viernes, 24 de diciembre de 2010

Terapia de pareja

Por la puerta entraron los dos, una pareja joven que quería aparentar estar unida, pese a la distancia de sus gestos, y la incompatibilidad de sus caracteres. Tan sólo recuerdo aquella sesión con él, el resto, preferí gozarlas…

Les hice venir por separado, primero ella, después él. Ella me explicó el porqué no comprendía a su marido, un chico aficionado al erotismo, con don de palabra, sexualmente muy activo, pero poco correspondido por aquella jovencita, ella esperaba algo que él nunca podría darle de nuevo, la esclavitud de un siervo.

Nada más despedirla investigué en internet, localicé sus escritos, su web, leí uno tras otro todos y cada uno, me imaginé, me excité, me mojé, volé con mi imaginación por aquellos lugares descritos, aquellas pieles desnudas, aquellos textos secretos.

A los pocos días, vino él, un chico alto, moreno, de bonitos ojos y mirada penetrante, con aires distraidos, con excusas preparadas para todas las críticas que de él podía haber hecho su mujer.
Sólo pregunté por su afición.

Sentía curiosidad por el hobby de escribir, quería saber qué le llevaba a aquello, de dónde sacaba la inspiración, si realmente era fantasía o realidad , mi imaginación comenzó a volar cuando de sus labios salían palabras como sexo, penetración, excitación, morbo, pasión, infiel, amantes… quise ser su musa, dejarme llevar por aquellas palabras, quise ser la protagonista de su nueva fantasía, quise que su mente poseiera mi cuerpo, que sus palabras penetraran en lo más profundo de mis entrañas.

Su mirada era intensa, se clavaba fijamente en la mía, y me seducía, escudriñaba cada detalle de mi rostro, de mi escote, de mis movimientos, y yo de los suyos, le atraía, se que le atraía, lo notaba.

Desabroché un botón de mi blusa, crucé mis piernas para que pudiera observarlas a través de la mesa de cristal, las dejé entreabiertas, mordisqueaba el bolígrafo, mientras miraba de reojo por encima de la montura de mis gafas de leer, quería ponerle nervioso, quería probar hasta dónde era capaz de soportar, me levanté, acercándome a la ventana, haciendo que me viera a contraluz, no dudo que mis pezones se marcaban, pues el frescor de la brisa que entraba por la ventana así lo solían provocar, mientras le escuchaba, caminaba por mi despacho, me detuve tras él.
No se inmutaba, continuaba con sus explicaciones, yo rozaba su americana con mis dedos, observaba su espalda ancha, sus manos gesticular, no pude controlarme, posé mi mano en su hombro.

El silencio se apoderó de la habitación, me quedé inmóvil, giró levemente su rostro y siguió hablando como si nada, su voz se volvió más calmada, grave, sensual, escucharle provocaba que me mojara, me acaricié la cintura, los pechos, las caderas, mordí mis labios, lamí mis dedos, quería sentirle.

Bajé mi mano, sobre su pecho, deshaciendo el nudo de la corbata, fui rodeándole hasta estar ante él, una sonrisa de mueca apareció en su rostro, mientras su mano se posó sobre mi cadera acompañándome hacia su cuerpo.

Arremangué mi falda mientras me cogía fuertemente y me sentaba sobre su regazo, en segundos noté la dureza de su paquete bajo mi ingle, quise agarrar aquella tranca oculta bajo el pantalón y que me atravesara, pero él fue más rápido que yo, destrozó mis medias de un tirón, metió una mano bajo mis bragas penetrando con sus dedos mis entrañas inundadas de deseo, desabrochó su pantalón y sacó su polla que puso entre los dos.
Me froté sobre aquél mienbro duro, sentía su piel sobre mis clítoris atrapado bajo la seda de mi braga, la aparté para sentirla directamente, uffff, qué sensación, desde que me divorcié no había tenido una polla tan cerca de mi coño.

No pude más, cómo le deseaba, me levanté, la puse en posición, y me dejé caer suavemente, concentrada en mis jugos que se abrían paso a la entrada de su sexo en el mío, las paredes de mi coño se abrían, cada pliegue de mis entrañas, y cada músculo de mi vagina se dilataban esperando la conquista por parte de aquella polla experta.

Dios! Cómo me hacía gozar, y todavía no había llegado al fondo!!!

Inhalaba su perfume varonil, intenso, profundo, no lo reconocía, pese a serme familiar.

Le regalé mis pechos, abrí mi blusa para que me comiera, y no me decepcionó, su boca se aferró a mis pezones libres de sujetador, su mano seguía a sus labios agarrando fuertemente los senos, mientras la otra masturbaba mi ano, al ritmo de su penetración.

Me dejé llevar varias veces, mojando mis bragas, empapando sus testículos, y comiéndome su boca, a cada orgasmo mis gemidos aumentaban de volumen, temía que mi recepcionista entrara asustada por el ruido del sexo, pero no podía controlarme, eso era lo de menos, tan sólo temía tener de compartirlo con alguna visita.

Me levantó a pulso sobre sus caderas, sin dejar de penetrarme, me folló contra la pared, subiendo mis brazos sobre mi cabeza, besándome, desnudándome al vuelo, haciéndome gozar como a una de sus amantes asíduas. Cerraba mis ojos, mordía mis labios, le sujetaba la nuca para que no se apartara de mi, apretaba fuertemente con mis piernas que le rodeaban la cintura, y sentía aquella polla que me tenía empalada cada vez más adentro, hasta que derramé sobre su miembro el fruto de mi gozo, qué placer sentirle, no pudo contenerse, iba a apartarse y le pedí que se corriera dentro, así lo hizo, regalándome su semen divino.

Me llevó sobre el sofá, me acarició desnuda, estirada me penetró por delante, sin dejar de besarme, cubrir mi pecho con sus labios y cada centímetro de mi piel con sus manos, después me dio la vuelta, acarició mi espalda, abrió mis nalgas, y con suma suavidad y delicadeza, me penetró, no pude negarme a cederle la virginidad de mi ano para su satisfacción íntima, consiguió el premio de mi orgasmo de ese modo también, pues la lubricación de mi coño empapaba mi culo.
Acabé sentada sobre él, dándole mi espalda, penetrada profundamente, sin apenas sacarla, sudando de pasión, emborrachada de gozo, excitada sin cesar por sus caricias, y sin apenas escuchar una sóla de sus palabras desde que comenzó todo.

“En conclusión, doctora, le diré que mi gran problema en casa es que todo hombre quiere una puta en la cama, y una dama en la calle, yo sólo tengo lo segundo, por eso busco fuera de casa lo primero, y lo seguiré buscando”.

Le di la razón, mientras mamaba el orgasmo que acababa de robarle con mi boca, y pensaba en que su próxima visita debía ser pronto, aquél hombre necesitaba tratamiento, y contra más, mejor.







sábado, 9 de octubre de 2010

Pero hija, ¡mírate al espejo!

Les observo, compañeros de trabajo, al parecer, o bien se conocieron al entrar al tren y coincidir en butacas juntas, estoy en el AVE, de regreso a casa.

Él, alto, moreno, delgado, sencillo, normal, la mira de reojo, y hace un comentario sobre la merienda que acabamos de tomar, ella rubia con ojos azules, gafas que la hacen un tanto interesante, vestida con pantalones que le definen perfectamente las líneas curvas de sus caderas, hace ver que lee, pero no lee, la mirada se le desvía al sentir que su compañero no pierde detalle de sus piernas.

Ahora ella hace un comentario sobre el posavasos (qué poco original), y él lo coge con sus dedos, rozando, como no, los de ella: -Si, parece celulosa doble. (como si tuvieras idea de lo que es eso, si vienes de una feria de muebles de cocina!!!)

- ¿Te apetece una copa? ¿Vamos al vagón restaurante?
- No bebo, pero gracias.

La observo, se arrepiente de sus palabras, ella habría aceptado, pero su mirada delata duda, además, vamos en preferente, y aquí la copa es gratis.

Estoy sentado a detrás de ellos, a ella la veo de reflejo en el cristal de la ventana, destacan sus pechos enormes, bien puestos, de vez en cuando se gira y ve mi reflejo observándola, a él en diagonal, y vaya, cómo se nota que quiere un final feliz para su viaje, miradas, sonrisas, muecas, ¡joder, díselo ya!, o se lo digo yo.

Se nota de lejos lo que busca, y las mujeres no son tontas, ella también lo sabe, y le da muestras que acepta, le ríe las gracias, acepta sus comentarios, pero este tío es tonto, no se da cuenta, o es un acojonao.

Suena un móvil, concentrado en mi trabajo no me doy cuenta que es el mío, ellos me miran, me señalan, pido disculpas, descuelgo y eres tú, ellos se miran, sonríen, y ella dice: -Vamos.
Me levanto y voy al pasillo a hablar con cierta intimidad.

De repente ellos pasan tras de mi, primero ella, entra en el baño, a los segundos él, pica a la puerta y se abre, no tengo la menor duda de que ella lo ha propuesto.

Cuelgas, pero me quedo allí, haciendo ver que hablo, tengo curiosidad, quiero saber, y entro en el servicio contiguo, echo el pestillo, silencio, apoyo mi oreja en la pared.

Risas, palabras, un golpe, un cinturón que cae, otro golpe, otro, otro, el ritmo comienza a acelerarse, los golpes son cada vez más rápidos, más rítmicos, más calientes. Gimen, me excito, cómo me gustaría a mi un polvo en el tren, desde que lo hice con aquella chica en mi primer viaje en AVE, no ha vuelto a suceder, tampoco lo busqué más, pero fue sexy, fue morboso, erótico y ardiente.

De repente un golpe tremendo, ahora unos pocos suaves, flojos, imagino el cambio de posición, comenzaron ella sentada sobre el lavabo, abierta de piernas, recibiendo su polla, les imagino con la camiseta arremangada sobre los pechos, el sujetador bajado hasta la cintura, las tetas al aire, los pezones duros, a él desabrochado, ofreciendo su pecho peludo, sus manos apoyadas en la pared, mientras ella se cuelga de su cuello y le rodea con las piernas, o tal vez las abre bien apoyadas sobre el retrete y la puerta, y ahora, después de unos minutos así cambian de posición.
No dudo que ahora ella ha bajado, se ha puesto culo en pompa, él la ensarta desde atrás, de ahí el golpe inicial rudo y fuerte, y los rítmicos que le siguieron, seguro que la cabeza de ella apoya en la pared, sus tetas cuelgan y se zarandean a cada embestida, mientras trata inútilmente de frenarse con sus manos o codos. La imagino si haberse quitado el tanga, apartado a un lado sobre su nalga, y él observando parte de su espalda descubierta, y agarrándola de las caderas mientras apoya su espalda en la pared trasera, para así hacer más fuerza.

Pican a mi puerta, y después a la suya, que esperen, ¿no ven que estamos en pleno acto sexual? –Ocupado, coño!!!

Los golpes han cesado, silencio, vaya, les han cortado el rollo, y yo empalmado. Risas, gemidos, y de nuevo los golpes, ahora habrán cambiado de posición, digo yo, y ¿cuál será? Intento imaginar, adivinar con lo que escucho, el qué harán, lo que yo le haría.

Ahora simplemente gemidos de él, a ella no la escucho, seguro que se la está mamando, no hay la menor duda, el gime, cada vez más fuerte, jajaja, se nota, no puede más, le dice que trague, que no deje nada, se parece a mi. Se calla, y un gemido largo y fuerte, seguro que alguien más ha escuchado el orgasmo, si se esperan en el pasillo, ¡les habrán pillado!

Me echo agua fresca en mi sexo, hasta bajar la “inflamación”, y salgo antes de que lo hagan ellos, nadie espera, se cansaron, no lo dudo.

Me siento, ye les veo llegar, ella va a tomar asiento y me mira, me guiña el ojo y sonríe, ¡vaya pelos! ¡Vaya cara de bien follada! Pero hija, podías haberte mirado al espejo, ¡¡¡ tienes semen en la comisura de los labios!!!!

En cuanto él se sienta, la mira, se ríe y con un pañuelo la limpia, qué vergüenza, sin duda.


“El sexo en un lugar público es morboso, sensual, peligroso y fabuloso, tendré de probar de nuevo el baño del AVE, o tal vez del tren hotel, ya veremos, o de la cafetería esa a la que suelo ir.”

domingo, 3 de octubre de 2010

Amanecer con una Princesa

Sentía el acelerado latir de mi corazón fuertemente en mi pecho, notaba el suyo en su cuello. Una gota de sudor caía por mi frente, haciéndome cosquillas al resbalar por la mejilla, llegando a la punta de mi nariz precipitándose desde ella sobre la sábana.

Tomé aire, intentando recuperar el aliento entrecortado, intenté calmarme, pero el ardor de mi polla dentro de su vagina y el olor a sexo recién disfrutado inundaban mi mente con imágenes de las escenas de pasión acabadas de vivir.

Fue un orgasmo gritado, gemido y enormemente gozado, nuestro primer orgasmo, nuestros fluidos en su interior ardían cual lava erupcionada mientras la musculatura de su vagina aprisionaba con fuerza mi sexo.

Fue una tarde puramente sexual, fue un encuentro de desahogo, de deseo contenido y por fin liberado, después de tanto tiempo hablando, negando la evidencia, distrayendo nuestra atención hacia terceras personas, por no querer reconocer que no estamos hechos para picotear, sino para saborearnos intensamente, para descubrirnos y redescubrirnos día tras día.

A mi mente venían la intensidad de sus besos al encontrarnos por primera vez, la humedad de sus labios, la fuerza de sus abrazos, la dureza de sus pechos, el deseo de su mirada, y al llegar a la cama, ya desnuda sobre mi, recordaba el movimiento de sus caderas, el gozo de su sexo al recibirme…

Allí, tumbado sobre ella, sus manos acariciando mi espalda suavemente, sus piernas rodeando mi cadera, conseguimos tomar aire, nos miramos, sonreímos, y nos acurrucamos de nuevo.

Charlamos horas y horas, sobre cómo el destino nos había cruzado en esta vida, como los detalles que anteriormente vivimos nos llevaron a ese punto en el que nos encontrábamos, y lo fácil que habría sido no llegar ni a coincidir, por suerte tuvimos las palabras justas, en el momento justo, los clicks justos, en los links adecuados.

Un rayo de sol entró por la rendija de la persiana mal cerrada, habíamos pasado la noche en vela, conociéndonos, investigando en nuestro interior, confesando los secretos que no le habíamos dicho a nadie, sincerándonos, y besándonos.

Se acercó a mi, apartó la sábana, dejando nuestros cuerpos iluminados por el amanecer, acercó su mano hasta mi cuello, lo acarició, luego mis labios, mi mejilla, bajó por mi pecho hasta llegar a mi flácido miembro, que a las órdenes de sus dedos rápidamente se puso firmes.
Yo la rodeaba con mi brazo, acariciaba su espalda, poco a poco se fue acercando, haciendo que su boca pasara por donde sus dedos acababan de pasar, al llegar a mi sexo erecto lo acarició, paseó su lengua por toda su piel, sonrió y subió rápidamente hasta mi oído, susurró hazme el amor, quiero ser tu reina.

La besé, intensamente, sujetando su nuca, posando mi lengua sobre la suya, apasionadamente enloqueciéndome con sus labios, cerrando mis ojos, enredando mis dedos en su cabello liso, largo, suave, suyo.
Pasó una pierna sobre mi, posando su coño sobre el tronco de mi polla, frotando suavemente, haciéndome alcanzar una erección matutina de escándalo, bajó una mano, la agarró, la dirigió a su cueva, se dejó caer y la ensarté a fondo.
Un gemido profundo y largo escapó de su garganta, volvió a besarme cerrando los ojos, sin dejar de moverse suavemente, para de repente cabalgarme ferozmente, levantarse ante mi, sentarse con os pechos empitonados al frente, sus grandes pechos ofrecidos a mis manos, su cabeza echada atrás, y sus manos en su vientre, sintiendo en su interior el ir y venir de mi ser.

Cogí sus manos, entrecrucé mis dedos con los suyos, la traje a mi, y en ese mismo instante exploté, el semen candente inundó su interior, sus movimientos eran feroces, engullía toda la carne y volvía a sacarla, tan sólo se escuchaban sus gemidos y el chapoteo de nuestros fluidos en su interior, hasta que paró en seco, cerró fuertemente las piernas, llenó sus pulmones de aire alzando los pechos, contuvo la respiración unos instantes y se desplomó sobre mi soltando un gemido suave y largo.

Ese día no fui a trabajar, llamé para decir que estaba enfermo, y nos quedamos en la cama de ese hotel…

lunes, 23 de agosto de 2010

Seis meses, ocho días y cuatro horas

Seis meses, ocho días y cuatro horas hacía que me despedí de ella, marché a ningún lugar, y ella, se quedó donde debía estar, ordenando su mente, su vida.

Allí, de pie, ante aquella puerta de madera noble, inmensa, de un piso del ensanche barcelonés, un ramo de rosas rojas en una mano, una botella de Viña Esmeralda en la otra, afrutado vino que nos encantaba tomar en nuestros encuentros secretos.
Miraba, en el silencio de aquella escalera, los detalles de ebanistería, simplemente recordando, soñando despierto, relamiéndome, aquellos labios que me hicieron perder la razón, pensando en aquello que se me había prohibido para siempre, ahora tenía novio, por teléfono tan sólo dijo:

- Sigues siendo mi mejor amigo, ven a cenar, pero por favor, respétame.


No lograba comprender el porqué de aquella cena, ¿para hacerme daño? ¿Para ver si todavía sentía algo? Seguía meditando.

Dirigí mi mano al timbre, pulsé, y un dindong sonó, escandaloso, despertando al horrible perro del vecino de en frente. Un ruido metálico detrás de la puerta, la corredera de la mirilla se abrió, sonreí como un imbécil, dudaba si debía o no estar allí.

Se abrió la puerta, una sonrisa dulce e intensa como el amanecer me recibió, su pelo precioso, sobre los hombros, sus ojos alegres clavados en los míos, su cuerpo contorneado esperando recibir mi abrazo, que no se hizo esperar.

Me apreté a ella, inhalé su perfume y de repente supe porqué estaba allí, porqué este imbécil volvía a entrar en su vida, porque estaba enganchado a ella, ella era mi droga, mi aire, mi pasión.

Deseé besarla, deseé desnudarla allí mismo, deseé poseerla de nuevo, las imágenes de escenas sexuales junto a ella invadían de nuevo mi mente.

Me presentó a su novio, pues estaba frente a nosotros, en el pasillo, mirando con cara de “¿qué coño hace este tío?”

Pasamos al comedor, donde nos servimos una copa, y comenzamos a charlar sobre lo que estos 6 meses, ocho días y casi cinco horas habían dado de si. Durante la charla, me dieron un sobre… una puta invitación para una boda. Sonreí como un gilipollas, les felicité como si realmente me hiciera ilusión, me sentí inútil en aquél lugar, y no sabía como escapar, necesitaba volver a desaparecer.

- Vamos a abrir la botella de vino. - Dijo él.

Fue a la cocina, entones aproveché para abalanzarme sobre ella, mirándola a los ojos, haciéndole sentir mi aliento, mi calor, mi pecho sobre el suyo, apoyando mi entrepierna sobre su pierna, le dije:
- ¿en serio quieres esto?
- No se….

Su voz dudosa me dejó una cosa clara, quedaba una oportunidad.

La besé, me rehuyó, pero mi boca sobre la suya, mi lengua buscando su lengua eran un nudo imposible de deshacer, sus manos en mi pecho apartándome, las mías en su nuca apretándola a mi, sus ojos clavados en los míos, la erección se hizo latente, la dureza de mi polla en el pantalón le dejó claro que tan sólo ella conseguía esa inmediata reacción. Metí mi mano bajo su falda azul, aparté su culotte e introduje mi pulgar profundamente, masajeando los pliegues de su vagina, rozando su clítoris con la muñeca. Mojada, empapada, nerviosa, con sus ojos abiertos como platos, mirando al pasillo de la cocina.

- Ya estabas mojada.
- Desde que entraste por la puerta.

Me aparté al escuchar descorchar la botella, me senté apartado de ella, en el otro extremo del sofá, mirando las fotos y figuritas de los estantes.

Al entrar por la puerta, a su novio se le enganchó la manga de la camisa en la maneta, cayéndose la bandeja con el vino y las copas al suelo, maldiciendo, la miró y le dijo:

- mejor voy a comprar otra botella, recoge esto.

Salió por la puerta.

- Déjame que te ayude, ¿dejas que te hable así?

No dijo nada. Se limitó a recoger los cristales mientras yo pasaba la fregona. Sentí su mano en mi hombro, me giré y saltó sobre mi, mordiéndome el cuello, lamiéndome la boca, chupando mi lengua, apretándose contra mi como si esos segundos fueran los últimos de nuestras vidas, acelerada, queriendo besar todo lo que podía, acariciando mi paquete, que de nuevo se inflaba en mi pantalón.

- Jordi, recuerdo como me comías el coño, como me ponía sobre tu boca, sobre tu cara, como tus manos acariciaban mis pechos, como me frotaba en tu barbilla, como mi corrida saciaba tu sed de esencia, de mi esencia, de tu esencia. Necesito que me llenes de ti, inúndame una última vez, llena mi sexo de tu pasión, de tu calor, penétrame, ensancha mi vagina cerrada con tu carne, hazme sentir las venas de tu polla marcadas abriéndose paso entre los pliegues de mis entrañas.
- Él no tardará en llegar.
- Ha de picar, se ha dejado las llaves, mucha prisa tenía en salir.

La cogí en brazos, la llevé sobre el sofá, la puse a cuatro patas, levanté su falda, saqué mi polla y apartando de nuevo la braga la penetré con fuerza, a fondo, mojando mis testículos de sus fluidos, goteaban por su piel, por sus piernas, entraba y salía como un poseído, agarraba sus caderas, su cintura, subiendo su camiseta para observar su espalda, acaricié su piel, mientras ella marcaba el ritmo del acto, masajeé sus pechos, nos mirábamos de reojo, gozábamos, en un instante comenzó a gemir, justo cuando alguien tocó el timbre de la calle, aceleré mis caderas, tiré de su pelo y unimos nuestro orgasmo al unísono de un grito de placer.

Corriendo fuimos al baño, nos aseamos, y me senté de nuevo en el sofá, mientras ella abría la puerta y esperaba en el rellano.

Comenzamos a cenar, nuestras miradas cómplices, escondidas de la de su novio, dejaban claro que nos deseábamos, bebimos la botella de vino, entre tanto metí mi pien entre sus piernas, mi dedo en tu raja, luego cayó otra de cava, luego otra más, hasta que volvimos al sofá con un whiskey en la mano, pero sin hielo.

- Tenéis hielo?
- Ups, cielo, ¿no te acordaste de traer?
- No importa, ya bajo yo.
- Que va, el invitado se queda en casa, vuelvo a bajar yo, además, hay que ir a la gasolinera de Sagrada Familia. Id preparando el café, tardaré un poco.

En cuanto se cerró la puerta, se desnudó, se puso a gatas en el suelo, se acercó a mi, y poco a poco fue bajándome la bragueta, metió su mano sonriendo, la mezcla de morbo, peligro y alcohol nos ponía a cien, agarró mi polla, paseó su lengua arriba y abajo, deteniéndose debajo de mi prepucio, en la zona sensible, jugueteando con mis huevos en una mano, mientras que la otra se metía bajo mi camisa, arañándome el pecho, introduciéndosela entera en la boca, hasta la garganta, al ritmo de sus uñas, al ritmo de mis caderas, llevándome al séptimo cielo, logrando de mi otra gran erección. De un salto se sentó sobre mi, manejando mi polla con la mano, metiéndola y controlando la penetración, sus pezones durísimos como nunca, apuntando a mi hambrienta boca, observaba su pubis recibiendo mi sexo, me excitaba esa imagen, estaba enloquecida, gemía, sonreía, cerraba los ojos, gozaba, adelante y atrás, acelerada, logrando de mi un nuevo punto sin retorno.






Mi semen emanaba a borbotones, me besaba, disfrutando de la erupción en su interior, mantuvo el ritmo, mientras yo me concentraba en mantener la dureza, su corrida no tardó en llegar, hasta desvanecerse sobre mi. Abrazado, me relajé y disfruté del cosquilleo de nuestros fluidos en su interior.

Llegó él, con el hielo, mientras nosotros ya tomábamos la primera taza de café, y comenzamos con las copas, whiskey, tequila, me costó poco emborracharlo, se dejaba llevar, copa que le ponías, copa que se tragaba.

A la hora de marchar su novio roncaba en el sofá, ella me acompañó a la escalera, ajustó la puerta, lo suficiente para poder escuchar a su prometido, nos miramos, nos abrazamos, y le susurré un “piénsalo bien”. Al marchar me sujetó la mano, se acercó en el momento que se apagó la luz, nos besamos de nuevo intensamente, y apoyados en la barandilla mordisqueé su cuello, subí su falda, levanté su pierna sobre mi cadera, bajé mi bragueta e hicimos el amor allí, de pie, suavemente, sin prisa, apagando nuestros gemidos en nuestros cuellos, disfrutando de nuestros orgasmos silenciados forzosamente, a las tres y media de la mañana, en un edificio del ensanche barcelonés, un buen día de primeros de junio…


Por la mañana recibí un sms: “ no me caso”.

sábado, 19 de junio de 2010

FELIZ CUMPLAÑOS, JORDI

Ciertas noches en mi soledad
Tengo el deseo lujurioso de amar
De sentir tu cuerpo desnudo.

Imagino mis labios besando tu cuerpo erizado
Mis dedos acariciando tu piel morena
Sentir la humedad de tu ser.

Imagino el éxtasis que causas al amar
Ciertas noches en mi soledad
Tengo el deseo de contigo estar.

Amándonos en tardes de pasión.
Ciertas noches en mi soledad
 Cuando leyendo tus relatos consigo alcanzar el orgasmo y la paz.

Felicidades Jordi con todo cariño, en mi nombre y en el de todas las seguidoras de este magnifico blog..

Belle

viernes, 11 de junio de 2010

Imprevisible, de nuevo, Natalia

Dias sin saber de ella, semanas, ya no aparecía por los lugares habituales, la recordaba, pero su recuerdo se desvanecía en mi memoria.

Cuando viajaba a la ciudad por trabajo, solía visitar la estación de metro donde quedábamos en nuestras citas, iba a desayunar al mismo bar, cenaba en el mismo restaurante que tanto le gustaba a ella, con la esperanza de verla pasar.

Las fantasías invadían mi mente, cuántas conversaciones subidas de tono, fantaseando sobre el sexo furtivo en cualquier rincón, en el baño del bar, entre los coches del párking, al coger el metro recordé, uno de nuestros mejores polvos, aquella noche en el vagón de metro…











“Fue un polvo rápido, era el último convoy de la noche, salíamos de cenar y la acompañaba a su casa, quedaban tres paradas, y la última pasajera se bajó. Nada más cerrarse la puerta del metro saltó sobre mi, empujándome al asiento, con frenesí mordía mi cuello, besaba mis labios, buscaba mi bragueta.

- Te deseo desde que te conocí Jordi.
- Es mutuo.

Metí mis manos bajo su falda, buscando la goma de su tanga, apartándolo para introducir sin impedimentos mis dedos en su sexo, se movía al ritmo que masturbaba mi polla ya erecta y fuera del pantalón.

Llegábamos a la estación, paró, se quedó inmovil sobre mi, por si entraba alguien, nadie abrió la puerta, pero una pareja en el otro andén nos miraba con cara de alucine.

Sin arrancar. Seguimos moviéndonos, abrí sus labios, ella dirigió mi polla haci el objetivo, y se la introdujo.

Arrancamos. Clavé mis uñas en su piel, abrí sus caderas, levanté sus piernas y sujeta a mi cuello siguió sus acelerados movimientos en cuclillas sobre mi, el olor a sexo mezclado con su perfume profundo inundaba mis pulmones, sus pechos golpeaban, libres sin sujetador, bajo la camiseta en mi cara, echaba mi cabeza atrás siguiendo los tirones de sus manos en mi pelo.

De nuevo otra parada, el morbo y la excitación de la situación no nos permitió parar, se abrió una puerta pero no quisimos ni mirar, una voz de mujer nos llamó: -¡degenerados!

Miré, una mujer se dio la vuelta y bajó camino de otro vagón. Arrancó, yo no podía más, la levanté con mis brazos, a pulso sobre mis caderas, se colgó del pasamanos del techo, ahora su peso lo soportaban sus brazos, yo cogía sus caderas y más facilmente la balanceaba dentro y fuera, aprovechaba para meter mis manos bajo la camiseta, pellizcando y manoseando sus pezones duros marcados en el tejido.
Sus piernas cruzadas tras de mi hacían la fuerza suficiente para conseguir una penetación profunda, notaba en la inmensa dureza de mi polla como palpitaban las venas cargadas de sangre, los huevos a punto de estallar de semen, el orgasmo estaba cercano.

Se lo dije, gritaba, pedía más: - fóllame, fóllame, destrózame.
No podía parar, estabamos a punto de llegar a otra parada, aceleré mis movimientos, la descolgué, la eché estirada en el banco, cogí fuertemente la barra tras su cabeza, para hacer más fuerza dentro de su coño, y me preparé para estallar.

Sus gritos apagaban el ruido del tren, apenas podía escuchar el traqueteo, mordía su cuello, la enloquecía, sentía como mi polla abría y cerraba su vagina, sus piernas hacían fuerza para no separarme, sentía como ella contraía su coño una y otra vez, provocando mi orgasmo al sentir como salpicaba mi miembro de líquido candente, sus jadeos eran intensos, nuestros fluidos se mezclaban, mi semen era absorvido por la esencia ardiente de mi nueva amante.

Allí, con sus brazos rodeando mi cuello, su cabeza en mi pecho, intentando recuperar la respiración, mis manos buscando sus mejillas para mirarla, besarla, y sonreirla.

Bajamos del tren en la misma estación que la señora que nos volvió a increpar por guarros, pero nos dio igual, sonreimos, y seguimos caminando.

En el portal de su casa, pactamos el siguiente encuentro, entre besos y caricias, entre perfumes carnales impregandos en nuestra piel y sensuales dedos bajo la ropa.

Natalia, me gusta tu nombre.”







Tomé consciencia de mi situación, me había pasado la parada, estaba en el final de la linea, la misma en la que nos dejamos llevar, meses atrás… cogí el teléfono y la llamé:

- ¿Hola, sabes quien soy?
- Claro tontorrón, se quien eres, un picha brava.
- Iba en el metro, y te recordaba, recuerdaba tus labios, tus dientes impecables, perfectamente posicionados, tus ojos profundos, tu pelo negro, tus manos inquietas… y desperté en tu casa.
- Tu te has alejado.
- Lo siento, te añoro.
- No me añores, eso es mucho más importante que echar de menos, tal vez tan solo me eches de menos
- Te añoro, y estoy en el metro, bajo tu casa.

Colgó, y salió del portal, bajó las escaleras del metro, y me vió allí, me acerqué a ella, un escalón más bajo. Sin decir nada, en silencio.

Me abalancé sobre ella, no le di tiempo a reaccionar, quiso apartarse, pero cuando sintió mi lengua explorar la suya se rindió a mi reconquista.
- Eres imprevisible, lo sabes?
- Lo se, y se que te encanta.

lunes, 7 de junio de 2010

Irresistible

La conocí en el tren, tengo debilidad por las azafatas, he conocido varias, y a cual mejor, todas ellas inmejorables, de cuerpos espectaculares, rostros atractivos y muy buenas personas, pero esta, era una chica diferente, alta, pelo moreno y ojos verdes, un encanto, con una mirada profunda... el que la miraba no era capaz de dejar de hacerlo, me di cuenta en que varios pasajeros masculinos cedían a aquellos luceros hipnotizantes.

Pero yo tuve suerte, ella también se fijó en los míos, y no pudimos ni quisimos evitar cruzar nuestra miradas en varias ocasiones. Al llegar a madrid me dijo: -nos tomamos algo? Espérame en el andén.

Eso hice, esperarla, salimos de allí y me invitó a tomar algo a su casa, lo cual, como ya me imaginé, era para aprovecharse de mi. Acepté, sin dudarlo, porque sus ojos me tenían preso, no podía hacer más que sucumbir a ella.

Caminando por la calle me fijaba en sus curvas, bien definidas por su uniforme, un pantalón ceñido que le marcaba la ropa interior, una blusa que deduje le habían dado con alguna talla de menos, por lo estirados que estaban los botones, y que dejaban entrever el sujetador, un pañuelo que escasamente ocultaba sus pechos que botaban generosamente al caminar.

Entramos en su apartamento, pequeño, recogido, con muebles de diseño, tipo loft, todo en un solo ambiente, me gustaba. Tal como cerró la puerta me cogió del cuello, se avalanzó sobre mi y me besó, sin dejar de besarme me hizo agacharme, de rodillas nos desnudamos en un segundo, nos mordisqueamos, y me dispuse a follarla.

Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas, y abrió sus musculosas nalgas: -meteme esa polla por mi culo.

Joderrr, así de buenas a primeras, a palo seco, no sabía si hacerle caso o no, le iba a hacer daño, seguro, pero ella lo pedía, así que acerqué mi polla, apreté el capullo a su ano… - Oye, no eres el primero que me encula, vamos, que no me romperé.

Ostias, eso si me ponía a 100, así que la sujeté de su melena morena, y la ensarté hasta los cojones, gimió, y acabó con un mmmmmm, vamos, empecé a bombearla, a meterla y sacarla, a darle lo que yo sabía darle, y ella gemía, y reía, disfrutaba sin duda, y yo pensaba en que tan sólo hacía 40 min estabamos en el tren y ella me servía una copa.

Notaba como su ano hacía fuerza, se contraía y dilataba, manejaba la follada a su antojo, hasta que no pude más, reventé su culo con mi semen, inundandola por dentro, mientras ella gemía sin cesar, agachaba la cabeza contra el suelo, y seguía gimiendo.

Me aparté quedándome sentado en el suelo de la sala, se dio la vuelta, y vino a gatas hasta mi entrepierna, la cual lamió y mamó hasta conseguir de mi una nueva erección y un nuevo orgasmo del que no dejó escapar ni una sola gota de leche, aquella hembra era salvaje, era algo fuera de serie, era… irresistible.

domingo, 23 de mayo de 2010

FORMULA SEX, La velada

Llegó tarde, habíamos quedado a las 19h, y no se presentó hasta las 21h, al Juan Carlos I, alquilé una habitación diferente, una suite, ya que pagaba la empresa, esperaba una velada especial, muy especial.

La cena estaba servida, ensalada especial con marisco, y pescado a la sal. Todo ello regado con cava Mas Tinell (ese de la boda de la infanta).

Yo ya me había tomado una botella esperándola, la verdad que el alcohol me sienta de maravilla, me engrasa las articulaciones y mejora el riego sanguíneo de ciertas partes de mi cuerpo.

Apareció ella, nada más abrir la puerta:

- Jordi, la nevera, rápido.
- Sacó un pack de Coronitas de una bolsa.
- Sabía que no te acordarías que paso del cava, me gustan las Coronitas!

Tenía razón… no suelo acordarme de esos detalles, y menos después de tanto tiempo sin vernos.

Se giró, me besó.

- Te he echado de menos.
- Pues calla y bésame.

Eso hice, besarla con fuerza, pasar mi lengua por cada rincón de su boca, invadir con mis labios los suyos, lamer su lengua que buscaba en mi boca. Nuestras manos se apresuraron a despojarnos de la ropa que nos molestaba, hasta quedarse ella con liguero y corsé, yo totalmente desnudo.

Mi polla emergió dura, empalmada, tiesa como un mástil, sus pezones erizados, prueba de su excitación. Se sentó sobre la cama, me acerqué a ella, me miró, me acarició mi sexo, mis huevos, besó mi polla, cogio mis manos y me hizo caer sobre ella mientras abría sus piernas para aceptar mi penetración.

Su sexo estaba lubricado, empapado, estaba preparada. Mi polla la ensartó de inmediato, hasta el fondo, liberando un gemido de aceptación y placer. La besé de nuevo, mientras pasaba mis manos por su cintura, hasta su espalda, haciéndola contonearse hacia mi, elevando us pecho hasta mi boca, apretando mi cintura entre sus piernas,, obligándola a abrazarme con ellas para que no me apartara, marcando con sus caderas el ritmo del placer que estábamos sintiendo.

Sus uñas comenzaron a clavarse en mi espalda, colgada de mi cuello quiso subierse sobre mi, me senté con ella encima, ahora la fuerza de sus piernas marcaban el ritmo de la follada, entraba y salía con fuerza, me follaba con rabia, golpeando fuertemente su coño contra mis cojones, notando sus profundidades a cada embestida, con las piernas dobladas a mis lados, mis manos sujetando sus caderas, me dejé caer, no podía más, mi orgasmo era inminente, le había durado minutos, no aguantaba la presión de mi semen más. Estallé en sus entrañas, inundé de mis fluidos su caverna, no dejó de moverse hasta no haberme exprimido completamente, entoncces se apartó, estirada a mi lado.

Cerré los ojos, y disfruté de sus dedos y manos que jugueteaban por mi pecho, que poco a poco iban bajando a mi polla flácida, para volver a recuperarla.

Se la tragó entera, abrí mis ojos, su lengua la movía dentro de su paladar, succionaba el resto de nuestros fluidos mezclados sobre mi piel, apretaba mis testículos con su mano, mientras la otra la ponía sobre mi boca, de repente se puso sobre mi, sus piernas abiertas ante mi rostro, sus manos en mi polla, y comenzó a mamarme rítmicamente mientras los labios de su vagina se frotaban sobre mi boca, lamí, chupé, la follé con mi lengua, sin éxito, no gemía, dudaba si disfrutaba, entonces con una mano abrí su clítoris, dejando libre su campanilla, la retorcí con mis labios, la besé, la mordisqueé, comenzó a gemir, con la punta de mi lengua sacudía aquellaprotuberancia miníscula, difícil de satisfacer, pero mi cabezonería no tenía límites.

Aceleró su mamada, acompañada de una felación ruda, escuchaba su respiración profunda, fuerte, sonora, gemía y respiraba por la boca, se estremecía, aceleré mi lamida, masturbé su culo y su coño con mis dedos, levantó su culo en pompa, le lelgaba, su orgasmo era inminente, de repente paró, cerró las piernas aprisionando mi cabeza entre ellas, quiso apartarme pero seguí lamiendo su campanilla, se corrió en mi boca, un fluido espeso brotó de su flor y calló sobre mi lengua, lo lamí por completo, bebí su esencia, me embriagué de su placer.

- Belle, no pares.

Su mano siguió pajeándome, su boca apoyada en mi piel, intentando recuperar la respiración, en breve apreté mis caderas, retorcí mis piernas, y suspiré fuerte al dejar escapar mi corrida salpicándole la cara, las manos, el pecho. Nos quedamos estirados largo rato, ella frotando mis fluidos hasta evaporarlos, intentado recuperar el aliento.

Nos sentamos a cenar, ella con su liguero y corsé, yo totalmente desnudo.

Hicimos el amor antes de los postres, y durante los postres, incluyendo la crema inglesa sobre su cuerpo para disfrutarla con mi lengua como mi postre, más tarde nos dimos un largo y afrodisíaco baño en una bañera grande, redonda con burbujas y mucha espuma, hicimos el amor contra el espejo que había sobre la bañera, con chorros de agua que apuntaban sobre nuestras espaldas.

Ya fuera, antes de dormir, nos quedamos mirando el paisaje de barcelona de noche con nuestros albornoces, apoyados en el gran ventanal de la habitación, viendo los aviones aterrizar en el Prat, las luces de Montjuic claramente desde aquella altura sobre la diagonal, los destellos de las carpas en fiesta que había bajo el edificio.

Dejó caer su albornoz, haciendo yo lo mismo con el mío:

- Jordi, que el mundo sea testigo de nuestra pasión.

Subí su melena sobre su cabeza, yo de pie tras ella, ella apoyada contra el cristal frente al oscuro mundo, manos abiertas, piernas, ahora, abiertas para mi, mordí su nuca, lamí su espalda, me empalmé y se la puse entre las nalgas, apoyé mis manos sobre las suyas, apoyé mi mejilla en la suya, la besé.

Se contorneaba, suavemente, movía sus nalgas, las abría y cerraba, susurraba palabras puercas, mezcladas con otras de amor, quería exprimirme de nuevo, después de unos cuantos orgasmos, más de los que se cuentan con una mano, sentía el cosquilleo de su coño húmedo sobre mi capullo, me agarré a aquellas caderas de vértigo, apreté fuerte, y la enculé.

Estaba dilatada, suavemente entraba mi miembro en su ser, suavemente nos movíamos el uno con el otro, mirando fijamente a las luces de los focos que alumbraban las nubes desde montjuic, aceleró, me aceleré, gimió, gemí, se masturbó el clítoris para correrse, aguanté mi orgasmo que ya llegaba, acompañé su mano con la mía, apoyé mi culo en el escritorio justo tras de mi, ella puso sus dos manso entre sus piernas, no dejó escapar mi polla de su ano, la sujeté fuerte de la cintura, grité, me corría, gritó, nos corrimos, nos reimos, disfrutamos.

Esa noche dormi como nunca, al día siguiente, desayunamos en el buffé, y cogimos el coche para ir a la carrera….





miércoles, 19 de mayo de 2010

Vainilla

Me tapó la cabeza con un paño húmedo, olía a plantas aromáticas, la humedad de la sauna de la que acababa de salir se notaba en el ambiente, y la música de piano suave relajaba la estancia.

Un aroma a vainilla endulzaba el ambiente y me hacía relamer mis labios en busca de ese sabor.

Estirado en aquella camilla, boca abajo, desnudo, tan sólo tapado con una gran toalla, disfrutando del regalo que me había hecho ella. Aquella era nuestra primera cita, pero estaba seguro que no sería la última, una mujer para disfrutar.

- Relájate Jordi, y disfruta de las sensaciones.
- Mmmm, si, más…

Acabábamos de hacer el amor en la sauna, desnudos, sobre las toallas, ella sobre mi, abrazada y cabalgándome, me ofrecía una vista fabulosa, mi polla entrando y saliendo de su coño rasurado, sus piernas abiertas a mi alrededor, sus preciosos y grandes pechos ante mi, sosteniendo los pezones durísimos por la excitación, sus brazos apoyados a lado y lado, y su cabeza echada atrás tomando respiración. Movía sus caderas arriba y abajo, al principio suavemente, para pasar a unos movimientos bruscos que me hacían notar el fondo de su cueva. En escasos minutos consiguió de mi un orgasmo intenso, acompañado del suyo que quemó mi sexo, colgó sus manos en mi espalda y sus labios sobre los míos.

Recordaba ese orgasmo, sus miradas, su forma de moverse ansiosa, como si fuera el último polvo de su vida, seguía excitado, con una erección presa entre la camilla y yo.

Apartó la toalla.
Sentí algo en mi espalda, un líquido caliente que me estremeció, luego sus manos masajeando, rozando mi piel, suavemente, los hombros, pasando por mi nuca y mi cabeza donde se detuvo un poco más, la piel erizada, bajó hasta mi cintura, apretando, hundiendo sus nudillos en mi carne, frotando de la columna hacia mis homoplatos.

Resoplé, sus manos bajaron a mis nalgas, apretándolas, mordiéndolas, volviendo a apretarlas, abriéndolas, soplando, provocando que me levantara ligeramente para sentir sus dedos acariciarme, bajó por mis piernas, sin dejar de masajear hasta mis pies, los levantó, primero uno, luego el otro, manipulándolos, estirando mis dedos… genial.

- Date la vuelta.

Eso hice, se me cayó la toalla de la cabeza, de repente apareció mi tranca empalmada, hinchada, con las venas marcadas, entre nosotros, no le hizo caso, tan sólo un “ups!”.

Volvió a dejar caer la crema sobre mis piernas, ahora subiendo, desde mis tobillos hasta las rodillas, luego el interior de mis muslos, rozando mis testículos, sin tocarlos expresamente, pasó por mi pubis depilado, mi cintura, poco a poco por mis abdominales, mi pecho donde se entretuvo bien frotándome, mis hombros y acabó en mi cara, las mejillas, las cejas, la frente, el cuero cabelludo, de nuevo mi cuello, bajo mis orejas, estirando mi cabeza como para sacármela de su sitio. Crujió.
- Que relax.
- Aún queda más, lo mejor.


Fue a la mesa, cogió una especie de pincel, otra toalla húmeda y volvió a taparme la cara, ahora era todo vainilla, todo dulce, todo deseo.

Noté ese pincel en mis labios, mi nariz, un beso suyo. De repente nada, escuché abrir un recipiente de cristal, nada, ni un movimiento en instantes…. Un roca en mi pubis, bajando por la base de mi cipote, subiendo hasta el glande, amanecido con mi prepucio pelado, pasando ese pincel (supuse) por debajo de mi polla, bajando de nuevo hasta la base, acariciendo mis testículos, rozando nuevamente arriba hasta mi capullo, así durante largo rato.

Mi mano acariciaba su piel, su cintura, su cadera desnuda, volvía a estar excitado, me estremecía, me retorcía al sentir escalofrío en mi sexo, estaba durísimo, empalmadísimo, notaba como mis testículos se apretaban, se llenaban de esencia, que querían emanar.

Volví a notar esa puntita rozarme, de nuevo el labio, para bajar en seguida a mi polla, volver a juguetear por mi sensible piel inferior, por la puntita, el agujerito, los huevos, volver al capullo, insistiendo en él, notando como mi cadera se elevaba, abriendo mis piernas, ofreciéndole zonas sensibles para su roce, notando como el orgasmo no tardaría en llegar, me reía, estaba a punto de correrme simplemente con roces.

Tragué saliva, el intenso sabor de la vainilla inundó mi paladar, todo era vainilla, todo, cosquillas escitantes en mi ano, bajo mis testículos, en ellos, en la base de mi polla erecta, subiendo poco a poco hasta al punta, milimétricamente vibrando en mi capullo, apreté sus nalgas con mi mano como si la estuviera penetrando, con la otra me sujeté fuertemente al borde de la camilla…. Exploté sobre mi vientre, encima de mi pecho, salpiqué mi cara tapada a medias, mis labios, mi cuello, una corrida intensa, sin sexo, tan sólo con sus roce, con sus caricias, y esa vainilla que tenía algo….

Así comenzó esa cita que ella preparó, que siguió con una cena entre cojines y velas, fue la primera que tuvimos, y que sin duda no sería la última.

sábado, 15 de mayo de 2010

El bienpagao

No me di cuenta, mis ojos clavados en los suyos, pero mi mente absorta en los problemas del día a día.
Yo estaba en la barra, cenando un plato de jamón y una cerveza, ella en una mesa, sola, con un periódico doblado al que le iba echando vistazos entre mordisco y mordisco.

Una mujer madura, de más de 45, con tacones de aguja, falda negra ceñida con raja en un lateral, blusa blanca escotada, y una melena rubia a media altura que destacaba sobre su piel morena, se la veía con clase.

Se levantó justo después de que yo pagara, pasó junto a mi sin dejar de mirarme, salí tras ella, caminando a escasos metros de sus pasos, se paró junto a un bmw cabrio, sacó la llave y me señaló la puerta del acompañante, le dije:

- Hace frío para estar una noche asi sola.
- Así es.
- ¿Te apetece acompañarme?
- Porqué no, ¿me va a costar mucho? –me extrañó la pregunta, pero le contesté-
- Sólo 2000 euros, le dije en broma.
- Si los vales…


Circulamos unos minutos hasta mi hotel, subimos a la habitación, en el ascensor estuvo muy callada, sin mirame, en el pasillo mientras intentaba abrir la puerta su mano se posó en mi espalda, y nada más entrar me dijo: -fóllame. La follé contra la pared, de espaldas a mi, vestida, levantando su falda y arrancando sus medias, sin quitarle los tacones.
Fue un polvo apresurado, rápido, acelerado, tan sólo gemidos a ritmo creciente hasta estallar en un grito apagado por mi mano en su boca.


La puse apoyada en una mesa, la eché atrás estirada boca arriba, subí sus piernas sobre mis hombros, y la devoré hasta conseguir arrancar de ella otro orgasmo, esta vez de corrida abundante que llenó mi boca de fluidos.

La llevé hasta la cama, la acabé de desnudar, y me entretuve en sus pechos, besándolos, mordiéndolos, acariciándolos mientras frotaba mi nardo en su pierna. En cuanto recuperé mi erección, la posicioné a cuatro patas, la preparé con mis dedos, y la ensarté a fondo, tirando de su melena, clavandola en su sexo hasta golpear con mis cojones en su campanilla. Apoyaba una pierna en el suelo y la otra a su lado, sobre la cama, así podía hacer mucha más fuerza y hacerla sentir como a una puta follada.

Me corrí abundantemente, y cuado acabé acerqué mi polla a su boca para que su lengua rebañara mis fluidos.

Le pregunté su nombre, no contestó. Se levantó y fue a la ducha, después entré yo, mientras que al cruzarnos en la puerta ella me dijo antes de besarme: -si los vales.

Al entrar de nuevo en la habitación, con la toalla en la cintura, ella no estaba, ni nada suyo, tan sólo algo de dinero sobre las sábanas arrugadas: Dos mil euros… yo fui su puto, sin saberlo, por una noche.