lunes, 24 de noviembre de 2008

La empleada

Es imposible, no puedo más, o me ponen ayuda, o renuncio a este empleo estresante.

Ese era mi pensamiento hasta que conseguí que me pusieran una secretaria, viajes prácticamente semanales no me permitian cumplir con mis obligaciones en la oficina, así que el jefe accedió a contratarla.

Después de varias entrevistas, bonitas piernas, escotes de vértigo, pero poco nivel intelectual, apareció ella, una mujer madura, con las ideas claras, que al hablar no se andaba con rodeos, sin enseñar tanta carne como las otras, pero eso no era importante para mi, la contraté.

Me ayudaba mucho, llevaba mi agenda, revisaba mis correos en mi ausencia, en fin, que casi hacía mi trabajo.

Un día, después del cierre de un negocio muy importante, en el cual ella intervino en varias reuniones con el cliente, la invité a acompañarnos en una comida con los dueños de la otra empresa, fuimos a un restaurante selecto, en el centro de barcelona, ella, viviendo en el extrarradio, llegó tarde, pero estaba escusada.
Entró por la puerta, abrigada, el metre la acompañço hasta nuestra mesa, allí me levanté, y le ayudñe a sacarse el abrigo, me quedé sorprendido, gratamente, al verla, con un vestido negro de tirantes, zapatos de tacón de vértigo, medias lisas, un escote precioso, y unos ojos bien maquillados, que se clavaban en los míos cada vez que me dirigía la palabra.
Tragué saliva, pues me estaba poniendo nervioso, aquella chica me tenía descuadrado, con su dulce sonrisa, camelaba a nuestros clientes, y ellos parecían sentir lo mismo que yo, pues no dejaban de repasarla, comiéndosela con los ojos, me sentía incluso celoso de aquella situación.

Me la imaginaba, sobre mi, en el coche, en el asiento de atrás, deseaba que eso sucediera, me excitaba pensandolo, y creoq ue ella notaba algo, pues su mirada seguía clavándose en mis ojos.

Después de cenar, la acompañé a su casa, iba de paso para ir a la mía, durante el trayecto, comentamos la cena, su opinión sobre los clientes, y demás pormenores, cuando cambiaba de marcha, mi mano rozaba su pierna, hasta que la dejé fija sobre el pomo del cambio, así iba rozando continuamente la seda de sus medias, la miraba de reojo, podía ver como me miraba al dirigirse a mi, y me sentía nervioso, y exictado al mismo tiempo. Llegamos a su casa, y al despedirnos, me dio dos besos, rozando la comisura de nuestros labios en cada uno.

Abrió la puerta, y antes de salir, se giró, sonrió y sólo dijo: -Gracias.

Al día siguiente, viernes, llegué tarde, sobre las 11, y ella también, pues fuimos tarde a dormir, y nos sentamos en mi despacho para hacer el informe de la cena, allí, sentada frente a mi, tomando notas de mis palabras, la observaba, hoy la veía diferente, más… sensual, una camisa negra de botones tensos por su busto, falda por las rodillas, tacones, pelo recogido. Mientras observaba como escribía en su cuaderno, recordaba como la noche anterior casi nos besamos, y me dio rabia no haber intentado algo más.

Era la hora de comer, y decidimos pedir algo de comida, para aprovechar al máximo el tiempo, poca gente quedaba en la oficina, mi jefe, un par de administrativas, el contable… Mientras yo seguía con mi dictado, ella dijo: -me gustó la cena, y que me acompañaras a casa. La miré y le dije: -fue un placer tu compañía.

En ese momento me avisaron de recepción que había llegado la comida, nos levantamos y fuimos a recogerla a la recepción, bajando en el ascensor, ella se acicalaba el pelo en el espejo, y yo le miraba, disimuladamente, su culo, su cintura, esos tacones, su nuca, su forma de tocarse. Cogimos la comida, y de vuelta arriba, ahora los dos, uno frente al otro, nos miramos fijamente, sin decir nada, quería decirle que la deseaba, pero no fui capaz, se abrió la puerta, salimos los dos, y al pasar por el cuerto de la limpieza, no se me ocurrió otra cosa que sugetarla del brazo, abrir la puerta, y entrar dentro con ella.

Dejé caer mi bolsa al suelo, la miré a los ojos, acerqué una mano a su mejilla, acerqué mi cara a la suya, y mirandola fijamente le dije: -te deseo.

Se giró, pensé que marchaba, y empujó la puerta, cerrandose suavemente, se volvió hacia mi, y se abalanzó sobre mi, empujandome contra las estanterias llenas de recipientes y trapos, allí me besó, nuestras lenguas se buscaban, mientras yo le susurraba: -estoy excitado.

Mis manos buscaban los botones de su blusa, desabrochándolos apresuradamente, abrí la camisa, pudiendo observar aquellas mamas grandes, bien puestos dentro de un sujetador negro, bajé mi cabeza, metiendola entre sus tetas, lamiendo todos los rincones que esa noche había imaginado masturbándome a solas en mi cama, apretando con mis manos, y acariciando sus pezones, besándola apresuradamente, y volviendo a sus erizados pezones. Sus manos ya se había desecho de mi corbata, mi camisa, desabrochando mis pantalones y apretandome el culo, su boca húmeda me buscaba.

El cuarto de limpieza era muy pequeño, apenas cabíamos los dos de pie, así que no permitía mucha movilidad, era oscuro, sólo iluminado con una suave luz de emergencia. Se agachó, y sacando mi pene de mis calzoncillos, lo lamió, paseando su lengua por mi capullo, luego por la parte inferior, hasta llegar a mis testículos, cogidos con una mano, y luego vuelta a la punta, se la metió entera, en su boca, abosrviéndola, chupándola, lamiéndola, apretándola, rascando suavemente con sus dientes, pero excitándome a cada movimiento más y más.

Cuando me notó bien duro, se puso de nuevo de pie, se dio la vuelta, arremangó su falda, y me dejó ver que ¡no llevaba bragas!, verla allí, apoyada con sus manos en la pared, con liguero y nada más, me puso muy caliente, y apunté mi nardo entre sus nalgas, sólo dijo una cosa más, antes de metérsela: -¡SI!

Puse mis manos en su cintura, acercandola y alejándola levemente para prepararla, entonces noté su mano cogiendome el miembro entre las piernas, en ese momento levantó una pierna, apoyándola sobre el cubo de fregar, y me empujó atrás, metiendose toda mi polla en el coño de una sola enculada, mojadísima, y ardiente, no podía controlarla, era ella la que llevaba el ritmo, yo me limitaba a sujetarme en las estanterías, y amortiguar sus caderas que se apretaban rítmicamente a mi pelvis. Mis manos buscaban sus pechos, desabroché el sujetador, dejándolo caer al suelo, sus tetas, duras, firmes, los pezones erectos entre mis dedos, y mi otra mano bajando hasta encontrar su clítoris, inflamado de la excitación, lo masturbé con mi mano, lo acaricié, pues sus gemidos delataban que le gustaba.

Pensar que mi jefe estaba apenas a 10 metros de ese lugar, me excitaba enormemente, y le decía: -estamos locos, como nos pillen. Imagínate que abre alguien la puerta. Y ella aún apretabamás fuerte. Cogió mi mano mojada de sus fluidos, y la puso en su boca, mordiéndome los dedos, comenzó a gemir, esta vez más fuerte, y moviéndose más rápido, le tapé la boca, la apreté contra la fría pared, y me la follé, ahora yo levaba el ritmo, y ella sólo gemía, me mordía, me quería destrozar. Noté el ardor de sus corrida en mi verga, así que le dije que no aguantaría mucho más, que no llevaba condones y que me correría sobre su espalda. Me paró, se dio la vuelta, me volvió a besar, y me dijo: -todo dentro, lo quiero todo.

Sentada en un saliente de la pared, abrió las piernas, apoyándolas una a cada lado mío, sobre los estantes. Acerqué mi boca a su vagina, y mirándola a los ojos, le expresé mi deseo… comérmelo todo. Deslicé mi mano sobre su coño, mis dedos sobre su clítoris, abrí ligeramente sus labios inferiores, acerqué mi boca, y lamí su coño, desde el ano hasta le clítoris, una y otra vez, lamiendo en un solo sentido, de abajo arriba, gemía, me entretuve en su campanilla, chupándola como un bebé con su chupete, lamiéndola dentro de mi boca, y mis manos sujentando su culo, sus movimientos comenzaron a ser rítmicos, se aceleraba, gemía de nuevo, y debía taparle la boca, me levanté, la sujeté de la nuca, la besé, y mientras la besaba apasionadamente, la penetré, suavemente, poco a poco, ella me sujetaba la cintura, y me apretaba entre sus piernas. Mi cipote duro entraba y salía de ese mojadísimo sexo, y a cada instante sentía que explotaba, ya me quedaba poco, me apoyé atrás, y ella sujeta contra la pared, me miró a los ojos, bajó su mano, y acariciendose el clítoris decía: -me corro, me corro.

No pude más, me apreté fuerte a ella, paré mis movimientos, la cogí del pelo, la acerque a mi boca, y mirándonos, aguantando mi explosión por unos instantes, cerré mis ojos y me dejé ir. Mi semen invadió todo su interior, sus ojos se abrieron totalmente, sorprendida por la cantidad de mi corrida, por la sensación de un orgasmo extraño en su interior, ella seguía moviéndose, y exprimiéndome, yo disfrutaba de esos instantes, de ese momento.

Fue uno de los mejores polvos de mi vida, no tan solo por el sexo, sino por el morbo de la situación, pues salimos de allí, nos sentamos de nuevo en la mesa, y sin hablar del tema, seguimos trabajando en el imforme que habíamos dejado a medias.

3 comentarios:

  1. es de sus mejores relatos, me ha gustado muchísimo.

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  2. Gracias Srta. Alicia, mujeres como Ud. inspiran mi imaginación para escribir este tipo de relatos. Es un placer, como siempre, recibir sus amables y valiosos comentarios. Un abrazo.

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  3. Me ha encantado este relato. Si trabajar en la ofi es así, yo quiero ser una dulce y aplicada secretaria, siempre que me dejen convertirme en una amante pasional, en ese calido cuartito.....

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