sábado, 2 de enero de 2010

Cena de Navidad

Era la típica chica de la oficina en la que no solías fijarte por el uniforme nada favorecedor, algunos cruces de miradas, pero sin mayor importancia que la del compañerismo. Pero anoche, en la cena de navidad que organiza mi empresa…

La eché a faltar, me extrañó no verla, incluso hice el comentario, y nadie sabía nada.
Llegó tarde, pero llegó, al aparecer por la puerta todos los hombres la observamos.

Vestía una falda con vuelo, botas de tacón, y un jersey blanco, que ocultaba, bueno, intentaba disimular la forma y volumen de sus pechos, en lo cual nunca había parado atención.

Pasó tras de mi, la miré de reojo, ni me vió, se sentó a escasos dos metros míos, espalda con espalda. La cena transcurrió sin mayor detalle. Se levantó al baño, y a la vuelta la saludé, me alegré que me devolviera el saludo.

Durante la disco móvil, y la barra libre, cayeron unas cuantas copas, yo me hacía el desinteresado, pero no dejaba de espiarla, ver como bailaba con uno, con otro, y que su mirada, de vez en cuando, me buscaba. Rara sensación.

En un momento del baile, me acerqué a ella, y comentamos al oido cosas del trabajo, del año pasado, del futuro, etc.

- Me gustaría tomar algo contigo a la vuelta de vacaciones. – le dije -
- ¿Para qué esperar?

Fue a la barra, pidió dos copas, me dio una y me hizo el gesto de seguirla, eso hice.

Caminaba tras ella, ella se conocía aquél restaurante inmenso, me llevó sala tras sala hasta una a oscuras, simplemente iluminada por la luz de farolas de la calle.

Bajamos dos sillas, y nos sentamos en una mesa semioscura. Seguimos con nuestra conversación una rato más, insistí en su cambio de imagen, en lo sorprendido que me quedé al verla tan atractiva y arreglada. Se notaba que su retraso se debía a que venía directamente de la peluquería, espectacular.

Es una chica pequeñita, estilo Natalia, de suaves curvas, pero marcadas, hecha, madura, con mirada profunda y directa a los ojos, labios bonitos, y piel blanca. Me sentía atraido por ella, y ella demostraba por su nerviosismo lo mismo que yo, así que en un momento, después de un silencio, em avalancé sobre ella.

No se apartó, acercó sus manos sobre las mías que acariciaban su mejilla, y acompaño a mis labios con los suyos. Su perfume me era familiar, muy familiar. Me apartó de ella:

- Jordi, creo que esto no es correcto, estoy casada.
- Yo también, tienes razón.

El silencio nos volvió a invadir, unos segundos, luego minutos mirando por la ventana las gotas de agua caer, y de repente ella se tiró sobre mi, sentandose en mi regazo, mordiendome el labio inferior, respirando aceleradamente.
- Si tu no dices nada, yo tampoco lo haré.
- ¿Sobre qué? – Reimos-

Sujeté su cintura, luego de su cuello, sus manos me exploraban, las mías hacian lo propio, mi lengua jugaba con la suya, mis manos se escondían bajo su ropa, mis dedos acariciaban su espalda.

Nos besamos largo rato, entonces se levantó, desabrochó el pantalón, dejandolo caer al suelo, y se sentó abierta sobre mi, con prisas me desabrochó a mi, bajó mi cremallera, y agarró mi polla que estaba semidura, masajeándola contra sus bragas me provocó una gran erección, apretándose a mi, pensandose quizá si queria ser penetrada o no, siguió besandome.

Ya tenía mis manos bajo su sujetador, agarrando en cada una un pecho, pellizcando sus pezones, mordiendo su lengua, chupando su saliva. Se levantó ligeramente, apartó su braga con la mano, abrió su coño ante mi, sonrió, y se metió mi polla hasta el fondo.

Estaba mojadísima, estaba ya… corrida me dijo. Yo no esperaba esa situación, pero me encantaba, ella marcaba el ritmo, ella se sujetaba al respaldo de mi silla ejerciendo la fuerza que deseaba en cada momento. Sentía como mi polla rozaba cada milimetro de sus paredes vaginales, sentía como los pliegues de su coño se estiraban al paso de mi verga, notaba como el calor de sus fluidos quemaban mi glande.

Subía y bajaba las caderas, abría y cerraba su coño, mi polla salía casi por completo, y volvía a entrar hasta el fondo, mis manos ya la sujetaban de las caderas, y mi boca estaba entretenida entre sus pechos. Gemíamos.

Ya me venía, ella susurraba uno tras otro sus orgasmos, perdí la cuenta, le costaba muy poco llegar al clímax, me encantaba, cada vez estabamos más mojados, cada vez mi polla entraba más a fondo, golpeando mis testículos en sus nalgas, sintiendo el tope de su vagina, sintiendo como la explosión deseada de mis testículos en su interior provocaba un gemido que apagó en mi boca.

La llené de mi, no pude controlarme, ella me lo pidió así, y yo lo deseaba.

Nos vestimos, y planeamos como entrar de nuevo a la sala sin que se notara nuestro encuentro secreto.

Antes de irse, se giró y me dijo:

- Dentro de una hora te espero en la puerta de la oficina. Quiero más, toda la noche.
- En una hora estaré allí cielo, te daré… ¿toda la noche?


A la hora me despedí y marché directo a la oficina, donde ella ya me esperaba en su coche… pero los detalles de esa noche os los contaré en otro momento…




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