sábado, 9 de octubre de 2010

Pero hija, ¡mírate al espejo!

Les observo, compañeros de trabajo, al parecer, o bien se conocieron al entrar al tren y coincidir en butacas juntas, estoy en el AVE, de regreso a casa.

Él, alto, moreno, delgado, sencillo, normal, la mira de reojo, y hace un comentario sobre la merienda que acabamos de tomar, ella rubia con ojos azules, gafas que la hacen un tanto interesante, vestida con pantalones que le definen perfectamente las líneas curvas de sus caderas, hace ver que lee, pero no lee, la mirada se le desvía al sentir que su compañero no pierde detalle de sus piernas.

Ahora ella hace un comentario sobre el posavasos (qué poco original), y él lo coge con sus dedos, rozando, como no, los de ella: -Si, parece celulosa doble. (como si tuvieras idea de lo que es eso, si vienes de una feria de muebles de cocina!!!)

- ¿Te apetece una copa? ¿Vamos al vagón restaurante?
- No bebo, pero gracias.

La observo, se arrepiente de sus palabras, ella habría aceptado, pero su mirada delata duda, además, vamos en preferente, y aquí la copa es gratis.

Estoy sentado a detrás de ellos, a ella la veo de reflejo en el cristal de la ventana, destacan sus pechos enormes, bien puestos, de vez en cuando se gira y ve mi reflejo observándola, a él en diagonal, y vaya, cómo se nota que quiere un final feliz para su viaje, miradas, sonrisas, muecas, ¡joder, díselo ya!, o se lo digo yo.

Se nota de lejos lo que busca, y las mujeres no son tontas, ella también lo sabe, y le da muestras que acepta, le ríe las gracias, acepta sus comentarios, pero este tío es tonto, no se da cuenta, o es un acojonao.

Suena un móvil, concentrado en mi trabajo no me doy cuenta que es el mío, ellos me miran, me señalan, pido disculpas, descuelgo y eres tú, ellos se miran, sonríen, y ella dice: -Vamos.
Me levanto y voy al pasillo a hablar con cierta intimidad.

De repente ellos pasan tras de mi, primero ella, entra en el baño, a los segundos él, pica a la puerta y se abre, no tengo la menor duda de que ella lo ha propuesto.

Cuelgas, pero me quedo allí, haciendo ver que hablo, tengo curiosidad, quiero saber, y entro en el servicio contiguo, echo el pestillo, silencio, apoyo mi oreja en la pared.

Risas, palabras, un golpe, un cinturón que cae, otro golpe, otro, otro, el ritmo comienza a acelerarse, los golpes son cada vez más rápidos, más rítmicos, más calientes. Gimen, me excito, cómo me gustaría a mi un polvo en el tren, desde que lo hice con aquella chica en mi primer viaje en AVE, no ha vuelto a suceder, tampoco lo busqué más, pero fue sexy, fue morboso, erótico y ardiente.

De repente un golpe tremendo, ahora unos pocos suaves, flojos, imagino el cambio de posición, comenzaron ella sentada sobre el lavabo, abierta de piernas, recibiendo su polla, les imagino con la camiseta arremangada sobre los pechos, el sujetador bajado hasta la cintura, las tetas al aire, los pezones duros, a él desabrochado, ofreciendo su pecho peludo, sus manos apoyadas en la pared, mientras ella se cuelga de su cuello y le rodea con las piernas, o tal vez las abre bien apoyadas sobre el retrete y la puerta, y ahora, después de unos minutos así cambian de posición.
No dudo que ahora ella ha bajado, se ha puesto culo en pompa, él la ensarta desde atrás, de ahí el golpe inicial rudo y fuerte, y los rítmicos que le siguieron, seguro que la cabeza de ella apoya en la pared, sus tetas cuelgan y se zarandean a cada embestida, mientras trata inútilmente de frenarse con sus manos o codos. La imagino si haberse quitado el tanga, apartado a un lado sobre su nalga, y él observando parte de su espalda descubierta, y agarrándola de las caderas mientras apoya su espalda en la pared trasera, para así hacer más fuerza.

Pican a mi puerta, y después a la suya, que esperen, ¿no ven que estamos en pleno acto sexual? –Ocupado, coño!!!

Los golpes han cesado, silencio, vaya, les han cortado el rollo, y yo empalmado. Risas, gemidos, y de nuevo los golpes, ahora habrán cambiado de posición, digo yo, y ¿cuál será? Intento imaginar, adivinar con lo que escucho, el qué harán, lo que yo le haría.

Ahora simplemente gemidos de él, a ella no la escucho, seguro que se la está mamando, no hay la menor duda, el gime, cada vez más fuerte, jajaja, se nota, no puede más, le dice que trague, que no deje nada, se parece a mi. Se calla, y un gemido largo y fuerte, seguro que alguien más ha escuchado el orgasmo, si se esperan en el pasillo, ¡les habrán pillado!

Me echo agua fresca en mi sexo, hasta bajar la “inflamación”, y salgo antes de que lo hagan ellos, nadie espera, se cansaron, no lo dudo.

Me siento, ye les veo llegar, ella va a tomar asiento y me mira, me guiña el ojo y sonríe, ¡vaya pelos! ¡Vaya cara de bien follada! Pero hija, podías haberte mirado al espejo, ¡¡¡ tienes semen en la comisura de los labios!!!!

En cuanto él se sienta, la mira, se ríe y con un pañuelo la limpia, qué vergüenza, sin duda.


“El sexo en un lugar público es morboso, sensual, peligroso y fabuloso, tendré de probar de nuevo el baño del AVE, o tal vez del tren hotel, ya veremos, o de la cafetería esa a la que suelo ir.”

domingo, 3 de octubre de 2010

Amanecer con una Princesa

Sentía el acelerado latir de mi corazón fuertemente en mi pecho, notaba el suyo en su cuello. Una gota de sudor caía por mi frente, haciéndome cosquillas al resbalar por la mejilla, llegando a la punta de mi nariz precipitándose desde ella sobre la sábana.

Tomé aire, intentando recuperar el aliento entrecortado, intenté calmarme, pero el ardor de mi polla dentro de su vagina y el olor a sexo recién disfrutado inundaban mi mente con imágenes de las escenas de pasión acabadas de vivir.

Fue un orgasmo gritado, gemido y enormemente gozado, nuestro primer orgasmo, nuestros fluidos en su interior ardían cual lava erupcionada mientras la musculatura de su vagina aprisionaba con fuerza mi sexo.

Fue una tarde puramente sexual, fue un encuentro de desahogo, de deseo contenido y por fin liberado, después de tanto tiempo hablando, negando la evidencia, distrayendo nuestra atención hacia terceras personas, por no querer reconocer que no estamos hechos para picotear, sino para saborearnos intensamente, para descubrirnos y redescubrirnos día tras día.

A mi mente venían la intensidad de sus besos al encontrarnos por primera vez, la humedad de sus labios, la fuerza de sus abrazos, la dureza de sus pechos, el deseo de su mirada, y al llegar a la cama, ya desnuda sobre mi, recordaba el movimiento de sus caderas, el gozo de su sexo al recibirme…

Allí, tumbado sobre ella, sus manos acariciando mi espalda suavemente, sus piernas rodeando mi cadera, conseguimos tomar aire, nos miramos, sonreímos, y nos acurrucamos de nuevo.

Charlamos horas y horas, sobre cómo el destino nos había cruzado en esta vida, como los detalles que anteriormente vivimos nos llevaron a ese punto en el que nos encontrábamos, y lo fácil que habría sido no llegar ni a coincidir, por suerte tuvimos las palabras justas, en el momento justo, los clicks justos, en los links adecuados.

Un rayo de sol entró por la rendija de la persiana mal cerrada, habíamos pasado la noche en vela, conociéndonos, investigando en nuestro interior, confesando los secretos que no le habíamos dicho a nadie, sincerándonos, y besándonos.

Se acercó a mi, apartó la sábana, dejando nuestros cuerpos iluminados por el amanecer, acercó su mano hasta mi cuello, lo acarició, luego mis labios, mi mejilla, bajó por mi pecho hasta llegar a mi flácido miembro, que a las órdenes de sus dedos rápidamente se puso firmes.
Yo la rodeaba con mi brazo, acariciaba su espalda, poco a poco se fue acercando, haciendo que su boca pasara por donde sus dedos acababan de pasar, al llegar a mi sexo erecto lo acarició, paseó su lengua por toda su piel, sonrió y subió rápidamente hasta mi oído, susurró hazme el amor, quiero ser tu reina.

La besé, intensamente, sujetando su nuca, posando mi lengua sobre la suya, apasionadamente enloqueciéndome con sus labios, cerrando mis ojos, enredando mis dedos en su cabello liso, largo, suave, suyo.
Pasó una pierna sobre mi, posando su coño sobre el tronco de mi polla, frotando suavemente, haciéndome alcanzar una erección matutina de escándalo, bajó una mano, la agarró, la dirigió a su cueva, se dejó caer y la ensarté a fondo.
Un gemido profundo y largo escapó de su garganta, volvió a besarme cerrando los ojos, sin dejar de moverse suavemente, para de repente cabalgarme ferozmente, levantarse ante mi, sentarse con os pechos empitonados al frente, sus grandes pechos ofrecidos a mis manos, su cabeza echada atrás, y sus manos en su vientre, sintiendo en su interior el ir y venir de mi ser.

Cogí sus manos, entrecrucé mis dedos con los suyos, la traje a mi, y en ese mismo instante exploté, el semen candente inundó su interior, sus movimientos eran feroces, engullía toda la carne y volvía a sacarla, tan sólo se escuchaban sus gemidos y el chapoteo de nuestros fluidos en su interior, hasta que paró en seco, cerró fuertemente las piernas, llenó sus pulmones de aire alzando los pechos, contuvo la respiración unos instantes y se desplomó sobre mi soltando un gemido suave y largo.

Ese día no fui a trabajar, llamé para decir que estaba enfermo, y nos quedamos en la cama de ese hotel…