Los besos se fueron sucediendo, en cada semáforo, en cada stop, en cada ceda el paso, en la recepción del hotel nos miraban escandalizados, pues no frenábamos nuestro deseo, durante la subida en ascensor sus botones comenzaron a ceder, empujé la puerta de la habitación y la lancé sobre la cama, arranqué sus botas, luego el pantalón, para dejarla en ropa interior ante mi. Me arrodillé junto a ella, acerqué mi rostro a su pubis, inhalé el profundo aroma femenino que se iba a impregnar en mi toda aquella semana, deslicé mis dedos por la goma de su tanga, lo fui apartando hasta descubrir poco a poco la piel más deseada de mis últimos años como amante.
Ascendí por su vientre, besando cada rinconcito, apartando la blusa cuyos botones ya saltaron en el ascensor, gozando de la imagen de sus perfectos pechos. Seguí por su cuello hasta besarla, su lengua se movía curiosa por mi boca, explorándome, buscando la mía, mientras mis dedos sujetaban su cuello, acariciaban sus mejillas, y se deslizaban nuevamente entre los dos cuerpos.
Me esperaba, su sexo descarado ya estaba inundado, y no ofrecía ninguna resistencia a mi penetración. Subió las piernas hasta rodearme la cintura, se aferró a mi, y comenzamos nuestro juego de idas y venidas, lentamente, y en cuanto hice la intención de acelerar sin retorno me frenó, me apartó y se puso sobre mi.
-Ahora sabrás como se ama en mi tierrita….
Dios, qué palabras! Me estremecí al sentir la presión de las paredes vaginales sobre mi carne, profundamente asentada en su interior, comenzó su danza, muy poco a poco, sin dejar de besar mi cuello, mi pecho depilado, acariciar mi cintura, mis brazos, aumentando pausadamente el volumen de sus gemidos, y de repente un cambio brusco de ritmo provocó mi ruda excitación, mis testículos comenzaban a apretarse, ella iba y venía a mil, super acelerada, los gemidos iban más allá, no podía más y sus palabras me indicaban que pronto se vendría sobre mi. La sujeté fuerte de la cintura, intenté mantener su ritmo, pero mi erupción ardiente llegó de forma inmediata y llenó por completo el poco espacio que quedaba libre en su interior, nuestros gemidos se mantuvieron, pero mi cuerpo no era capaz de mantener el movimiento, ella frenó en seco y derramó toda su esencia mezclada con la mía sobre mis testículos.
Subí la sábana tapándola, y yací bajo ella, hasta quedarme dormido.
Impresionante descripción... sin descanso.
ResponderEliminarSalu2