viernes, 24 de diciembre de 2010

Terapia de pareja

Por la puerta entraron los dos, una pareja joven que quería aparentar estar unida, pese a la distancia de sus gestos, y la incompatibilidad de sus caracteres. Tan sólo recuerdo aquella sesión con él, el resto, preferí gozarlas…

Les hice venir por separado, primero ella, después él. Ella me explicó el porqué no comprendía a su marido, un chico aficionado al erotismo, con don de palabra, sexualmente muy activo, pero poco correspondido por aquella jovencita, ella esperaba algo que él nunca podría darle de nuevo, la esclavitud de un siervo.

Nada más despedirla investigué en internet, localicé sus escritos, su web, leí uno tras otro todos y cada uno, me imaginé, me excité, me mojé, volé con mi imaginación por aquellos lugares descritos, aquellas pieles desnudas, aquellos textos secretos.

A los pocos días, vino él, un chico alto, moreno, de bonitos ojos y mirada penetrante, con aires distraidos, con excusas preparadas para todas las críticas que de él podía haber hecho su mujer.
Sólo pregunté por su afición.

Sentía curiosidad por el hobby de escribir, quería saber qué le llevaba a aquello, de dónde sacaba la inspiración, si realmente era fantasía o realidad , mi imaginación comenzó a volar cuando de sus labios salían palabras como sexo, penetración, excitación, morbo, pasión, infiel, amantes… quise ser su musa, dejarme llevar por aquellas palabras, quise ser la protagonista de su nueva fantasía, quise que su mente poseiera mi cuerpo, que sus palabras penetraran en lo más profundo de mis entrañas.

Su mirada era intensa, se clavaba fijamente en la mía, y me seducía, escudriñaba cada detalle de mi rostro, de mi escote, de mis movimientos, y yo de los suyos, le atraía, se que le atraía, lo notaba.

Desabroché un botón de mi blusa, crucé mis piernas para que pudiera observarlas a través de la mesa de cristal, las dejé entreabiertas, mordisqueaba el bolígrafo, mientras miraba de reojo por encima de la montura de mis gafas de leer, quería ponerle nervioso, quería probar hasta dónde era capaz de soportar, me levanté, acercándome a la ventana, haciendo que me viera a contraluz, no dudo que mis pezones se marcaban, pues el frescor de la brisa que entraba por la ventana así lo solían provocar, mientras le escuchaba, caminaba por mi despacho, me detuve tras él.
No se inmutaba, continuaba con sus explicaciones, yo rozaba su americana con mis dedos, observaba su espalda ancha, sus manos gesticular, no pude controlarme, posé mi mano en su hombro.

El silencio se apoderó de la habitación, me quedé inmóvil, giró levemente su rostro y siguió hablando como si nada, su voz se volvió más calmada, grave, sensual, escucharle provocaba que me mojara, me acaricié la cintura, los pechos, las caderas, mordí mis labios, lamí mis dedos, quería sentirle.

Bajé mi mano, sobre su pecho, deshaciendo el nudo de la corbata, fui rodeándole hasta estar ante él, una sonrisa de mueca apareció en su rostro, mientras su mano se posó sobre mi cadera acompañándome hacia su cuerpo.

Arremangué mi falda mientras me cogía fuertemente y me sentaba sobre su regazo, en segundos noté la dureza de su paquete bajo mi ingle, quise agarrar aquella tranca oculta bajo el pantalón y que me atravesara, pero él fue más rápido que yo, destrozó mis medias de un tirón, metió una mano bajo mis bragas penetrando con sus dedos mis entrañas inundadas de deseo, desabrochó su pantalón y sacó su polla que puso entre los dos.
Me froté sobre aquél mienbro duro, sentía su piel sobre mis clítoris atrapado bajo la seda de mi braga, la aparté para sentirla directamente, uffff, qué sensación, desde que me divorcié no había tenido una polla tan cerca de mi coño.

No pude más, cómo le deseaba, me levanté, la puse en posición, y me dejé caer suavemente, concentrada en mis jugos que se abrían paso a la entrada de su sexo en el mío, las paredes de mi coño se abrían, cada pliegue de mis entrañas, y cada músculo de mi vagina se dilataban esperando la conquista por parte de aquella polla experta.

Dios! Cómo me hacía gozar, y todavía no había llegado al fondo!!!

Inhalaba su perfume varonil, intenso, profundo, no lo reconocía, pese a serme familiar.

Le regalé mis pechos, abrí mi blusa para que me comiera, y no me decepcionó, su boca se aferró a mis pezones libres de sujetador, su mano seguía a sus labios agarrando fuertemente los senos, mientras la otra masturbaba mi ano, al ritmo de su penetración.

Me dejé llevar varias veces, mojando mis bragas, empapando sus testículos, y comiéndome su boca, a cada orgasmo mis gemidos aumentaban de volumen, temía que mi recepcionista entrara asustada por el ruido del sexo, pero no podía controlarme, eso era lo de menos, tan sólo temía tener de compartirlo con alguna visita.

Me levantó a pulso sobre sus caderas, sin dejar de penetrarme, me folló contra la pared, subiendo mis brazos sobre mi cabeza, besándome, desnudándome al vuelo, haciéndome gozar como a una de sus amantes asíduas. Cerraba mis ojos, mordía mis labios, le sujetaba la nuca para que no se apartara de mi, apretaba fuertemente con mis piernas que le rodeaban la cintura, y sentía aquella polla que me tenía empalada cada vez más adentro, hasta que derramé sobre su miembro el fruto de mi gozo, qué placer sentirle, no pudo contenerse, iba a apartarse y le pedí que se corriera dentro, así lo hizo, regalándome su semen divino.

Me llevó sobre el sofá, me acarició desnuda, estirada me penetró por delante, sin dejar de besarme, cubrir mi pecho con sus labios y cada centímetro de mi piel con sus manos, después me dio la vuelta, acarició mi espalda, abrió mis nalgas, y con suma suavidad y delicadeza, me penetró, no pude negarme a cederle la virginidad de mi ano para su satisfacción íntima, consiguió el premio de mi orgasmo de ese modo también, pues la lubricación de mi coño empapaba mi culo.
Acabé sentada sobre él, dándole mi espalda, penetrada profundamente, sin apenas sacarla, sudando de pasión, emborrachada de gozo, excitada sin cesar por sus caricias, y sin apenas escuchar una sóla de sus palabras desde que comenzó todo.

“En conclusión, doctora, le diré que mi gran problema en casa es que todo hombre quiere una puta en la cama, y una dama en la calle, yo sólo tengo lo segundo, por eso busco fuera de casa lo primero, y lo seguiré buscando”.

Le di la razón, mientras mamaba el orgasmo que acababa de robarle con mi boca, y pensaba en que su próxima visita debía ser pronto, aquél hombre necesitaba tratamiento, y contra más, mejor.