sábado, 19 de junio de 2010

FELIZ CUMPLAÑOS, JORDI

Ciertas noches en mi soledad
Tengo el deseo lujurioso de amar
De sentir tu cuerpo desnudo.

Imagino mis labios besando tu cuerpo erizado
Mis dedos acariciando tu piel morena
Sentir la humedad de tu ser.

Imagino el éxtasis que causas al amar
Ciertas noches en mi soledad
Tengo el deseo de contigo estar.

Amándonos en tardes de pasión.
Ciertas noches en mi soledad
 Cuando leyendo tus relatos consigo alcanzar el orgasmo y la paz.

Felicidades Jordi con todo cariño, en mi nombre y en el de todas las seguidoras de este magnifico blog..

Belle

viernes, 11 de junio de 2010

Imprevisible, de nuevo, Natalia

Dias sin saber de ella, semanas, ya no aparecía por los lugares habituales, la recordaba, pero su recuerdo se desvanecía en mi memoria.

Cuando viajaba a la ciudad por trabajo, solía visitar la estación de metro donde quedábamos en nuestras citas, iba a desayunar al mismo bar, cenaba en el mismo restaurante que tanto le gustaba a ella, con la esperanza de verla pasar.

Las fantasías invadían mi mente, cuántas conversaciones subidas de tono, fantaseando sobre el sexo furtivo en cualquier rincón, en el baño del bar, entre los coches del párking, al coger el metro recordé, uno de nuestros mejores polvos, aquella noche en el vagón de metro…











“Fue un polvo rápido, era el último convoy de la noche, salíamos de cenar y la acompañaba a su casa, quedaban tres paradas, y la última pasajera se bajó. Nada más cerrarse la puerta del metro saltó sobre mi, empujándome al asiento, con frenesí mordía mi cuello, besaba mis labios, buscaba mi bragueta.

- Te deseo desde que te conocí Jordi.
- Es mutuo.

Metí mis manos bajo su falda, buscando la goma de su tanga, apartándolo para introducir sin impedimentos mis dedos en su sexo, se movía al ritmo que masturbaba mi polla ya erecta y fuera del pantalón.

Llegábamos a la estación, paró, se quedó inmovil sobre mi, por si entraba alguien, nadie abrió la puerta, pero una pareja en el otro andén nos miraba con cara de alucine.

Sin arrancar. Seguimos moviéndonos, abrí sus labios, ella dirigió mi polla haci el objetivo, y se la introdujo.

Arrancamos. Clavé mis uñas en su piel, abrí sus caderas, levanté sus piernas y sujeta a mi cuello siguió sus acelerados movimientos en cuclillas sobre mi, el olor a sexo mezclado con su perfume profundo inundaba mis pulmones, sus pechos golpeaban, libres sin sujetador, bajo la camiseta en mi cara, echaba mi cabeza atrás siguiendo los tirones de sus manos en mi pelo.

De nuevo otra parada, el morbo y la excitación de la situación no nos permitió parar, se abrió una puerta pero no quisimos ni mirar, una voz de mujer nos llamó: -¡degenerados!

Miré, una mujer se dio la vuelta y bajó camino de otro vagón. Arrancó, yo no podía más, la levanté con mis brazos, a pulso sobre mis caderas, se colgó del pasamanos del techo, ahora su peso lo soportaban sus brazos, yo cogía sus caderas y más facilmente la balanceaba dentro y fuera, aprovechaba para meter mis manos bajo la camiseta, pellizcando y manoseando sus pezones duros marcados en el tejido.
Sus piernas cruzadas tras de mi hacían la fuerza suficiente para conseguir una penetación profunda, notaba en la inmensa dureza de mi polla como palpitaban las venas cargadas de sangre, los huevos a punto de estallar de semen, el orgasmo estaba cercano.

Se lo dije, gritaba, pedía más: - fóllame, fóllame, destrózame.
No podía parar, estabamos a punto de llegar a otra parada, aceleré mis movimientos, la descolgué, la eché estirada en el banco, cogí fuertemente la barra tras su cabeza, para hacer más fuerza dentro de su coño, y me preparé para estallar.

Sus gritos apagaban el ruido del tren, apenas podía escuchar el traqueteo, mordía su cuello, la enloquecía, sentía como mi polla abría y cerraba su vagina, sus piernas hacían fuerza para no separarme, sentía como ella contraía su coño una y otra vez, provocando mi orgasmo al sentir como salpicaba mi miembro de líquido candente, sus jadeos eran intensos, nuestros fluidos se mezclaban, mi semen era absorvido por la esencia ardiente de mi nueva amante.

Allí, con sus brazos rodeando mi cuello, su cabeza en mi pecho, intentando recuperar la respiración, mis manos buscando sus mejillas para mirarla, besarla, y sonreirla.

Bajamos del tren en la misma estación que la señora que nos volvió a increpar por guarros, pero nos dio igual, sonreimos, y seguimos caminando.

En el portal de su casa, pactamos el siguiente encuentro, entre besos y caricias, entre perfumes carnales impregandos en nuestra piel y sensuales dedos bajo la ropa.

Natalia, me gusta tu nombre.”







Tomé consciencia de mi situación, me había pasado la parada, estaba en el final de la linea, la misma en la que nos dejamos llevar, meses atrás… cogí el teléfono y la llamé:

- ¿Hola, sabes quien soy?
- Claro tontorrón, se quien eres, un picha brava.
- Iba en el metro, y te recordaba, recuerdaba tus labios, tus dientes impecables, perfectamente posicionados, tus ojos profundos, tu pelo negro, tus manos inquietas… y desperté en tu casa.
- Tu te has alejado.
- Lo siento, te añoro.
- No me añores, eso es mucho más importante que echar de menos, tal vez tan solo me eches de menos
- Te añoro, y estoy en el metro, bajo tu casa.

Colgó, y salió del portal, bajó las escaleras del metro, y me vió allí, me acerqué a ella, un escalón más bajo. Sin decir nada, en silencio.

Me abalancé sobre ella, no le di tiempo a reaccionar, quiso apartarse, pero cuando sintió mi lengua explorar la suya se rindió a mi reconquista.
- Eres imprevisible, lo sabes?
- Lo se, y se que te encanta.

lunes, 7 de junio de 2010

Irresistible

La conocí en el tren, tengo debilidad por las azafatas, he conocido varias, y a cual mejor, todas ellas inmejorables, de cuerpos espectaculares, rostros atractivos y muy buenas personas, pero esta, era una chica diferente, alta, pelo moreno y ojos verdes, un encanto, con una mirada profunda... el que la miraba no era capaz de dejar de hacerlo, me di cuenta en que varios pasajeros masculinos cedían a aquellos luceros hipnotizantes.

Pero yo tuve suerte, ella también se fijó en los míos, y no pudimos ni quisimos evitar cruzar nuestra miradas en varias ocasiones. Al llegar a madrid me dijo: -nos tomamos algo? Espérame en el andén.

Eso hice, esperarla, salimos de allí y me invitó a tomar algo a su casa, lo cual, como ya me imaginé, era para aprovecharse de mi. Acepté, sin dudarlo, porque sus ojos me tenían preso, no podía hacer más que sucumbir a ella.

Caminando por la calle me fijaba en sus curvas, bien definidas por su uniforme, un pantalón ceñido que le marcaba la ropa interior, una blusa que deduje le habían dado con alguna talla de menos, por lo estirados que estaban los botones, y que dejaban entrever el sujetador, un pañuelo que escasamente ocultaba sus pechos que botaban generosamente al caminar.

Entramos en su apartamento, pequeño, recogido, con muebles de diseño, tipo loft, todo en un solo ambiente, me gustaba. Tal como cerró la puerta me cogió del cuello, se avalanzó sobre mi y me besó, sin dejar de besarme me hizo agacharme, de rodillas nos desnudamos en un segundo, nos mordisqueamos, y me dispuse a follarla.

Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas, y abrió sus musculosas nalgas: -meteme esa polla por mi culo.

Joderrr, así de buenas a primeras, a palo seco, no sabía si hacerle caso o no, le iba a hacer daño, seguro, pero ella lo pedía, así que acerqué mi polla, apreté el capullo a su ano… - Oye, no eres el primero que me encula, vamos, que no me romperé.

Ostias, eso si me ponía a 100, así que la sujeté de su melena morena, y la ensarté hasta los cojones, gimió, y acabó con un mmmmmm, vamos, empecé a bombearla, a meterla y sacarla, a darle lo que yo sabía darle, y ella gemía, y reía, disfrutaba sin duda, y yo pensaba en que tan sólo hacía 40 min estabamos en el tren y ella me servía una copa.

Notaba como su ano hacía fuerza, se contraía y dilataba, manejaba la follada a su antojo, hasta que no pude más, reventé su culo con mi semen, inundandola por dentro, mientras ella gemía sin cesar, agachaba la cabeza contra el suelo, y seguía gimiendo.

Me aparté quedándome sentado en el suelo de la sala, se dio la vuelta, y vino a gatas hasta mi entrepierna, la cual lamió y mamó hasta conseguir de mi una nueva erección y un nuevo orgasmo del que no dejó escapar ni una sola gota de leche, aquella hembra era salvaje, era algo fuera de serie, era… irresistible.