domingo, 23 de mayo de 2010

FORMULA SEX, La velada

Llegó tarde, habíamos quedado a las 19h, y no se presentó hasta las 21h, al Juan Carlos I, alquilé una habitación diferente, una suite, ya que pagaba la empresa, esperaba una velada especial, muy especial.

La cena estaba servida, ensalada especial con marisco, y pescado a la sal. Todo ello regado con cava Mas Tinell (ese de la boda de la infanta).

Yo ya me había tomado una botella esperándola, la verdad que el alcohol me sienta de maravilla, me engrasa las articulaciones y mejora el riego sanguíneo de ciertas partes de mi cuerpo.

Apareció ella, nada más abrir la puerta:

- Jordi, la nevera, rápido.
- Sacó un pack de Coronitas de una bolsa.
- Sabía que no te acordarías que paso del cava, me gustan las Coronitas!

Tenía razón… no suelo acordarme de esos detalles, y menos después de tanto tiempo sin vernos.

Se giró, me besó.

- Te he echado de menos.
- Pues calla y bésame.

Eso hice, besarla con fuerza, pasar mi lengua por cada rincón de su boca, invadir con mis labios los suyos, lamer su lengua que buscaba en mi boca. Nuestras manos se apresuraron a despojarnos de la ropa que nos molestaba, hasta quedarse ella con liguero y corsé, yo totalmente desnudo.

Mi polla emergió dura, empalmada, tiesa como un mástil, sus pezones erizados, prueba de su excitación. Se sentó sobre la cama, me acerqué a ella, me miró, me acarició mi sexo, mis huevos, besó mi polla, cogio mis manos y me hizo caer sobre ella mientras abría sus piernas para aceptar mi penetración.

Su sexo estaba lubricado, empapado, estaba preparada. Mi polla la ensartó de inmediato, hasta el fondo, liberando un gemido de aceptación y placer. La besé de nuevo, mientras pasaba mis manos por su cintura, hasta su espalda, haciéndola contonearse hacia mi, elevando us pecho hasta mi boca, apretando mi cintura entre sus piernas,, obligándola a abrazarme con ellas para que no me apartara, marcando con sus caderas el ritmo del placer que estábamos sintiendo.

Sus uñas comenzaron a clavarse en mi espalda, colgada de mi cuello quiso subierse sobre mi, me senté con ella encima, ahora la fuerza de sus piernas marcaban el ritmo de la follada, entraba y salía con fuerza, me follaba con rabia, golpeando fuertemente su coño contra mis cojones, notando sus profundidades a cada embestida, con las piernas dobladas a mis lados, mis manos sujetando sus caderas, me dejé caer, no podía más, mi orgasmo era inminente, le había durado minutos, no aguantaba la presión de mi semen más. Estallé en sus entrañas, inundé de mis fluidos su caverna, no dejó de moverse hasta no haberme exprimido completamente, entoncces se apartó, estirada a mi lado.

Cerré los ojos, y disfruté de sus dedos y manos que jugueteaban por mi pecho, que poco a poco iban bajando a mi polla flácida, para volver a recuperarla.

Se la tragó entera, abrí mis ojos, su lengua la movía dentro de su paladar, succionaba el resto de nuestros fluidos mezclados sobre mi piel, apretaba mis testículos con su mano, mientras la otra la ponía sobre mi boca, de repente se puso sobre mi, sus piernas abiertas ante mi rostro, sus manos en mi polla, y comenzó a mamarme rítmicamente mientras los labios de su vagina se frotaban sobre mi boca, lamí, chupé, la follé con mi lengua, sin éxito, no gemía, dudaba si disfrutaba, entonces con una mano abrí su clítoris, dejando libre su campanilla, la retorcí con mis labios, la besé, la mordisqueé, comenzó a gemir, con la punta de mi lengua sacudía aquellaprotuberancia miníscula, difícil de satisfacer, pero mi cabezonería no tenía límites.

Aceleró su mamada, acompañada de una felación ruda, escuchaba su respiración profunda, fuerte, sonora, gemía y respiraba por la boca, se estremecía, aceleré mi lamida, masturbé su culo y su coño con mis dedos, levantó su culo en pompa, le lelgaba, su orgasmo era inminente, de repente paró, cerró las piernas aprisionando mi cabeza entre ellas, quiso apartarme pero seguí lamiendo su campanilla, se corrió en mi boca, un fluido espeso brotó de su flor y calló sobre mi lengua, lo lamí por completo, bebí su esencia, me embriagué de su placer.

- Belle, no pares.

Su mano siguió pajeándome, su boca apoyada en mi piel, intentando recuperar la respiración, en breve apreté mis caderas, retorcí mis piernas, y suspiré fuerte al dejar escapar mi corrida salpicándole la cara, las manos, el pecho. Nos quedamos estirados largo rato, ella frotando mis fluidos hasta evaporarlos, intentado recuperar el aliento.

Nos sentamos a cenar, ella con su liguero y corsé, yo totalmente desnudo.

Hicimos el amor antes de los postres, y durante los postres, incluyendo la crema inglesa sobre su cuerpo para disfrutarla con mi lengua como mi postre, más tarde nos dimos un largo y afrodisíaco baño en una bañera grande, redonda con burbujas y mucha espuma, hicimos el amor contra el espejo que había sobre la bañera, con chorros de agua que apuntaban sobre nuestras espaldas.

Ya fuera, antes de dormir, nos quedamos mirando el paisaje de barcelona de noche con nuestros albornoces, apoyados en el gran ventanal de la habitación, viendo los aviones aterrizar en el Prat, las luces de Montjuic claramente desde aquella altura sobre la diagonal, los destellos de las carpas en fiesta que había bajo el edificio.

Dejó caer su albornoz, haciendo yo lo mismo con el mío:

- Jordi, que el mundo sea testigo de nuestra pasión.

Subí su melena sobre su cabeza, yo de pie tras ella, ella apoyada contra el cristal frente al oscuro mundo, manos abiertas, piernas, ahora, abiertas para mi, mordí su nuca, lamí su espalda, me empalmé y se la puse entre las nalgas, apoyé mis manos sobre las suyas, apoyé mi mejilla en la suya, la besé.

Se contorneaba, suavemente, movía sus nalgas, las abría y cerraba, susurraba palabras puercas, mezcladas con otras de amor, quería exprimirme de nuevo, después de unos cuantos orgasmos, más de los que se cuentan con una mano, sentía el cosquilleo de su coño húmedo sobre mi capullo, me agarré a aquellas caderas de vértigo, apreté fuerte, y la enculé.

Estaba dilatada, suavemente entraba mi miembro en su ser, suavemente nos movíamos el uno con el otro, mirando fijamente a las luces de los focos que alumbraban las nubes desde montjuic, aceleró, me aceleré, gimió, gemí, se masturbó el clítoris para correrse, aguanté mi orgasmo que ya llegaba, acompañé su mano con la mía, apoyé mi culo en el escritorio justo tras de mi, ella puso sus dos manso entre sus piernas, no dejó escapar mi polla de su ano, la sujeté fuerte de la cintura, grité, me corría, gritó, nos corrimos, nos reimos, disfrutamos.

Esa noche dormi como nunca, al día siguiente, desayunamos en el buffé, y cogimos el coche para ir a la carrera….





miércoles, 19 de mayo de 2010

Vainilla

Me tapó la cabeza con un paño húmedo, olía a plantas aromáticas, la humedad de la sauna de la que acababa de salir se notaba en el ambiente, y la música de piano suave relajaba la estancia.

Un aroma a vainilla endulzaba el ambiente y me hacía relamer mis labios en busca de ese sabor.

Estirado en aquella camilla, boca abajo, desnudo, tan sólo tapado con una gran toalla, disfrutando del regalo que me había hecho ella. Aquella era nuestra primera cita, pero estaba seguro que no sería la última, una mujer para disfrutar.

- Relájate Jordi, y disfruta de las sensaciones.
- Mmmm, si, más…

Acabábamos de hacer el amor en la sauna, desnudos, sobre las toallas, ella sobre mi, abrazada y cabalgándome, me ofrecía una vista fabulosa, mi polla entrando y saliendo de su coño rasurado, sus piernas abiertas a mi alrededor, sus preciosos y grandes pechos ante mi, sosteniendo los pezones durísimos por la excitación, sus brazos apoyados a lado y lado, y su cabeza echada atrás tomando respiración. Movía sus caderas arriba y abajo, al principio suavemente, para pasar a unos movimientos bruscos que me hacían notar el fondo de su cueva. En escasos minutos consiguió de mi un orgasmo intenso, acompañado del suyo que quemó mi sexo, colgó sus manos en mi espalda y sus labios sobre los míos.

Recordaba ese orgasmo, sus miradas, su forma de moverse ansiosa, como si fuera el último polvo de su vida, seguía excitado, con una erección presa entre la camilla y yo.

Apartó la toalla.
Sentí algo en mi espalda, un líquido caliente que me estremeció, luego sus manos masajeando, rozando mi piel, suavemente, los hombros, pasando por mi nuca y mi cabeza donde se detuvo un poco más, la piel erizada, bajó hasta mi cintura, apretando, hundiendo sus nudillos en mi carne, frotando de la columna hacia mis homoplatos.

Resoplé, sus manos bajaron a mis nalgas, apretándolas, mordiéndolas, volviendo a apretarlas, abriéndolas, soplando, provocando que me levantara ligeramente para sentir sus dedos acariciarme, bajó por mis piernas, sin dejar de masajear hasta mis pies, los levantó, primero uno, luego el otro, manipulándolos, estirando mis dedos… genial.

- Date la vuelta.

Eso hice, se me cayó la toalla de la cabeza, de repente apareció mi tranca empalmada, hinchada, con las venas marcadas, entre nosotros, no le hizo caso, tan sólo un “ups!”.

Volvió a dejar caer la crema sobre mis piernas, ahora subiendo, desde mis tobillos hasta las rodillas, luego el interior de mis muslos, rozando mis testículos, sin tocarlos expresamente, pasó por mi pubis depilado, mi cintura, poco a poco por mis abdominales, mi pecho donde se entretuvo bien frotándome, mis hombros y acabó en mi cara, las mejillas, las cejas, la frente, el cuero cabelludo, de nuevo mi cuello, bajo mis orejas, estirando mi cabeza como para sacármela de su sitio. Crujió.
- Que relax.
- Aún queda más, lo mejor.


Fue a la mesa, cogió una especie de pincel, otra toalla húmeda y volvió a taparme la cara, ahora era todo vainilla, todo dulce, todo deseo.

Noté ese pincel en mis labios, mi nariz, un beso suyo. De repente nada, escuché abrir un recipiente de cristal, nada, ni un movimiento en instantes…. Un roca en mi pubis, bajando por la base de mi cipote, subiendo hasta el glande, amanecido con mi prepucio pelado, pasando ese pincel (supuse) por debajo de mi polla, bajando de nuevo hasta la base, acariciendo mis testículos, rozando nuevamente arriba hasta mi capullo, así durante largo rato.

Mi mano acariciaba su piel, su cintura, su cadera desnuda, volvía a estar excitado, me estremecía, me retorcía al sentir escalofrío en mi sexo, estaba durísimo, empalmadísimo, notaba como mis testículos se apretaban, se llenaban de esencia, que querían emanar.

Volví a notar esa puntita rozarme, de nuevo el labio, para bajar en seguida a mi polla, volver a juguetear por mi sensible piel inferior, por la puntita, el agujerito, los huevos, volver al capullo, insistiendo en él, notando como mi cadera se elevaba, abriendo mis piernas, ofreciéndole zonas sensibles para su roce, notando como el orgasmo no tardaría en llegar, me reía, estaba a punto de correrme simplemente con roces.

Tragué saliva, el intenso sabor de la vainilla inundó mi paladar, todo era vainilla, todo, cosquillas escitantes en mi ano, bajo mis testículos, en ellos, en la base de mi polla erecta, subiendo poco a poco hasta al punta, milimétricamente vibrando en mi capullo, apreté sus nalgas con mi mano como si la estuviera penetrando, con la otra me sujeté fuertemente al borde de la camilla…. Exploté sobre mi vientre, encima de mi pecho, salpiqué mi cara tapada a medias, mis labios, mi cuello, una corrida intensa, sin sexo, tan sólo con sus roce, con sus caricias, y esa vainilla que tenía algo….

Así comenzó esa cita que ella preparó, que siguió con una cena entre cojines y velas, fue la primera que tuvimos, y que sin duda no sería la última.

sábado, 15 de mayo de 2010

El bienpagao

No me di cuenta, mis ojos clavados en los suyos, pero mi mente absorta en los problemas del día a día.
Yo estaba en la barra, cenando un plato de jamón y una cerveza, ella en una mesa, sola, con un periódico doblado al que le iba echando vistazos entre mordisco y mordisco.

Una mujer madura, de más de 45, con tacones de aguja, falda negra ceñida con raja en un lateral, blusa blanca escotada, y una melena rubia a media altura que destacaba sobre su piel morena, se la veía con clase.

Se levantó justo después de que yo pagara, pasó junto a mi sin dejar de mirarme, salí tras ella, caminando a escasos metros de sus pasos, se paró junto a un bmw cabrio, sacó la llave y me señaló la puerta del acompañante, le dije:

- Hace frío para estar una noche asi sola.
- Así es.
- ¿Te apetece acompañarme?
- Porqué no, ¿me va a costar mucho? –me extrañó la pregunta, pero le contesté-
- Sólo 2000 euros, le dije en broma.
- Si los vales…


Circulamos unos minutos hasta mi hotel, subimos a la habitación, en el ascensor estuvo muy callada, sin mirame, en el pasillo mientras intentaba abrir la puerta su mano se posó en mi espalda, y nada más entrar me dijo: -fóllame. La follé contra la pared, de espaldas a mi, vestida, levantando su falda y arrancando sus medias, sin quitarle los tacones.
Fue un polvo apresurado, rápido, acelerado, tan sólo gemidos a ritmo creciente hasta estallar en un grito apagado por mi mano en su boca.


La puse apoyada en una mesa, la eché atrás estirada boca arriba, subí sus piernas sobre mis hombros, y la devoré hasta conseguir arrancar de ella otro orgasmo, esta vez de corrida abundante que llenó mi boca de fluidos.

La llevé hasta la cama, la acabé de desnudar, y me entretuve en sus pechos, besándolos, mordiéndolos, acariciándolos mientras frotaba mi nardo en su pierna. En cuanto recuperé mi erección, la posicioné a cuatro patas, la preparé con mis dedos, y la ensarté a fondo, tirando de su melena, clavandola en su sexo hasta golpear con mis cojones en su campanilla. Apoyaba una pierna en el suelo y la otra a su lado, sobre la cama, así podía hacer mucha más fuerza y hacerla sentir como a una puta follada.

Me corrí abundantemente, y cuado acabé acerqué mi polla a su boca para que su lengua rebañara mis fluidos.

Le pregunté su nombre, no contestó. Se levantó y fue a la ducha, después entré yo, mientras que al cruzarnos en la puerta ella me dijo antes de besarme: -si los vales.

Al entrar de nuevo en la habitación, con la toalla en la cintura, ella no estaba, ni nada suyo, tan sólo algo de dinero sobre las sábanas arrugadas: Dos mil euros… yo fui su puto, sin saberlo, por una noche.




miércoles, 5 de mayo de 2010

Lidya, la quinta pregunta

Leyó la quinta pregunta, me miró fijamente, se levantó y fue al servicio. Me giré y observé embobado aquellas caderas que se contoneaban hipnotizantes a cada paso.
Estaba anotando sus ultimas palabras respecto al trabajo de bombera, imaginandola follando con algún compañero bombero en algún camión de esos, cuando noté sus manos en mi espalda, al darme la vuelta me besó en la boca, suave pero intenso, rozando con su lengua mis dientes, se apartó, sonrió, cogió las llaves de mi coche, dejó un papel de water doblado con algo escrito, y un billete de 10 euros. Dio media vuelta y salió por la puerta.

Cogí el papel: “Sabía que me harías esa pregunta, ven a buscar la respuesta”

Habíamos quedado en una cafetería cerca del parque de bomberos donde ella trabaja, alguna sorpresa me podía esperar, pero que me dejara dinero para pagar los cafés no.

Pagué, y salí tras ella, entró en un apartahotel a escasos metros, fui tras ella, la seguí por las escaleras hasta el primer piso, allí abrió una puerta y entró. Medité por un instante la situación, una chica me había picado, me había besado, se me habia insinuado sin cesar, incluso me dijo que ningún hobre le había dicho jamás que no, que dilema, ¿entraba o no entraba? Sabía lo que me esperaba.

Piqué, no tardó en abrir.

Entré en aquella habitación, tipo apartamento, con salón y habitación separados, la luz estaba apagada. Vislumbraba su silueta gracias a la luz de neón de la calle, estaba apoyada en una mesa de comedor, las sillas esparcidas con urgencia alrededor, me acerqué, y cuando iba a pronunciar mi primera palabra dejó caer al suelo su vestido quedándose completamente desnuda.

Pechos grandes, buena figura, caderas poderosas, y piernas largas.

Se echó atrás, abrió sus piernas ante mi: -demuéstrame si eres tan bueno como dicen.

Me quité mi americana, tirándola sobre el sofá, desabroché la camisa, arremangué mis brazos y me acerqué a ella, no dije nada, simplemente me amorré a su sexo, su aroma me atraía tanto…

Entretuve mi lengua en su vagina, follándomela y buscando su punto g con ella, luego pasé al clítoris sin dejar de acariciar su culo, lamí, mordisqueé, succioné hasta que de ella robé algo más que gemidos, y paré justo cuando ella lo pidió: -fóllame.

Desabroché mi pantalón con prisas, desenvainando mi espada, listo para ensartarla con violencia. Sujeté sus piernas abiertas sobre mi pecho, la acerqué a mi, la miré a los ojos, y la penetré a fondo de una sola estocada hasta notar que no entraba más, luego repetí la acción una y otra vez, golpeando mis testículos en su culo, sintiendo como su coño empapaba nuestros sexos. Se incorporó, rodeandome con sus piernas, anudando sus pies en mi espalda, moviendo sus caderas para sentir mi miembro golpear su interior.

- El primero me lo bebo.

Me apartó empujándome sobre el sofá, se arrodilló ante mi abriendo mis piernas y agarrando mi nardo con las dos manos, pajeándome para mantener mi erección, acercando la lengua, abriendo su boca por completo, engullendo toda la carne que acababa de follarla.

Cerré mis ojos, imaginé que esa boca era su coño, que su garganta eran sus entrañas, que sus labios eran los labios vaginales, imaginé que me la estaba follando cuando sentí un irrefrenable cosquilleo, mi polla se infló, y comenzó a bombear mi leche en su garganta, ni paró, se dedicó a jadear, moverse, contorsionarse, mamar, succionar, dejarme seco con su mamada.

Se levantó, se fue contra la pared, apoyada en ella señalando su culo. Me acerqué agarró mi polla y la empujó entre sus nalgas, su ano se abrió relajado al paso de mi tranca, sujetando mi mano me tiró hacia ella: -fóllame con fuerza que no me rompo.
Aquella frase me era familiar… me agarré a su cintura, y comencé a encularla con fuerza, sin importarme si el dolor la haría parar, apretando hasta mis huevos en su culo, escuchando sus gemidos de placer-dolor.

Metí mi dedo en su boca, lo chupó como hacía unos minutos había chupado mi polla, me excitaba tanto esa acción, que mi polla se endureció más que antes, dando un poco más su esfínter, la levanté con mis manos, abrí sus piernas y la ensarté por el coño con mucha dureza, nuestros gemidos tapaban todo el ruido de los golpes que dábamos, gritó, paró, se convulsionó inundando su vagina de fluidos candentes, quemándome.

Me costaba correrme, después de un orgasmo un hombre necesita unos minutos de recuperación, y aquella hembra no me había dado ni un segundo de descanso, me cogió de la mano, me llevó a la cama, me estiró y se puso a mi lado, acariciando mi sexo, pasando la lengua, pajeándome de nuevo, susurrándome palabras obscenas, deseos pornográficos…

Pasó una pierna sobre mi, puso su coño en mi boca de nuevo, y sentada al revés comenzó a moverse, a follarme con su coño mi cara, a frotar su clítoris, a llegar de nuevo al éxtasis que consiguió en segundos, bajándose entonces para penetrarse con mi polla, y seguir sus movimientos con ella dentro. Podía observar medio incorporado como mi cipote entraba y salía de su sexo, como los fluidos empapados en él goteaban salpicando mi barriga. Ya llegaba, mi corrida era inminente, le golpeé el culo, la agarré clavándole las uñas con fuerza y la metí a fondo para hacerle notar mi estallido que inundó su ser, gemimos hasta dejarnos sin una gota dentro moviendonos suavemente, y nos dejamos caer sobre la cama para recuperar fuerzas.

Así estuvimos horas, perdí la cuenta de las corridas que me provocó, no recuerdo algunas escenas, tan sólo que al día siguiente llevaba unas agujetas y un dolor de huevos como hacía años que no tenía.

Un gran y sumo placer haber hecho una entrevista en profundidad como ésta.


La pregunta a la que no llegó a responder era: “¿desea añadir algo más?”

domingo, 2 de mayo de 2010

Infiel

Hace poco charlé largo y tendido con una amiga casada, sobre la fidelidad en el matrimonio y las tentaciones que tenía desde hacía tiempo con un chico al que acababa de conocer a través de mi blog y al que ella le llevaba casi diez años. Mi consejo fue, como mi ley de vida, disfruta, busca momentos felices, y haz lo que te apetezca siempre que ello te permita dormir tranquila.

Ayer me mandó un mai: necesito hablar contigo. La llamé y esto es lo que me explicó:


Llegó a la estación donde le estaba esperando nerviosa, ansiosa por saber cómo era él, me había descrito sus rasgos, pero nunca le creí, en internet todos mienten, supuse que el también. Era tal como dijo, y cumplió su promesa, en cuanto me tuvo delante, me besó con urgencia y fuerza, intensa y profundamente, explorando mi boca con su lengua, jugando con la mía, apretando con sus brazos mi cintura contra la suya, con tan sólo eso sentí como un cosquilleo húmedo invadía mi coño.

Le llevé a su hotel, en el centro de barcelona, con la idea de dejar su maleta y salir a cenar juntos, en el coche su mano se posaba sobre la mía, sus ojos me observaban, miraban mi boca, mis gestos, intuía como clavaba su mirada en mi escote, en mis pechos marcados en la camiseta, en mis piernas. Estaba nerviosa, y mojada.

Después de registrarse en el hotel, le dije si le importaba que fuera al baño, él intuyó que mi consulta era con segundas, en el asecensor se lo dejé claro. Mea balancé sobre él, era yo quien abusaba de aquél chico, de aquél que me iba a demostrar que era un hombre.


Entramos en la habitación entre besos y manoseos, no apartaba sus labios de los míos, ni yo deseaba que lo hiciera. –Desnúdame. Le pedí.

Arrancó mi camiseta, desabrochó rápidamente mi falda y me dejó en ropa interior, se apartó de mi, me miró de arriba abajo, y volvió a acabar la faena, me quitó lo que quedaba en mi, y a la vez yo lo desnudaba a él. Me llevó frente al espejo del baño, nos miramos, sonreí, y me besó la espalda, mientras sus manos pasaban bajo mis brazos para acariciar mis pechos, me ericé, su lengua bajaba, hasta mi culo, lo mordisqueaba, lo manoseaba, abrí mis piernas poco a poco, y le ofrecí mi sexo. Me lamió, metió sus mano y me masturbó, me corrí con sus dedos, no podía más, quería sentirle dentro, que me llenara con su semen, que me hiciera correrme toda la noche.

Me di la vuelta, lo cogí fuerte, subí mis piernas sobre su cintura y le hice penetrarme, noté como aquella polla abría las paredes de mi sexo, como llenaba con su carne todos mis espacios, mi coño se contraía, no quería dejar que saliera de mi, colgada de su cuello, apretando su cara contra mis pechos, disfrutando con la sensación de su boca en mis pezones, noté como se aceleraba, como su polla se hinchaba, noté como paraba de repente, y sin dejar de mirarme a los ojos explotaba en mi interior, me corrí junto a él.

Sin sacarla me levantó y me llevó en brazos hasta la cama, me estiró y bajó a mi pilón, me lamió, me comió, me mordisqueó los labios de mi vagina, me masturbó con sus dedos sacando nuestros fluidos, no le importaba lamerlos, le agarré la polla y le hice venirse a mi, un 69, le lamí entero, apretando sus testículos, él movía sus caderas follando mi garganta, sin dejar de lamer mi clítoris, a la mente me venía las historias que me habían contado de infidelidades, y no me las creía, pero esto era mejor de lo que yo esperaba, ese chico me comía como nadie, no podía más, gemí hasta estallar, cerré mis piernas aprisionándole en mi coño, seguí pajeándolo y mamándolo hasta que le hice correrse en mi cara.

Descansamos en silencio, los minutos pasaban, me estremecía, sonreía por lo que había hecho, todavía no me lo creía, había sido capaz, yo, una mojigata que nunca salía de su casa sin su marido.

Se levantó y se metió en la ducha, yo me quedé en la ventana mirando los coches pasar, la ciudad ante mi, la noche como único testigo de mi pecado.

Inmersa en mis pensamientos no me di cuenta de su presencia hasta que noté sus manos en mi espalda, cerré los ojos y llevé mi mano atrás, aparté la toalla que llevaba en la cintura y masajeé su polla, en segundos estaba nuevamente lista, movía mis caderas, la notaba entre ellas, cogí sus manos, puse una en mi coño y otra en mi boca, lamiendo sus dedos, mordisqueándolos, le grité que me follara.

Me agaché, le ofrecí lo que a nadie había regalado jamás, me acarició con suavidad, pasó su polla por mi culo, por mi coño, manteniendo mi clítoris excitado con sus dedos, mantenía cerrados mis ojos, concentrada en lo que sentía por detrás, me penetró sutilmente, estaba relajada, la sacó y la paseó entre mis nalgas, se apretó en mi culo, me abrí a él, dejé que me enculara, luego la sacó y me la metió por el coño, así lo hizo varias veces hasta que ya no sabía por dónde la metía, simplemente le escuchaba jadear, notaba como me enculaba, y me gustaba, no dejaba de masturbarme el clítoris, y notaba como me volvía a mojar, apoyé mis manos en el cristal, me agaché un poco más, y me dispuse a recibir su leche en mi culo, aceleré mis movimientos y no aguantó mucho, se corrió llenandome de nuevo, notaba ese calor en mis entrañas, junto con el mío.

Pedimos cava y algo de comer, cenamos y marché a casa. Mi marido no había llegado todavía, me duché de nuevo, y me metí en la cama, no podía dormir, cerraba mis ojos y le veía allí, sobre mi, sus ojos ante los míos, su polla inmensa en mi boca. Olía a él, le sentía palpitar en mi interior, mi coño albergaba restos de mi infidelidad.

A las 4 estaba despierta todavía, nerviosa, me vestí, cogí el coche y me fui hasta su hotel, hice una locura, piqué a su puerta mientras me quitaba los zapatos y las medias, abrió, entré, y nos pasamos toda la mañana probando el sexo en cada rincón de esa habitación.

Hoy, una semana después, ya tengo ganas de que vuelva a verme, quiero repetir, necesito repetir, este chico crea adicción, ser infiel crea adicción, y yo soy una mujer infiel.