miércoles, 23 de diciembre de 2009

Exótica, Primera Parte

Uno no programa estas cosas, no planea estas situaciones, la vida se sucede, y pasa lo que pasa.

Compañeros de trabajo me habían adevertido: Brasil, no querrás volver a España.

Fue un viaje largo, un montón de horas para 1 día de trabajo en Río, suficiente según unos, escasos días para mi, por lo que alargué mi estancia un par de días más.

Puesto que hacía apenas dos meses de nuestra boda, me llevé a mi mujer, como debía ser.

Un chófer de mi cliente nos llevó al hotel, eran las tres de la tarde, y venía totalmente despejado, el viaje durmiendo y preparando informes, mi mujer no podia dormir en el avión, y prefirió quedarse en la habitación.

Salí a pasear por los alrededores del hotel, haciendo caso omiso de las recomendaciones de mis colegas…

Escuché música, dos calles arriba, y quise acercarme a ver. Era un ensayo de un grupo de chicos y chicas vestidos de carnaval, culos perfectos, cinturas de vértigo, pechos de escándalo… al otro lado del grupo, una chica jovencita les indicaba lo que debían hacer, con una gracia especial, me apoyé en la pared, y me quedé observándolos.

Ella se dio cuenta, de vez en cuando, mientras corregía a sus compañeras de comparsa su mirada se desviaba hasta cruzarse con la mía, me fijaba como se movía, cómo demostraba los movimientos de cadera, cómo meneaba la cintura hasta hipnotizarme con ella.

Pasó a mi lado, y sin mirarme, me dijo algo, comenzamos a conversar, estuvimos así un rato, como si no hablaramos, pero nos fuimos presentando, después, su mirada se clavó en la mía, la mía que no era capaz de mirar a otro lado hizo lo propio.

- Ven, no eres de aquí, ¿quieres que te enseñe algo especial?
- Me encantaría.

Me llevó a un garito medio cerrado, no había nadie, una mujer tras la barra pasando un trapo, repasando los estantes.

- Mery, márchate ya.
- Si señora.

Era un local de madera, con decoraciones tipo taberna irlandesa, pero con toques de colores, de carnaval, un olor profundo entre traviesa de tren y humedad de bodega.

- Este local es único en Río. Es mío, lo creé con mis propias manos, y lo llevo con unas amigas cada noche.
- Alucinante, qué narices montar un negocio ella sola.

Me senté en la barra. Me sirvió una caipirinha y continuamos charlando, me explicó cómo era la vida en Río, yo le respondí cómo era la vida en Barcelona, no os imaginais lo bien que se vive allí… al menos lo tranquilos y felices que se les ve.

Su mano se acercó a la mía, me aparté, pero dio la vuelta a la barra y vino hacia mi, me giré, se puso entre mis piernas, de pie, a escasos centímetros de mi rostro, sin dejar de hipnotizarme con sus ojos negros, sin apartar sus manos de mi cintura.

Acercó sus labios a los míos, y me dejé llevar, sentir esos labios fue como la brisa en verano, era deseado, era inesperado, era…. Excitante.

Sus manos se metieron bajo mi camiseta, arañándome con sus uñas la espalda, mordisqueándome con sus dientes, metiendo su mano entre nuestros cuerpos, acariciando mi paquete escondido bajo mis pantalones de pinzas.

- Esto también es único en Río.
- No lo dudo.

Se arrodilló ante mi, bajó la cremallera y sacó mi polla, la agarró fuertemente, la lamió, mordió mis huevos, saboreó mi sabor. Me pajeba suavemente, mientras no dejaba ni un milimetro de mi cipote sin lamer, sus dedos apretaban mis testíulos, la agarré del pelo, la levanté, le di la vuelta y la apoyé en la barra, dejé caer al suelo su falda, arranqué su camiseta, no llevaba sujetador, y un minúsculo tanga cubría su culo, lo arranqué.

Acerqué mi sexo entre sus nalgas, antes de metérsela la froté por su ano, por sus labios vaginales, acaricié su joven piel, apenas tendría 25 años, y mientras subía mis manos hasta alcanzar sus pechos juveniles, pequeños, sus pezones durísimos, erizados, la clavé a fondo.

Un gemido salió de su garganta, quería escucharla gritar, la gente pasaba por la calle, la persiana a media altura evitaba que nos vieran, pero nos iban a escuchar.

Subí mis manos, a su cuello, su nuca, agarré su melena morena con mi mano, y tiré de ella, ahora la penetré a fondo, y volvió a gemir. La imagen de su espalda arqueada, perfecta, sin marcas, su piel lisa, me excitaba. Queria llenarla de mi, pero prefería esperar.

Le di la vuelta, la elevé ante mi con mis manos, y la llevé hasta la mesa de billar, allí la estiré, devoré su sexo, me concentré en sacarle un orgasmo, lamí su clitoris, chupándolo a la vz que mis dedos acariciaban su ano relajado, mordiéndolo, metiendo mi lengua como si fuera mi polla, buscando su punto G que fácilmente encontraba, ayudándome con mis dedos, masturbando su ano.

Comenzó a moverse, su cadera iba y venía, mi sexo estaba nuevamente listo, y ella deseaba ser penetrada allí, sobre esa mesa.

Se sujetaba a los laterales de la mesa, doblaba las piernas sobre mi espalda, cogía con una mano mi cabeza, apretándome a su coño. Sus empapados labios me llenaban la boca de sus fluidos, tenían un sabor diferente al que yo estaba acostumbrado, era dulce, eso si era único, dulce….

No podía más, ella gemía sin cesar, cerraba los ojos, susurraba algo que no llegaba a entender, palabras extrañas para mi. Poco a poco fui subiendo, sin despegar mi lengua de su piel, pasé por su pubis, su ombligo, acariciandola sin cesar, por sus pechos, entreteniendome en sus pezones, pequeños, pero duros, subí un poco más, era siempre la misma frase, no la comprendía, la besé, entonces me rodeó con sus piernas y me trajo a ella, la penetré, entonces gritó: - siii, siii.

Eso me puso más caliente, sus manos buscaban las mías, sobre nuestras cabezas, sus piernas dobladas en mi espalda, subí una pierna a la mesa, podía así hacer más fuerza.

Las embestidas iban y venían, una y otra vez, cada vez más aceleradas, cada vez más profundas, hasta que se apretó fuertemente, y nos dejamos ir, explotando uno sobre el otro, llenando su sexo de nuestros fluidos, haciendo rebosar esa esencia de sus vagina, y mojando la tabla.

Nos quedamos inmóviles unos minutos, recuperando la respiración, y, simplemente, uno sobre el otro.

Nos vestimo y acabamos la copa, charlamos un rato más, y jugamos a billar, con nuestros aromas sobre la mesa.

Al marchar me sacó un mapa, señalando una cala a unos kilómetros de allí:

- Mañana, a las 7h, después de cerrar el bar estaré allí, tomando el sol, te espero.

A las 10 tenía mi reunión, supuse que me daría tiempo, así que accedí al encuentro, pero eso… os lo explicaré otro día.

4 comentarios:

  1. Deliciosas sorpresas que se nos presentan en la vida, si lo planearamos no lo disfrutaríamos tanto.

    Que tengas una innolvidable Navidad

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  2. Muy buen relato, se nota que esto de visitar Brazil siempre dijeron que es el Disney-Word del sexo y segun cuentas va a ser cierto..jaja
    Sigue disfrutando como lo merece esta vida: A Tope...
    Saludos desde mi orilla

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  3. después de lo sucedido... tan ardiente, todavía hay más? puffffffffffffff

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  4. me encanta lo inesperado...es excitante como lo cuentas....y te doy un diez..

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