de grandes dimensiones, notaba la sangre moverse al son de mis latidos por las venas de mi polla. Seguía acariciandome.

Apartó las sábanas, subió una pierna sobre mi vientre, con su mano dirigió mi pene a la entrada de su vagina. Se deslizó hasta quedar abierta sobre mi, una pierna a cada lado, y mi polla deseosa de penetrarla.

- Te lo quiero dar todo, mi vida.

De nuevo su susurro entró en mi cabeza, de nuevo ese estado medio dormido en el que me encontraba se hizo mas leve, ahora abrí ligeramente los ojos, y la vi sobre mi, su cuerpo marcado por los rayos de luz del sol que entraban por la persiana, sus pechos grandes, excitados, mordiendose el labio inferior por la excitación íntime en la que ella ya se encontraba.

La vida sexual, con niños en casa, no es sencilla, pero ella siempre conseguía hacerme sentir como en nuestro primer encuentro.

Se deslizó un poco abajó, provocandose a si misma la penetración, ella estaba superlubricada, su coño grande y empapado se abría fácilmente a mi, sus músculos vaginales abrazaban mi sexo.

En pocos movimientos llegué al fondo de su ser, ella se movía sobre mi como una serpiente, primero acercaba a mi cara sus pechos, luego la cintura, y leugo subía y bajaba sus caderas.

Mis manos ya delataron mi despertar, acaricié sus mejillas, besé sus labios y le susurré un te quiero.

Me apartó las manos, me las puso sobre su cintura, y me dijo:

- Jordi, nadie me ha comido el coño como tu lo hiciste anoche, me haces gozar, ser única, déjame hacer a mi.

No dije nada, me concentré en la firmeza de mi sexo, en la dureza de mi polla. Ella iba acelerándose, poco a poco, frotando su clítoris sobre mi pubis, concentrando su fuerza en entrar y salir, dedicando sus movimientos a hacerme sentir el calor.

La miraba a los ojos, ella me devolvía esa mirada sin cesar, y le expresé con ellos que no podía más, que me iba a ir, que iba a explotar.

Sonrió, exploté, la inundé de mi, nuestros gemidos se hicieron sonoros, apagándolos con nuestros labios.

Es una gran manera de comenzar el día de Navidad, haciendo el amor con quien amas.


Hoy no te tengo, y no se cuando volveré a tenerte, pero como cada aliento desde que te conocí, pienso en ti.

Feliz Navidad mi amor. Te quiero.


... Desperté de mi sueño....

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Exótica, Primera Parte

Uno no programa estas cosas, no planea estas situaciones, la vida se sucede, y pasa lo que pasa.

Compañeros de trabajo me habían adevertido: Brasil, no querrás volver a España.

Fue un viaje largo, un montón de horas para 1 día de trabajo en Río, suficiente según unos, escasos días para mi, por lo que alargué mi estancia un par de días más.

Puesto que hacía apenas dos meses de nuestra boda, me llevé a mi mujer, como debía ser.

Un chófer de mi cliente nos llevó al hotel, eran las tres de la tarde, y venía totalmente despejado, el viaje durmiendo y preparando informes, mi mujer no podia dormir en el avión, y prefirió quedarse en la habitación.

Salí a pasear por los alrededores del hotel, haciendo caso omiso de las recomendaciones de mis colegas…

Escuché música, dos calles arriba, y quise acercarme a ver. Era un ensayo de un grupo de chicos y chicas vestidos de carnaval, culos perfectos, cinturas de vértigo, pechos de escándalo… al otro lado del grupo, una chica jovencita les indicaba lo que debían hacer, con una gracia especial, me apoyé en la pared, y me quedé observándolos.

Ella se dio cuenta, de vez en cuando, mientras corregía a sus compañeras de comparsa su mirada se desviaba hasta cruzarse con la mía, me fijaba como se movía, cómo demostraba los movimientos de cadera, cómo meneaba la cintura hasta hipnotizarme con ella.

Pasó a mi lado, y sin mirarme, me dijo algo, comenzamos a conversar, estuvimos así un rato, como si no hablaramos, pero nos fuimos presentando, después, su mirada se clavó en la mía, la mía que no era capaz de mirar a otro lado hizo lo propio.

- Ven, no eres de aquí, ¿quieres que te enseñe algo especial?
- Me encantaría.

Me llevó a un garito medio cerrado, no había nadie, una mujer tras la barra pasando un trapo, repasando los estantes.

- Mery, márchate ya.
- Si señora.

Era un local de madera, con decoraciones tipo taberna irlandesa, pero con toques de colores, de carnaval, un olor profundo entre traviesa de tren y humedad de bodega.

- Este local es único en Río. Es mío, lo creé con mis propias manos, y lo llevo con unas amigas cada noche.
- Alucinante, qué narices montar un negocio ella sola.

Me senté en la barra. Me sirvió una caipirinha y continuamos charlando, me explicó cómo era la vida en Río, yo le respondí cómo era la vida en Barcelona, no os imaginais lo bien que se vive allí… al menos lo tranquilos y felices que se les ve.

Su mano se acercó a la mía, me aparté, pero dio la vuelta a la barra y vino hacia mi, me giré, se puso entre mis piernas, de pie, a escasos centímetros de mi rostro, sin dejar de hipnotizarme con sus ojos negros, sin apartar sus manos de mi cintura.

Acercó sus labios a los míos, y me dejé llevar, sentir esos labios fue como la brisa en verano, era deseado, era inesperado, era…. Excitante.

Sus manos se metieron bajo mi camiseta, arañándome con sus uñas la espalda, mordisqueándome con sus dientes, metiendo su mano entre nuestros cuerpos, acariciando mi paquete escondido bajo mis pantalones de pinzas.

- Esto también es único en Río.
- No lo dudo.

Se arrodilló ante mi, bajó la cremallera y sacó mi polla, la agarró fuertemente, la lamió, mordió mis huevos, saboreó mi sabor. Me pajeba suavemente, mientras no dejaba ni un milimetro de mi cipote sin lamer, sus dedos apretaban mis testíulos, la agarré del pelo, la levanté, le di la vuelta y la apoyé en la barra, dejé caer al suelo su falda, arranqué su camiseta, no llevaba sujetador, y un minúsculo tanga cubría su culo, lo arranqué.

Acerqué mi sexo entre sus nalgas, antes de metérsela la froté por su ano, por sus labios vaginales, acaricié su joven piel, apenas tendría 25 años, y mientras subía mis manos hasta alcanzar sus pechos juveniles, pequeños, sus pezones durísimos, erizados, la clavé a fondo.

Un gemido salió de su garganta, quería escucharla gritar, la gente pasaba por la calle, la persiana a media altura evitaba que nos vieran, pero nos iban a escuchar.

Subí mis manos, a su cuello, su nuca, agarré su melena morena con mi mano, y tiré de ella, ahora la penetré a fondo, y volvió a gemir. La imagen de su espalda arqueada, perfecta, sin marcas, su piel lisa, me excitaba. Queria llenarla de mi, pero prefería esperar.

Le di la vuelta, la elevé ante mi con mis manos, y la llevé hasta la mesa de billar, allí la estiré, devoré su sexo, me concentré en sacarle un orgasmo, lamí su clitoris, chupándolo a la vz que mis dedos acariciaban su ano relajado, mordiéndolo, metiendo mi lengua como si fuera mi polla, buscando su punto G que fácilmente encontraba, ayudándome con mis dedos, masturbando su ano.

Comenzó a moverse, su cadera iba y venía, mi sexo estaba nuevamente listo, y ella deseaba ser penetrada allí, sobre esa mesa.

Se sujetaba a los laterales de la mesa, doblaba las piernas sobre mi espalda, cogía con una mano mi cabeza, apretándome a su coño. Sus empapados labios me llenaban la boca de sus fluidos, tenían un sabor diferente al que yo estaba acostumbrado, era dulce, eso si era único, dulce….

No podía más, ella gemía sin cesar, cerraba los ojos, susurraba algo que no llegaba a entender, palabras extrañas para mi. Poco a poco fui subiendo, sin despegar mi lengua de su piel, pasé por su pubis, su ombligo, acariciandola sin cesar, por sus pechos, entreteniendome en sus pezones, pequeños, pero duros, subí un poco más, era siempre la misma frase, no la comprendía, la besé, entonces me rodeó con sus piernas y me trajo a ella, la penetré, entonces gritó: - siii, siii.

Eso me puso más caliente, sus manos buscaban las mías, sobre nuestras cabezas, sus piernas dobladas en mi espalda, subí una pierna a la mesa, podía así hacer más fuerza.

Las embestidas iban y venían, una y otra vez, cada vez más aceleradas, cada vez más profundas, hasta que se apretó fuertemente, y nos dejamos ir, explotando uno sobre el otro, llenando su sexo de nuestros fluidos, haciendo rebosar esa esencia de sus vagina, y mojando la tabla.

Nos quedamos inmóviles unos minutos, recuperando la respiración, y, simplemente, uno sobre el otro.

Nos vestimo y acabamos la copa, charlamos un rato más, y jugamos a billar, con nuestros aromas sobre la mesa.

Al marchar me sacó un mapa, señalando una cala a unos kilómetros de allí:

- Mañana, a las 7h, después de cerrar el bar estaré allí, tomando el sol, te espero.

A las 10 tenía mi reunión, supuse que me daría tiempo, así que accedí al encuentro, pero eso… os lo explicaré otro día.

lunes, 14 de diciembre de 2009

No sabes lo que te espera

No te imaginas lo que te espera, se que ha sido algo improvisado, un encuentro casi forzado, pero así ha de ser. Tal vez no lo planeaste, pero yo…. Hace días que se lo que pasará.

Antes de salir de casa irás al baño, te mirarás al espejo y pensarás en lo que vas a hacer, cogerás tu perfume y derramarás unas gotas en tu pubis, ajustarás tu liguero, apretarás bien tu escote, dejarás abierto el último botón de tu blusa, te mirarás por delante, de perfil, y por detrás, cogerás el todo terreno, y vendrás al lugar donde siempre nos encontramos.

Llegaré en mi BMW, en el grande, saldré a acompañarte de tu coche al mío, pero a mitad de camino te besaré, ante todo el mundo, mi lengua recorrerá tus labios, mis manos se sujetarán a tus caderas, y las tuyas a mi cuello.

Ya en mi coche pondré mi mano sobre tu pierna, como suelo hacer, y tu pondrás la tuya sobre mi mano, para guiarla en nuestro juego previo. Te miraré, fijamente, en cada semáforo me acercaré a ti, y entre susurros te robaré algún beso.

Eres mía, vuelves a ser mía.

Ya en nuestro hotel subiremos apresuradamente la escalera hasta la habitación, es la misma de siempre, la que tanto te gusta, con esa cama grande, el baño con jacuzzi, qué menos para una ocasión tan especial como esta, ¿no estás de acuerdo?

Me acercaré a ti, tus ojos se clavarán en los míos, mientras me acercaré a tus labios para robarte el último beso antes de hacerte el amor, mis manos ascenderán hasta tu escote, donde desabrocharán uno a uno los botones, dejando emerger tus preciosos pechos.

Poco a poco nos dejaremos caer hasta la cama, apretándonos en la pared, junto a la escalera, agarrándonos a la barandilla sin dejar de comernos la boca, ascenderemos hasta nuestro lecho, donde ya habrás dejado caer tu falda, donde te estiraré, donde besaré tu cuello, mordisquearé tu escote, bajaré hasta tu sexo, lameré tu pubis inhalando tu perfume. Entonces te miraré mientras aparto tu ropa interior, treparé hasta tus ojos, y justo cuando más me desees, introduciré mi sexo poco a poco en el tuyo.

No nos hablaremos, pero en nuestras mentes vendrán frases que hablen de sentir cada milímetro, que digan cómo se abren los labios vaginales, imaginaremos el movimiento de tus músculos al abrirse paso mi polla. Recordaremos lo que nos provoca un orgasmo, nos besaremos con locura, nos apretaremos, y en unos instantes, cuando nuestra respiración sea acompasada, cuando nuestros corazones no puedan más, explotaremos, volveremos a sentir ese paraíso que se esconde en nuestra corrida, llenaré con mi esencia tus entrañas, abrazarás con tus fluidos mi piel.

Deseo abrazarte, quedarme inmóvil en ese momento, saborear cada gota del intercambio de fluidos, deseo, simplemente, escuchar nuestro latir, y poco a poco despertar nuestra pasión hasta un nuevo encuentro.

Bajaré a tu pilón, me amorraré y beberé nuestro gozo, lameré cada rincón de tu sexo, follándote con mi lengua, frotándome en tu pierna, para ponerme sobre tu cara en instantes, conseguir el sesenta y nueve que te enloquece, y haré que tu corrida salpique mi boca, haré que tus piernas me encierren, haré que gimas al sentir el calor de mi polla en tu garganta.

Cuando te haya robado ese nuevo orgasmo, te daré la vuelta, cabalgaré a cuatro patas sobre ti, estiraré tu cabellera, clavaré mi polla hasta el fondo, llenaré cada rincón con mis jugos, clavaré mis uñas en tu cintura, y disfrutaré de sentir tus pechos ir y venir por mis manos a cada embestida.

Cuando no pueda más, justo antes de mi explosión, te empujaré sobre el colchón, te someteré entre mi sable y la almohada bajo tu vientre, clavaré mi espada firmemente hasta el fondo, tirando atrás de tus manos, para forzar más, si cabe, mi penetración.

Cuando no pueda más, pararé, me dejaré caer sobre tu espalda, me acercaré a tu oído, y te susurraré los sentimientos que en ese instante vengan a mi mente.

Inundaré tu vagina de mi semen, llenaré tu entrepierna de sexo, el fruto de nuestra locura goteará sobre la cama, y nos rendiremos uno junto al otro, hasta que recuperemos el aliento.

Cielo, te deseo, no sabes lo que te espera.