domingo, 25 de abril de 2010

Escondido en mis palabras...




Dicen que mis escritos hablan de amor, del roce romántico y malicioso de mis manos sobre tu piel, del insinuante paseo íntimo de mis dedos sobre la tela de tu ropa interior.

Dicen que contra más escribo sobre la excitación de tu mirada, sobre el ardor de tus fluidos envolviendo mi sexo, sobre la locura desatada al cabalgarte, más se nota que eres tu.

Dicen que mis palabras esconden sentimientos, que mis textos guardan ilusión, dicen tantas cosas, pero nadie sabe la verdad.

Dicen que al hablar de ti mis ojos brillan, que al recordarte la más grande de las sonrisas ilumina mi rostro, que me crezco cuando te escribo, dicen que nadie como yo supo jamás sacar tanto bueno de ti.

Dicen que se nota que mis escritos hablan de ti, pues son claros y sinceros, son calientes y emotivos, son románticos y morbosos, son tal cual tu eres.

Dicen, y con razón, que jamás te saqué de mi corazón, pese a intentarlo, pese a quererlo, mi corazón decidió que no.

Pero lo que nadie dice es tu nombre, nadie sabe que tu esencia es la más dulce y sabrosa jamás catada, nadie sabe que tus besos tienen dueño, y tus sentimientos mi destino.

Dicen que me equivoco y que no me correspondes, que mi historia es un monólogo incompleto, pero yo se que pronto será un dialogo de dos, será la más sabrosa conversación escrita.

Yo digo que cada vez que inundo tus entrañas con mis fluidos el diablo se regocija en su infierno, porque jamás nadie que pecó tanto disfrutó como nosotros.

Digo que la vida es intensa cuando tu mirada se clava en la mía, y mi explosión en tu boca sacia tu sed de sexo.
Digo que te imagino en mi soledad, y mi sexo toma forma, crece, se endurece y desea estallar de nuevo, rememorar cada encuentro, cada orgasmo.
Digo que cuando introduzco mi lengua en tu vagina, mientras tus manos aprietan mi nuca, esfuerzo al máximo mi músculo para exprimir de ti la mayor de las corridas.
Digo que tus ojos no mienten, que tu mirada te delata, que nunca hemos disfrutado con el sexo que como el que tu y yo nos damos mutuamente.

También digo que contra más te tengo, mejor amante me vuelvo, mejor hombre, mejor humano.

Digo que deseo tenerte, arrancarte la ropa, desnudarte contra la pared, penetrarte hasta caer rendidos y acariciarte entre las sábanas de mi cama hasta dormirnos empapados en nuestro sudor.
Digo que no hay mejor fruta que la mía, que nunca se acaba, siempre quiere más, y pelarla es más fácil...

miércoles, 14 de abril de 2010

Ruidos en la habitación de al lado

Un portazo me despertó, inmediatamente movimientos de sillas, algún golpe en la pared, de repente silencio…. A los segundos… gemidos femeninos.

El silencio de mi habitación me permitía distinguir casi hasta las palabras, acerqué mi oido a la pared, y los gemidos se escuchaban como si yo los provocara.

Una mujer follada, lamida, enculada, no lo sabía, y mi imaginación volaba. De repente sacudidas, algún cachete, y golpes rítmicos en la pared, más gemidos, justo después de cada golpe, voz de hombre, incomprensible para mi.

Los golpes se aceleraban, mi excitación particular aumentaba, mi sexo endurecido bajo la sábana, mis ojos fijos en el infinito, los cierro, casi podría oler ese sexo, los golpes seguíen cada vez más rapido, ahora paran.

De nuevo gemidos, voz femenina, un NO rotundo, un grito, insultos, silencio, y de nuevo gemidos, ahora eran SI, muchos SI, un gemido profundo masculino, y de repente: - Me corrooo.

Yo tardé escasos segundos en correrme después de ella, y creo que mis golpes también se escucharon al otro lado, pues mi cama se movía del mismo modo, rítmico, y mi gemido se me escapó sin ser consciente de mis vecinos.

Cumple mis deseos

Sabes que eres mía, sabes que estás a mis pies, que te gusta como te trato, que junto a mi te sientes segura, que en mis brazos el gozo es sublime, sabes que nadie provoca en ti tanto placer como yo te he hecho sentir.


Ven, acércate, arrodíllate, ponte ante mi, disfrútame, hazme gozar como tu gozas, hazme vibrar como tu vibras, hazme estremecer como jamás nadie lo hizo.


Llevo mucho tiempo esperándote, llevo tanto tiempo sin ti, y me reservo para ti, para este nuevo encuentro, para nosotros.

viernes, 9 de abril de 2010

Inundada

La recogí como siempre, en la gasolinera, a las 14h, después de su turno, la besé, me besó, y salimos en coche a un hotel que ella no conocía, en barcelona.

Llegamos a aquél hotel, exteriormente descuidado, ella estaba alucinada, llevábamos varios encuentros “sin compromiso” en diferentes lugares, mi apartamento, el coche, el almacén de su gasolinera, incluso alguna vez en un hotel de lujo de barcelona, pero nunca la había llevado a lo que parecía una pensión de mala muerte.

Su cara era un poema:

- Jordi, ¿aquí me traes? Será una broma, ¿no?
- Natalia, habitación 21, encima de la almohada hay una carta, léela, y haz lo que dice. Voy a buscar algo, enseguida vengo.
- No se ni como te hago caso, no tardes.

Básicamente quería darle tiempo de hacer lo que la carta indicaba:
“ cielo, tal vez no he sido justo contigo, porque aunque a veces eres como una niña, caprichosa y posesiva, me gustas, eres una gran amiga, y te quiero. Pero hoy no habrá cariño, hoy habrá algo diferente, desnúdate, ponte lo que encontrarás en la caja debajo de la carta, y átate con las esposas tal como te indico. Tranquila, te deseo, y no te haré ningún daño.”

La carta llevaba un sencillo croquis de mi fantasía.


Lo que ella no sabía que aquél era un hotel diferente, especial, preparado para eso, para follar y disfrutar del sexo.

Subí, abrí lentamente la puerta, una luz de neón iluminaba desde la ventana, el único ruido que se escuchaba era el de las burbujas del jacuzzi, observé si mi presa yacía atada donde yo la había dirigido, y así era. Un sillón ergonómico, en el cual sus manos quedaban tras el respaldo y sus caderas en pompa para el disfrute del hombre, y goce de su entrepierna.

Caminé a su alrededor, mirándonos, observando el conjunto de ropa interior que le había regalado, negro, con corsé y liguero, escote pronunciado, sin bragas, zapatos de tacón de aguja del 36.

Puse música suave, y colgué mi americana, me quité la corbata con la que tapé sus ojos. La miraba, me detenía en sus curvas, en sus labios vaginales inflamados, en su rasurado bello íntimo, deseaba disfrutar de aquél cuerpo angelical, de adolescente, perfecta para cualquier hombre, afortunado yo de poder probarla, hacerla mía de nuevo. Apreté sus espsosas, para asegurarme que no podría soltarse.





Tán sólo con pantalones y la camisa blanca desabrochada, me acerqué un taburete, y me senté tras ella, sujeté sus piernas bien abiertas con unas cuerdas que había dejado preparadas anteriormente, abrí sus caderas, respirando fuertemente, haciendola notar mi aliento en su sexo, rozando mis dedos en su piel erizada.

Acerqué mi boca, saqué mi lengua, y me entretuve largo rato en lamer su vagina, por el exterior, luego la entrada de su ano, para pasar al clítoris, lamiendo su campanilla, penetrando su culo con mis dedos mojados de sus fluidos.

Me apretaba con fuerza en aquél precioso coño, empapaba mi rostro de su sabrosa esencia, forzaba la penetración de mis dedos en su culo, una y otra vez, hasta que la masturbación anal era suave, delicada, consentida, y sus gemidos eran de placer.

Me levanté, me puse ante ella, bajé mi bragueta y saqué mi polla endurecida, enseguida se relamió, acerqué mi cipote a su boca, y en nada comenzó a lamerme, tragándose toda la carne que cada vez se endurecía más y más sintiendo el calor de su boca, el jugueteo de su lengua con el agujerito de mi rabo.
La sujetaba de la nuca, follándome con fuerza su garganta, arañando su espalda cuando chupaba con fuerza como un aspirador., sentí que me venía, me aparté:

- ¿Porqué paras?
- Iba a correrme.
- Pues hazlo.

La penetré de nuevo, en apenas unos segundos, sin apenas mover mis caderas, simplemente concentrado en su lengua, en sus labios rozando mi piel, exploté. Un manantial de semen contenido emanó inundando su boca, y ella, sin dejar escapar ni una sola gota, tragando sin cesar, exprimió mis testículos como ninguna mujer había hecho hasta la fecha. Llevaba semanas sin follar, y aguantandome sin masturbarme por ella, y ese estallido en su boca fue soberbio.

Me aparté de ella, me metí en el jacuzzi unos minutos, y la dejé atada, observándola desde la bañera. Se movía, intentaba zafarse de las esposas, soltar las piernas, me hablaba pidiendo que la soltara, pero yo no le contestaba.

En cuanto me recuperé, salí, sin apenas secarme y me puse la toalla en la cintura, le quité la corbata de los ojos para que me viera, me acerqué a su cara, la hice lamerme de nuevo, endurecérmela, para pasar de inmediato a su trasero, frotándome entre sus nalgas, metiéndole el capullo, observando como su vagina se abría, para clavársela de repente hasta el fondo arrancando un gemido profundo de placer, me quité la toalla, la pasé bajo su cintura, y me sujeté a ella con fuerza, tirando a cada embestida con mis brazos, para hacer notar en sus entrañas la dureza de mi polla.

Gemía, cada vez más fuerte, pedía más: -sigue Jordi, no pares, me tienes a punto fóllame más fuerte!
Eso me enloquecía de una mujer, que me pidiera más, y más fuerte.
La saqué, esperando su pregunta: - ¿Pero porqué paras joder?, ¡que me iba a correr! ¡No pares ostia!

Entonces presenté mi rabo ante su culo, apreté poco a poco, y al no tener queja de ella, empujé un poco más, mi capullo ya estaba dentro, lo más difícil superado, la saqué, nuevamente a dentro, ahora ya casi hasta los huevos, volví a sacarla, y se la metí en el coño, mojándome de nuevo, y esta vez, la enculé directa hasta golpear con mis testículos en su clítoris. Gimió de placer, y ya no pude parar. Me movía acelerado, cada vez más rápido, sus caderas llevaban mi ritmo, su cintura se contorneaba con cada enculada, sus manos se cerraban agarándose a la tela del sillón, pronto me correría, no tardaría mucho, pero ella ya gritaba de placer, ya aullaba su orgasmo, y sus espasmos cerraban su ano que apretaba mi polla mucho más, y eso hacía que tomara dureza, sentía un placer tremendo, y no me podía controlar. Tiraba de su melena morena fuertemente, disfrutando de esa imagen en ropa interior, cómo me gusta el cuerpo de esta mujer, pensaba yo. Estallé, apretado contra ella, vaciando de nuevo mi tanque de leche en aquél lugar que no era habitual para nadie, no se si fui el primero, pero se que me encantó.

La velada siguió con baño en el jacuzzi, cena en la cama viendo la tv, y caricias y besos agobiantes, y mucho más sexo, como ella quiso dármelo.

Ha sido un gran placer gozar a tu lado, y me encantaría volver a tenerte. Besos amor.