lunes, 11 de mayo de 2009

El internado, la cocinera y el cura

Cuando era un crío mis padres me metieron en un internado, en el tuve mi primera experiencia como voyeur, espiando a dos personas follando, y masturbándome con ello.

Yo tenía unos 14 años, ya en mi último año de internado, y cuando comenzaba a descubrir la sexualidad en forma de masturbación.

Ella era una mujer treintañera, muy sensual, con curvas, siempre vestía con una bata, y sus grandes pechos estiraban los botones de su escote dejando ver la ropa interior que utilizaba. A menudo se agachaba a coger cosas de los armarios bajos de la cocina o el almacén, y o bien se le podían ver las bragas o si la veías de frente podías observar sus grandes pechos colgando. De cualquier modo, yo siempre era un voluntario para ayudar en cocina, así podía mirarla y masturbarme por la noche imaginándola.

Me había podido fijar en que muchos días venía un cura, Don Ramón, joven, de la misma edad, y se tomaba un te allí, con ella, y hablaban de cosas de la escuela, de la comida, etc. Pero su mirada no era de sacerdote, sino de deseo, yo me había fijado en que la miraba igual que yo cuando la espiaba desde el almacén.

Un día ella no quiso ayuda, y yo me quedé con la llave del almacén para colarme como hacía otras veces y espiarla, ese día la observaba fregar las cacerolas, veía como su bata se salpicaba de agua y sus pechos se transparentaban en la tela. Eso me empalmaba, y comencé a masturbarme desde mi escondite, de repente se abrió la puerta, y entró Don Ramón, cerrando con llave tras él. Se acercó, metió sus manos por debajo de los brazos de ella, y la sujetó de los pechos, me quedé perplejo, ¡el cura le metía mano! Comenzó a morderle el cuello, a la vez que desabrochaba los botones de la bata y dejaba al descubierto ese par de enormes y bien formados pechos, bajó el sujetador rosa haciendo que sus tetas se elevasen aún más.

Para entonces yo estaba a punto de correrme, pero prefería parar y disfrutar de la escena con suaves caricias.

Desabrochó completamente la bata, dejandome ver sus caderas, le despojó de las bragas, mientras ella seguía apoyada sobre la fregadera, con su melena rubia caida de lado medio tapándole la cara. El cura se arremangó la sotana, y le endiñó una enculada de cuidado, escuchaba los gemidos de la cocinera perfectamente, veía como sus tetas iban y venían en cada embestida, y eso me ponía super cachondo.

Ella se abrió un poco más, él manoseaba ferozmente la entrepierna de la cocinera por delante, entonces ella se apartó, se acercó a la mesa que estaba ante mi, subió una pierna encima y con la otra apoyada en el suelo le ofreció su sexo. Don Ramón se acercó meneandose la polla, y ella con su mirada fija en la pared esperaba la penetración.

Podía escuchar su aliento, estaba a apenas un metro de la rejilla, y yo, a oscuras contenía mi respiración.

Un grito apagado por la mano del cura me hizo darme cuenta que no se la había metido por el coño, la mirada de felina de la cocinera me tenía empalmado, y como el ruído de aquellos salvajes follando apagaba mis gemidos, seguí masturbándome, mirandola, entonces él se apartó y cogiéndola de la melena le dio la vuelta, se sentó él sobre la mesa, y ella agachada ante él comenzó a mamársela, muy rápidamente, pensaba que se haría daño en el cuello de tanto comérsela, él apoyado atrás, tapándose la cara con la sotana, y ella manoseando sus huevos mientras le hacía llegar al final, unos gemidos y él comenzó a correrse en la boca de mi deseada cocinera, ella no paraba, tragaba todo lo que allí salía, no cesaba de mamarla.

- Padre, yo también quiero correrme. - Dijo ella.

Se puso a cuatro patas en el suelo, y el cura agachado la folló por detrás, cabalgándola, tirando de su melena, acabando de esprimir las últimas gotas de leche bendita y seguía hasta que ella se dejó caer, se dio la vuelta abrió sus piernas y le recibió en su interior, abrazada a él, sin dejar de mover sus caderas gimió y gimió hasta que cesó sus movimientos.



Con esa escena final yo llegué a mi orgasmo, salpicando la pared y dejando mi mano llena de semen.

Esperé a que salieran de la cocina, para marchar yo sin hacer ruido, y al pasar ante la puerta del almacén, ella picó suavemente, como si supiera que yo estaba allí, las miradas de días posteriores me hicieron suponer que si se dio cuenta que les había espiado.




4 comentarios:

  1. Alabado sea el Redentor. Vaya peli de Almodovar. Y vaya envidia cochina por el pater, no Jordi?
    Caricias

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  2. Me ha encantado, con la iglesia hemos topado!! jajajajaja
    Y es que los curas no dejan de ser hombres, no?
    Un besin

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  3. MEDEA: Si, envidia tremenda que le tuve, no fue aquella chica veces la inspiradora de mis masturbaciones... durante años!

    ENCANTADORA: Eso, los curas no dejan de ser hombres... no se les veía el plumero a ellos...jajaja

    Debo decir que a esta chica la volví a ver, cuando yo fui mayor de edad, en una visita de antiguos alumnos, y comentamos el suceso. ME quedé con las ganas de pedirle hacerlo conmigo, pero con 19 años, uno no tiene la poca verguenza que tiene con 33, jajajaj.

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  4. Muy agradable de hecho probablemente voy a descargarlo. Gracias

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