domingo, 3 de octubre de 2010

Amanecer con una Princesa

Sentía el acelerado latir de mi corazón fuertemente en mi pecho, notaba el suyo en su cuello. Una gota de sudor caía por mi frente, haciéndome cosquillas al resbalar por la mejilla, llegando a la punta de mi nariz precipitándose desde ella sobre la sábana.

Tomé aire, intentando recuperar el aliento entrecortado, intenté calmarme, pero el ardor de mi polla dentro de su vagina y el olor a sexo recién disfrutado inundaban mi mente con imágenes de las escenas de pasión acabadas de vivir.

Fue un orgasmo gritado, gemido y enormemente gozado, nuestro primer orgasmo, nuestros fluidos en su interior ardían cual lava erupcionada mientras la musculatura de su vagina aprisionaba con fuerza mi sexo.

Fue una tarde puramente sexual, fue un encuentro de desahogo, de deseo contenido y por fin liberado, después de tanto tiempo hablando, negando la evidencia, distrayendo nuestra atención hacia terceras personas, por no querer reconocer que no estamos hechos para picotear, sino para saborearnos intensamente, para descubrirnos y redescubrirnos día tras día.

A mi mente venían la intensidad de sus besos al encontrarnos por primera vez, la humedad de sus labios, la fuerza de sus abrazos, la dureza de sus pechos, el deseo de su mirada, y al llegar a la cama, ya desnuda sobre mi, recordaba el movimiento de sus caderas, el gozo de su sexo al recibirme…

Allí, tumbado sobre ella, sus manos acariciando mi espalda suavemente, sus piernas rodeando mi cadera, conseguimos tomar aire, nos miramos, sonreímos, y nos acurrucamos de nuevo.

Charlamos horas y horas, sobre cómo el destino nos había cruzado en esta vida, como los detalles que anteriormente vivimos nos llevaron a ese punto en el que nos encontrábamos, y lo fácil que habría sido no llegar ni a coincidir, por suerte tuvimos las palabras justas, en el momento justo, los clicks justos, en los links adecuados.

Un rayo de sol entró por la rendija de la persiana mal cerrada, habíamos pasado la noche en vela, conociéndonos, investigando en nuestro interior, confesando los secretos que no le habíamos dicho a nadie, sincerándonos, y besándonos.

Se acercó a mi, apartó la sábana, dejando nuestros cuerpos iluminados por el amanecer, acercó su mano hasta mi cuello, lo acarició, luego mis labios, mi mejilla, bajó por mi pecho hasta llegar a mi flácido miembro, que a las órdenes de sus dedos rápidamente se puso firmes.
Yo la rodeaba con mi brazo, acariciaba su espalda, poco a poco se fue acercando, haciendo que su boca pasara por donde sus dedos acababan de pasar, al llegar a mi sexo erecto lo acarició, paseó su lengua por toda su piel, sonrió y subió rápidamente hasta mi oído, susurró hazme el amor, quiero ser tu reina.

La besé, intensamente, sujetando su nuca, posando mi lengua sobre la suya, apasionadamente enloqueciéndome con sus labios, cerrando mis ojos, enredando mis dedos en su cabello liso, largo, suave, suyo.
Pasó una pierna sobre mi, posando su coño sobre el tronco de mi polla, frotando suavemente, haciéndome alcanzar una erección matutina de escándalo, bajó una mano, la agarró, la dirigió a su cueva, se dejó caer y la ensarté a fondo.
Un gemido profundo y largo escapó de su garganta, volvió a besarme cerrando los ojos, sin dejar de moverse suavemente, para de repente cabalgarme ferozmente, levantarse ante mi, sentarse con os pechos empitonados al frente, sus grandes pechos ofrecidos a mis manos, su cabeza echada atrás, y sus manos en su vientre, sintiendo en su interior el ir y venir de mi ser.

Cogí sus manos, entrecrucé mis dedos con los suyos, la traje a mi, y en ese mismo instante exploté, el semen candente inundó su interior, sus movimientos eran feroces, engullía toda la carne y volvía a sacarla, tan sólo se escuchaban sus gemidos y el chapoteo de nuestros fluidos en su interior, hasta que paró en seco, cerró fuertemente las piernas, llenó sus pulmones de aire alzando los pechos, contuvo la respiración unos instantes y se desplomó sobre mi soltando un gemido suave y largo.

Ese día no fui a trabajar, llamé para decir que estaba enfermo, y nos quedamos en la cama de ese hotel…

4 comentarios:

  1. Candente, entrecortado, susurrante….
    Caramelo delicado entre labios expertos… suaves sonidos de fluidos calientes…
    Suavemente entra en las entrañas, ascendiendo, calentando , quemando….
    Gratas visiones de noches ardiente..
    G.

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  2. feroz pasion al principio por el deseo contenido terminando con suavidad y sentimiento dulce de placer....ummmmmm...me ha gustado mucho.refleja lo tierno k estas, querido Jordi.

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  3. Princesa enamorada3 de octubre de 2010, 8:44

    Que real!!, al leerlo no cabe duda que la experiencia con la desconocida fué del todo placentera, puede que alguna lectora se sienta celosa... Te felicito relatos.

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  4. Hombre ya era hora!!!...un relatoooo, no me lo piedo creer.
    Esta bien ese despertar..

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